Campaña anti-rusa

Rusia, el ébola, la OTAN y la propaganda

Los medios occidentales, alimentados por innumerables “fuentes oficiales” anónimas, sobre todo en Washington y Londres, han aprovechado con entusiasmo la campaña antirrusa dirigida por EE.UU. para explorar maneras atractivas de criticar a Rusia.

Por Mauricio Videla

13/11/2014

Publicado en

Mundo / Política

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putin

Jackson Diehl es viceeditor de la página editorial del Washington Post y escribe artículos sobre asuntos del exterior, por lo tanto sus opiniones son bastante difundidas. Cuatro días después de que el Presidente ruso Vladimir Putin pronunciase un discurso ante el Club Valdai Internacional de Discusión el 24 de octubre (en el que Putin dijo que la gustaría que EE.UU. se “mantuviera fuera de nuestros asuntos y dejase de pretender que gobierna el mundo”), Diehl declaró que Putin había presentado “una mezcla tóxica de mentiras, teorías conspirativas y vitriolo antiestadounidense”.

La aseveración de Diehl apareció después de un informe en el Washington Post del 25 de octubre que presumiblemente no tenía la intensión de ser venenoso o de contribuir a teorías conspirativas. Trataba del rol supuestamente siniestro de laboratorios de investigación rusos en la epidemia del ébola y nos informó excitadamente de que: en circunstancias en las que el mundo enfrenta una crisis sin precedentes de ébola, el muro del secreto que rodea los laboratorios rusos surge aún mayor, dicen los expertos en el control de armas, alimentando teorías conspirativas y provocando sospechas.

Fue una afirmación interesante que apoyaba irónicamente la aseveración de Putin de que: la objetividad y la justicia se han sacrificado en el altar de la conveniencia política. Las interpretaciones arbitrarias y las evaluaciones sesgadas han reemplazado las normas legales. Al mismo tiempo, el control total de los medios de masas globales ha posibilitado, cuando se desea, presentar lo blanco como negro y lo negro como blanco.

Su observación recibe sustancia y credibilidad de las recientes declaraciones de los medios occidentales respecto a operaciones de aviones militares rusos alrededor de las fronteras de Rusia.

Los titulares noticiosos occidentales del 30 y 31 de octubre fueron extraños e incluyeron “Vuelos militares rusos «violaron» crecientemente el espacio aéreo europeo”. ¿Violaron el espacio aéreo europeo? Absurdo: esos aviones volaban en el espacio aéreo internacional. Ni uno de ellos transgredió por un momento la soberanía de un solo país europeo. Pero los titulares fueron vívidos hasta llegar a la fantasía y uno especialmente melodramático fue “Más de una docena de aviones rusos fueron pillados volando fuera del espacio aéreo del país en tres partes diferentes de Europa durante esta semana, provocando temores de una inminente Tercera Guerra Mundial”.

El hecho de que los aviones estadounidenses y británicos de recogida de inteligencia vuelen a diario a lo largo de las fronteras rusas, siguiendo sus costas y enviando señales para alentar el contacto y por lo tanto la detección de instrumentos protectores rusos no está aquí ni allá, por supuesto. (Y China tiene un problema aún mayor con los movimientos de aviones estadounidenses cerca de sus costas.)

Los medios occidentales, alimentados por innumerables “fuentes oficiales” anónimas, sobre todo en Washington y Londres, han aprovechado con entusiasmo la campaña antirrusa dirigida por EE.UU. para explorar maneras atractivas de criticar a Rusia. La ofensiva de Washington contra Rusia fue definida por el discurso antagónico del presidente de EE.UU. en la Asamblea General de la ONU, en el que se mostró rotundamente hostil y envió a Rusia el mensaje intransigente de que no puede haber ningún acuerdo mutuo, ninguna negociación, ninguna discusión de ningún tipo respecto a la aceptación de Rusia como una nación importante.

Al terminar la Guerra Fría en 1991, la mayoría de los países del mundo, y especialmente la nueva Rusia que se esforzaba por sobrevivir económica y socialmente, imaginaron que Occidente –definido como EE.UU., Canadá, Gran Bretaña y gran parte de Europa occidental– aflojaría su postura militar, como ciertamente lo hizo Rusia reduciendo sus fuerzas armadas a una pequeña fracción de su antiguo tamaño soviético.

