Análisis y proyecciones

2017: ¿Podría llegar el cambio de hegemonías en Oriente Medio?

Siria, Iraq e Israel han sido tres de los focos que han sobresalido en el ámbito internacional este 2016. ¿Cómo avanzarán los conflictos que acechan a los tres países? ¿Qué importancia tendrá el futuro presidente de EEUU en su desarrollo? ¿Cómo quedará la región ante estos cambios?

Por Meritxell Freixas

27/12/2016

Publicado en

Mundo / Portada

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Sin duda, si hay un nombre que ocupó la mayoría de los titulares en el ámbito internacional durante este año que vamos a clausurar en pocos días, éste es Siria, y en su dimensión más concreta, Alepo.

El anuncio de la liberación de la segunda ciudad más importante de del país árabe, controlada por los rebeldes desde hace cuatro años, se dio hace cuatro días, cuando salieron los últimos autobuses con milicianos extremistas hacia el este de la ciudad, donde resistieron durante meses a una campaña de bombardeos aéreos y terrestres.

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FOTO: Reuters

De acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, desde el inicio de la guerra siria, en marzo de 2011, han muerto 310.000 personas, de las cuales 90.000 eran civiles. El balance de la ONG incluye 53.000 rebeldes muertos, 110.000 combatientes del régimen y 55.000 extremistas.

Además de los fallecidos, según la Agencia de la ONU para los Refugiados, la guerra civil deja un saldo de 6.6 millones de sirios desplazados dentro de su propio país y 4.8 millones de refugiados. Son miles de personas que huyen del conflicto, en un éxodo que ya conoce como el más importante después de la Segunda Guerra Mundial.

La victoria del régimen de Bashar Al-Assad no habría sido posible sin el apoyo ruso. De hecho, Moscú ha salido más que reforzado de su intervención en Siria y le saca aún más partido tras la victoria de Donald Trump en EEUU, que apunta a un cambio radical en las relaciones entre el Kremlin y la Casa Blanca.

El 2016 ha sido el año de la consolidación y el éxito de la participación rusa en el conflicto. Vladimir Putin autorizó los primeros ataques aéreos contra los disidentes del país árabe el a finales de septiembre de 2015 e indicó como objetivo principal a los «terroristas» del Daesh (Estado Islámico). Sin embargo, durante este período sus ataques no se han limitado a los extremistas.

Organizaciones de derechos humanos, activistas y la ONU han denunciado ataques masivos contra la población civil, en escuelas, hospitales y zonas residenciales. Una batalla librada, en la que finalmente el eje conformado por el régimen de Damasco y Teherán logró plantar su bandera. De hecho, hace meses que ya no se habla de si Bashar Al-Assad, cuya familia gobierna el país con mano dura desde 1971, tendría que dar un paso al costado para permitir un nuevo gobierno de transición que traiga de la estabilidad al país. Esta fue la tesis sostenida por los países Occidentales y Turquía durante mucho rato, opuesta a la de Rusia, que defendía su permanencia en el gobierno.

Sin embargo, a lo largo de 2016, y especialmente a partir del mes de agosto, cuando se celebró la cumbre entre Moscú y Ankara, ambos países evidenciaron un acercamiento de sus posiciones mientras, por la otra parte, Turquía experimentaba un lento alejamiento de sus aliados Occidentales. La falta de apoyo durante el intento de golpe del pasado mes de julio, el poco interés de la UE para facilitar el ingreso de Turquía a la alianza, o las negociaciones y chantajes entre ambos para resolver la crisis de refugiados, fueron algunos de los episodios que dejaron cada vez más sola a Ankara.

El otro factor que contribuyó en el triunfo de Al-Assad fue, según el analista internacional francés y fundador de la Red Voltaire, Thierry Meyssan, el cambio de bando de Qatar en el conflicto. Según el experto, «Moscú logró convertir a Qatar en un aliado a principios de diciembre, con la venta a Doha de una quinta parte del capital de Rosneft, el gigante ruso de los hidrocarburos».

Los efectos de las nuevas posiciones de los actores del conflicto -que hace rato que dejó de ser sólo de ámbito regional- empezarán mostrarse el próximo mes de febrero, cuando el grupo Rusia e Irán, junto con Turquía, se sentarán en una misma mesa para negociar un alto al fuego general en el país.

