EDITORIAL

Piñera abusa del lenguaje y distorsiona los hechos

Hace pocos días Sebastián Piñera aseguró la existencia de un golpe de Estado no tradicional. Pero, ¿hasta cuándo se le permitirá que siga realizando este tipo de dichos, sin alguna consecuencia?

Por El Ciudadano

24/09/2023

Publicado en

Editorial / Portada

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Piñera acusa un golpe de Estado cuando el que golpeó al Estado fue él para su bolsillo junto a su banda, se autogolpeó asimismo quemando el Metro por instrucción a policías, escondiendo las pruebas, cuando sus niveles de popularidad estaban rumbo al suelo y se planeó causar terror en la población (leer el libro «Quién quemó el Metro» de nuestra editora, Josefa Barraza).

El pueblo se movilizaba hace años y se alzó en estallido social de Arica a Magallanes desbordando la institucionalidad un 18 de Octubre hace ya casi cuatro años, para más tarde ser la rabia acumulada reencauzada a un acuerdo político, en un plebiscito para preguntarle al pueblo de Chile si quería una nueva Constitución, donde el voto de que SÍ queríamos fue de un 83% .

Piñera manipula cuando quiere poner como que la revuelta en Chile, el momento en que estalló la tapa de la olla a presión creada por el sistema y sus injusticias, fuese un golpe de Estado.

Si el golpe de Estado que Piñera declaró fuese real, sería más bien un contra golpe de Estado del pueblo sin fuerzas armadas, a quienes sí hicieron un golpe de Estado en Chile en 1973 en alianza con Estados Unidos e Inglaterra, que llevaron junto a Agustín Edwards a hacer que las fuerzas armadas y sus miembros obedezcan órdenes para desaparecer, torturar y asesinar a hombres, mujeres y niños por el hecho de pensar distinto. El verdadero golpe de Estado contra el presidente democráticamente electo Salvador Allende.

Esta vez los militares no fueron prácticamente parte y fue Carabineros principalmente quien protagonizó por órdenes del tirano y sus mandos, las sistemáticas violaciones a los derechos humanos ocurridas en su régimen represor, del terror y altamente violento con policías disparando a matar o usando balines apuntados directamente a los ojos de las personas.

Ello es lo que ocurrió en el gobierno de Sebastián Piñera. 

Ni aquí ni en la quebrá del ají, el pueblo enfurecido contra el tirano y el sistema que mantiene la opresión puede ser considerado golpista.

Piñera manipula otra vez como miente El Mercurio al igualar conceptualmente a quienes sí ejercieron actos de violencia contra el sistema y no contra personas, poniéndolos como terroristas anarquistas.

El anarquista estigmatizado y caricaturizado por años no tiene como móvil causar terror a las personas ni a la sociedad. El enemigo de un anarquista no es el pueblo.

Piñera está desesperado: necesita crear un relato que lo salve de su falta.

Hay que decirlo: hubo vandalismo y el descontrol tomó el país viéndose superadas las policías, pero lo que explotó en Chile fue el hastío, el cansancio de la gente con la desigualdad, el deseo de querer vivir con más dignidad, mientras Piñera busca victimizarse en reuniones privadas con el Presidente Gabriel Boric para que este le diera su perdón y posibilidad de limpiar su nombre, tras la serie de violaciones a los derechos humanos que se cometieron en Chile contra las personas que querían cambiar el modelo en curso, muchos mutilados por el solo hecho de asistir en protesta contra el régimen.

Querer igualar la violencia diaria del capital trasnacional extractivo con el fuego de una barricada anarquista o con la quema o el saqueo de algún símbolo del capital, es imposible pues nunca será lo mismo el atentar contra la vida de las personas para proteger al sistema que Piñera tanto defiende ahora y que siempre eludió: El Estado.

Mismo Estado que le permitiría chupar de una teta con jugosos contratos, que somos todos (ya lo revelaremos).

Que Piñera no venga a decir que es el gran enemigo de la corrupción pues él ha sido parte de todo ese entramado. Que Piñera sea llevado a la justicia como otros ex Presidentes del mundo que han sido violentos y asesinos finalmente con su pueblo, y que sirva para que nunca más actos violatorios de derechos humanos se vuelvan a repetir en Chile, ni en ningún lugar del mundo, cuando es el pueblo que toma conciencia y decide salir a las calles en su legítimo derecho a protesta.

El Ciudadano

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