Pero Occidente no tenía la menor intención de reducir su postura militar. Aunque no existía ninguna amenaza de ningún tipo por parte de Rusia, que se concentraba en la creación y expansión del comercio y de los vínculos comerciales en general con sus vecinos, EE.UU. y sus seguidores decidieron expandir la OTAN, de orientación enteramente militar, de 16 a 28 países.

Rusia no tenía ninguna intención de amenazar a sus vecinos, con quienes estableció y mantiene importantes vínculos comerciales, pero en 1999 la OTAN, introdujo a Polonia, Hungría y la República Checa en la alianza enteramente militar. Entonces, en 2004 –de nuevo sin ninguna indicación de la menor amenaza rusa– la OTAN se expandió aún más con la adición de Bulgaria, Estonia, Letonia, Lituania, Rumania, Eslovaquia y Eslovenia. El 90% de los estadounidenses (ni los británicos ni todos los demás) ni siquiera podía identificarlos en un mapa. Introdujeron a Albania y Croacia en 2009 y trataron de incluir a Georgia y Ucrania a fin de que las fuerzas de la OTAN amenazaran a Rusia a lo largo de toda su frontera occidental.

¿Por qué?

Al reflexionar sobre lo que se supone que se propone la OTAN, vale la pena considerar que todos los países de la OTAN: se comprometen, como señala la Carta de las Naciones Unidas, a resolver cualquier disputa internacional en la que puedan estar involucrados por medios pacíficos de manera que la paz, la seguridad y la justicia internacionales no se pongan en peligro, y abstenerse en sus relaciones internacionales de la amenaza o del uso de la fuerza de cualquier manera que contradiga los propósitos de las Naciones Unidas.

Lo que provoca la pregunta de por qué tantos de ellos, dirigidos por EE.UU., adoptan una actitud negativa hacia Rusia y amenazan con el uso de la fuerza en algo que no tiene nada que ver con ellos: la situación de Ucrania.

EE.UU. considera enemiga a Rusia y no existe ningún misterio respecto a los motivos por los cuales libra su maliciosa campaña contra ella. Es porque Rusia se está convirtiendo cada vez más en una nación influyente. EE.UU. considera que es importante –tal vez vital– impedir que se desarrolle como nación y por lo tanto debe ser objeto de todas las intrigas imaginables para presentarla como enemiga del mundo libre.

Como hemos visto en las columnas tan equilibradas y enteramente verídicas del Washington Post, una de las últimas maniobras fue un intento de vincular a Rusia con la propagación del ébola, el virus que podría convertirse en una epidemia global.

El 24 de octubre, las agencias noticiosas rusas informaron de que “Rusia ha lanzado la producción de un lote de ensayo de la vacuna contra el ébola Tiazavirin, que se enviará a África en los próximos días para pruebas de eficiencia. La vacuna fue creada por el Centro Ural de Tecnología Biofarmacéutica. Los ensayos han mostrado la alta eficiencia de la vacuna (70-90%) contra varios tipos de fiebres hemorrágicas, incluyendo la fiebre de Marburg, que tiene una estrecha relación con el ébola.”

Ha habido información objetiva e imparcial sobre la contribución de Rusia al esfuerzo internacional para contrarrestar una horrible enfermedad. (Si hubo algún informe al respecto en los medios occidentales se ocultó cuidadosamente. Apareció en un medio noticioso asiático).

Pero la visión occidental del 25 de octubre sobre Rusia y el ébola por el Washington Post fue algo diferente. El WP comienza informándonos intensa y dramáticamente de que en Rusia, en 1996 una mujer no identificada trabajaba en “una técnica de laboratorio con una tarea extraordinariamente peligrosa: extraer sangre de animales infectados de ébola en un laboratorio militar secreto”. Pero trágicamente (no fue la palabra utilizada por el WP) la mujer se cortó y murió de una posible infección del ébola. El informe sigue diciendo que “fue enterrada, según un informe, en un ‘saco repleto de hipoclorito de calcio’, o blanqueador en polvo”. Una historia con muchos detalles pero ninguna precisión.