Iraq y el fin de la batalla de Mosul

El conflicto en Siria tiene efectos en toda la región, pero quizás Iraq ha sido el otro flanco de lucha contra el Daesh más ha sobresalido.

Bagdad inauguró el 2016 contando las víctimas de un atentado perpetrado por el Daesh que se cobró la vida de más de 130 personas. A éste, le siguió otro en julio, que dejó más de 300 muertos.

El pasado 17 de octubre, las Fuerzas Armadas iraquíes, junto con tropas kurdas y el apoyo de la coalición internacional (Estados Unidos, Francia y Reino Unido), iniciaron una ofensiva para recuperar la ciudad de Mosul, bajo el control de los extremistas desde junio de 2014 y considerada la segunda más importante del país.

El año termina sin que la lucha por recuperar la ciudad, que en un momento los medios bautizaron como la «batalla de Stalingrado del siglo XXI», haya llegado a su fin. Por ahora, más de 1.300 extremistas han muerto desde el comienzo de la operación y son casi 20.000 los desplazados. Sólo durante el mes de noviembre, se registraron 2.900 fallecidos, según la ONU, casi la mitad de los cuales fueron civiles.

El fin de la batalla en urbe que el Daesh declaró como capital iraquí de su califato y donde se concentran las mayores reservas petroleras del país, se está demorando más de lo previsto y podría extenderse hasta julio o agosto, según algunas voces expertas.

Sin embargo, el conflicto iraquí, que tiene muchos componentes sectarios gracias a la división promovida y fomentada por las grandes potencias occidentales, no terminará luego de la recuperación de Mosul: «Si lo que se quiere es acabar con el Daesh lo que tiene que hacer el ejecutivo iraquí es llevar a cabo unas políticas mucho más inclusivas y acabar de una vez con el sectarismo imperante entre sunitas y chiitas», advirtió en una entrevista a este medio un periodista sobre el terreno y analista internacional.

Israel espera a Trump

Finalmente, el otro foco de interés en la región apunta al eterno conflicto entre Israel y Palestina. A pesar de que el escenario no había sido muy noticioso durante el año, en las últimas semanas, el anuncio de la victoria de Donald Trump redibujó un panorama que se presenta agitado para 2017.

El pasado viernes, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas aprobó, gracias al veto (histórico) de Estados Unidos, una resolución en la que declara ilegales los asentamientos judíos en territorios palestinos. La noticia enrabió al primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien llamó a consulta a los embajadores de los países que votaron a favor del texto y ordenó a sus ministros reducir las actividades diplomáticas con sus homólogos de los estados firmantes hasta que la administración estadounidense quede en manos de Donald Trump.

De hecho, el multimillonario será el nuevo actor clave en la región, no sólo por sus vínculos con Rusia y la influencia que pueda tener en Damasco, sino también por los gestos (decisivos) que pueda demostrar a Tel Aviv. Durante la campaña, el mandatario calificó a Israel como el «aliado más fiable» de EEUU y prometió trasladar de Tel Aviv a Jerusalén la Embajada estadounidense. Un asunto más que controvertido ya que tanto israelíes como palestinos consideran a esta ciudad como su capital.

La posición oficial del Departamento de Estado hasta ahora ha sido que el status de Jerusalén debe decidirse en el marco de un proceso de paz. En la última propuesta de paz impulsada por Washington, que naufragó en 2013, el gobierno del demócrata Barack Obama defendía que la frontera de Cisjordania no fuera igual a la establecida antes de la guerra de 1967, como piden los palestinos, sino que se aceptara que algunos asentamientos israelíes no pueden desaparecer.

Sin embargo, a pesar de que EEUU siempre ha pololeado con el lobby judío entregándole apoyo económico, militar y estratégico, parece que a partir del 20 de enero, en que Trump asumirá la Presidencia, ese vínculo se convertirá en un a suerte de matrimonio oficial. Para ello, el futuro presidente ha puesto a cargo de la embajada israelí a David Friedman, un abogado  que cuestiona la solución de los dos Estados al contencioso entre ambas partes y que también defiende la legalidad de los asentamientos israelíes en Cisjordania.

¿Qué se viene para el 2017?

