«¡Que se vayan los milicos!»: Así se vive la jornada de desobediencia civil en Santiago

Uniformados armados no han sido impedimento para masivas y simultáneas protestas

Cientos de personas se comenzaron a volcar a las calles del centro de la capital este sábado a partir del mediodía, esto en respuesta a la decisión del gobierno de Sebastián Piñera de decretar Estado de Emergencia en la Región Metropolitana tomada la noche de este viernes.

La acción represiva del Ejecutivo que ocurre como respuesta a las masivas protestas que desde el pasado lunes iniciaron los estudiantes secundarios -y a las cuales se fue sumando la ciudadanía- en rechazo a una nueva alza en el transporte público, que en el Metro significó un aumento de 30 pesos.

El Estado de Emergencia ha implicado que militares del Ejército se desplieguen por parte de la ciudad, lo que no ha significado necesariamente que la gente que está manifestándose se retire a sus hogares.

«¡Que se vayan los milicos!», es uno de los cánticos que, por ejemplo, se han entonado en la intersección de las calles Santa Rosa con la Alameda, hasta donde llegaron unas 100 personas a protestar. Lo mismo ocurrió en Plaza Italia, donde hubo presencia justamente de esos uniformados, a los que los ciudadanos -quienes acudieron masivamente a ese sector neurálgico de la capital- les espetaron su responsabilidad en la matanza que significó la dictadura cívico militar con el cántico de «¡Asesinos!».

Metros más allá, en la esquina de Diagonal Paraguay con Vicuña Mackenna, otro grupo considerable de gente se acercó igualmente para manifestarse. Fue allí donde resultaron quemados cinco buses del Transantiago, en una acción radical de protesta ante los abusos cometidos por el gobierno de Sebastián Piñera. Esto significó que se decidiera suspender el servicio del transporte público.

Además del rechazo de los militares en la calle y la reivindicación de la evasión masiva como forma de protesta, entre los cánticos y las pancartas que han acompañado a los manifestantes se repite el repudio a la evasión de contribuciones por sus propiedades en el Lago Caburgua que durante 30 años llevó a cabo la primera autoridad del país.

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