Brasil: Alertan aires de golpismo contra gobierno de Dilma Rousseff

La palabra crisis resuena con insistencia desde hace unos meses en el mayor país de Latinoamérica. Política, económica, institucional y social. Son diversos los frentes con los que tiene que lidiar el Gobierno de la presidenta Dilma Rousseff, quien afronta una amenaza de juicio político por presuntas irregularidades en su campaña electoral.

Hace tiempo que la oposición, encabezada por el Partido de la Social Democracia Brasileña (PSDB), busca fórmulas y estrategias para desestabilizar el Gobierno de la presidenta a través de la polarización social y política del país.

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Esta semana, en un encuentro de la Central Única de los Trabajadores (CUT)  en el que contó con el respaldo del ex presidente Luiz Ignacio Lula da Silva y el ex mandatario uruguayo, José Mujica, la presidenta alertó de nuevo: “Hay una búsqueda incesante de la oposición de acortar su camino al poder, de dar un salto y llegar al Gobierno dando un golpe”. Y preguntó: «¿Quién tiene fuerza moral, reputación inmaculada y biografía limpia suficientes para atacar mi honor?»

Los gobiernos progresistas de los países de la región mostraron su confianza y solidaridad con la mandataria del Partido de los Trabajadores (PT). Esta semana el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y el de Bolivia, Evo Morales, expresaron su “preocupación y alarma” por la situación que vive el país en un encuentro que ambos mantuvieron. “Llamaremos a consultas y apoyaremos los movimientos sociales en Brasil”, aseveró Maduro.

A la alerta manifestada por ambos mandatarios, se suma la del jefe del ejército brasileño, el general Eduardo Villas Boas, designado por la presidenta a principios de año. El general advirtió de los riesgos de entrar en una crisis social: “Estamos viviendo una situación extremadamente difícil, crítica, una crisis de naturaleza política, económica y ética muy seria y con preocupación de que, si continúa, pueda transformarse en una crisis social con efectos negativos sobre la estabilidad”, afirmó. Y añadió que las instituciones funcionan correctamente.

La injerencia del ejército en la esfera política del país despierta mucha desconfianza en la sociedad brasileña, que hace 30 años que dejó atrás más de dos décadas de dictadura militar.