La historia, por un cierto Joby Warrick, pasa luego a informarnos de que “el incidente ocurrió en un laboratorio militar secreto que solía formar parte del programa de armas biológicas de la Unión Soviética. Hace años, la misma instalación en el suburbio moscovita de Sergiev Posad cultivaba microbios usarlos como armas de guerra. Actualmente, gran aparte de lo que sucede en el laboratorio sigue siendo desconocido”.

Ciertamente es así: exactamente como sucede en los laboratorios de investigación de todo el mundo “sigue siendo desconocido”. ¿Cuántos laboratorios militares de investigación de EE.UU. están abiertos a la inspección exterior? ¿O incluso a la inspección interior?

A pesar de todo, el Post está políticamente calcificado y es diligentemente infatigable. “Ahora”, declara, “en circunstancias en que el mundo enfrenta una crisis sin precedentes del ébola, el muro de secreto que rodea los laboratorios [rusos] surge aún más amenazador, dicen los expertos en el control de armas, alimentando teorías conspirativas y provocando sospechas”.

¿Pero quién “alimenta teorías conspirativas y provoca sospechas”?

Sin duda, el Washington Post no haría nada tan deshonroso y escandaloso como insinuar que Rusia es responsable de alguna manera de la propagación del virus ébola al sugerir que: “El fatal accidente de laboratorio, y uno similar en 2004, ofrecen un excepcional vistazo a la historia de 35 años de interés soviético y ruso en el virus ébola”. Esto es considerado siniestro porque, “La investigación del ébola continuó en laboratorios del ministerio de Defensa donde se mantiene en gran parte invisible, a pesar de años de llamados por parte de los funcionarios estadounidenses para que se permita más transparencia”.

¿Quiénes fueron esos “funcionarios estadounidenses”? ¿Y qué llamados hicieron durante tantos años?No sorprende en absoluto que el presidente Putin señale:Hoy vemos nuevos esfuerzos por fragmentar el mundo, por trazar nuevas líneas divisorias, formar “coaliciones” no construidas para algún propósito sino dirigidas contra alguien, cualquiera. La situación se presentó de esta manera durante la Guerra Fría. Todos lo comprendemos y lo sabemos… Pero esos intentos están cada vez más divorciados de la realidad y están en contradicción con la diversidad del mundo. Pasos de este tipo crean inevitablemente confrontación y contramedidas y tienen efectos contrarios a los objetivos esperados.

Las 28 naciones de la OTAN están desesperadas por encontrar una razón para mantener y expandir su obsoleta alianza y ahora, cuando han sido derrotadas por un montón de guerrillas variopintas en Afganistán y han tenido que abandonar ese caótico país aún más destartalado de lo que estaba antes de su llegada, es esencial que encuentren otra causa en la cual interferir.

Se están confabulando contra Rusia en la causa prostituida de la libertad e imaginan de alguna manera extraña que sus cabriolas están de acuerdo con la Carta de la OTAN: “refrenarse en sus relaciones internacionales de la amenaza o del uso de la fuerza de cualquier manera inconsistente con los propósitos de las Naciones Unidas”.

Como el Washington Post y su rencorosa difamación antirrusa relacionada con el ébola, las naciones de la OTAN, en boca de Putin, están “crecientemente divorciadas de la realidad”.

Anotación al margen. The New York Times se ha sumado al trivial menester de los ataques contra Rusia, con un “Informe Especial del 2 de noviembre en primera página titulado ‘Un amigo de Putin se beneficia de la purga de libros de texto escolares'».

Ese objetivo artículo nos informa de que “A comienzos del año escolar, la cantidad de libros de texto aprobados para los 14 millones de escolares de Rusia ha sido reducida en más de la mitad, amenazando la existencia de numerosos editores. Pero uno con lazos estrechos con el presidente Vladimir V. Putin se benefició magníficamente”. Qué revelación maliciosa en primera plana para el que solía ser uno de los periódicos más importantes del mundo.

Qué lástima que no haya tratado también de propagar el ébola.

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