Los tres puntos calientes de Oriente Medio seguirán hirviendo el próximo año. Los escenarios llegan al final de 2016 bien abiertos y con muchos desenlaces posibles.

En Siria, la liberación de Alepo no significa el fin del conflicto. La ONU y varios organismos de derechos humanos han advertido que la violencia no ha cesado en otras regiones del país y que incluso ésta puede multiplicarse.

En esta línea, el enviado especial de la ONU para el país árabe, Staffan de Mistura, advirtió el pasado jueves que las miles de personas evacuadas desde Alepo podrían correr la misma suerte en Idlib, una zona de la parte oriental de la ciudad que quedó bajo control rebelde desde julio de 2012.

De hecho, el francés Thierry Meyssan asegura desde su tribuna (www.voltairenet.org) que «el proceso de liberación total del suelo sirio debería proseguir ahora con la liberación de Idlib. Esa gobernación siria se halla actualmente bajo la ocupación de una multitud de grupos yihadistas sin mando común. Como esos elementos son incapaces de garantizar la administración del territorio que controlan, y mucho menos de satisfacer las necesidades de la población civil, ese territorio está siendo gobernado de facto por la OTAN a través de varias organizaciones». En su opinión, «para vencer a los yihadistas de Idlib habría que cortarles su vía de abastecimiento, o sea sellar la frontera turca. Eso es lo que la diplomacia rusa está tratando de obtener».

Otra de las situaciones que podría ser determinante para la guerra en Siria es la postura de EEUU. La administración de Barack Obama ha insistido en el apoyo, la financiación y el envío de armas a grupos vinculados a los extremistas en Siria, mediante el proyecto de ley de los gastos de defensa. Sin embargo, su futuro sucesor mostró poca voluntad para seguir con las políticas intervencionistas en la región.

Expertos sostienen que no existe voluntad por parte de occidente para hallar una solución pacífica y política al conflicto sirio. Así lo expresó a El Ciudadano el analista internacional chileno Pablo Jofré: «La situación en Siria sólo cambiará en la medida que los países liderados por EEUU y sus socios de la OTAN, Israel, Turquía, Arabia Saudita, Jordania, las monarquías del Golfo Pérsico cesen el apoyo que dan a los grupos extremistas», señaló. Y agregó: «No hay diferencia entre extremistas y los que Occidente califica como rebeldes moderados. No existe un rebelde moderado que esté armado y esto implica que mientras no cese el apoyo financiero, el aval y el apoyo logístico, la situación en Siria no sufrirá mayores modificaciones», explicó.

El desenlace del conflicto sirio, entendido desde sus inicios como una guerra fría entre el intervencionismo de Estados Unidos y el de Rusia, por una parte, y una disputa entre el mundo chií y sunní, por la otra, definirá muchos de los conflictos regionales y cada vez está más cerca de cambiar su rumbo. «En la medida que la agresión contra Siria favorezca al gobierno sirio y al pueblo sirio, la situación en Iraq puede tener un cambio, al igual que en Palestina, Yemen y Bahrein», apuntó Jofré.

El liderazgo iraní y ruso en la zona podría consolidarse si Donald Trump cumple su promesa de aislarse de guerras extraterritoriales, dibujando un nuevo escenario que dejaría atrás a otras potencias regionales como Arabia Saudí y Turquía. En este sentido, el analista aseguró que «lo más probable es que Siria se convierta en un cerco de influencia rusa e iraní en la región, con un apoyo sostenido de Hezbollah. Eso va a provocar mayor tensión contra un Israel que no quiere permitirlo, contra una casa del Saúd [Arabia Saudita] que quiere impedir cualquier influencia regional de Irán, y contra Washington y la OTAN que no quieren que Rusia ni Irán tengan preponderancia en la zona».

Sobre la influencia de Donald Trump en la región, Jofré aseguró que será negativa «porque los intereses de EEUU se enmarcan en intereses regionales en apoyo al sionismo y a la casa de los Saúd«. El panorama que el experto plantea para el 2017 queda lejos de ser optimista, sobretodo por lo que, para él, implicará entregar la Presidencia de EEUU a un «ignorante, desconocedor e inexperto en materias de conflictos en Oriente Medio» como Trump.

Meritxell Freixas

@MeritxellFr

 

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