Snowden: El mundo rechaza el espionaje

A dos años de la revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) mantenía registros de casi todas las llamadas telefónicas realizadas en Estados Unidos, Edward Snowden hace balance y sostiene que "Como sociedad estamos redescubriendo que el valor de un derecho no reside en lo que esconde, sino en lo que protege".

Por CVN

06/06/2015

Publicado en

Derechos Humanos / Mundo / Portada

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Hoy hace exactamente dos años, en una habitación de hotel en la ciudad de Hong Kong, tres periodistas y yo trabajábamos con gran nerviosismo mientras esperábamos la reacción del mundo ante la revelación de que la Agencia Nacional de Seguridad (NSA, por sus siglas en inglés) mantenía registros de casi todas las llamadas telefónicas realizadas en Estados Unidos. En los días siguientes, aquellos periodistas y otros publicaron documentos que revelaban cómo Gobiernos democráticos vigilaban las actividades privadas de ciudadanos comunes y corrientes que no habían hecho nada.

En cuestión de días, el Gobierno de Estados Unidos respondió presentando cargos en mi contra amparodos en leyes sobre el espionaje de la época de la Primera Guerra Mundial. Los periodistas fueron informados por sus abogados de que ellos también corrían riesgo de ser detenidos o de recibir una citación si regresaban a los Estados Unidos. Los políticos se apresuraron a condenar nuestros esfuerzos, acusándonos de antiamericanos, e incluso de traidores.

Por momentos llegué a pensar que arriesgamos nuestras vidas de privilegio por nada. Creí que la gente reaccionaría con indiferencia y cinismo ante lo que estábamos revelando.

Nunca he estado tan agradecido de haber estado tan equivocado.

Luego de dos años, han ocurrido grandes cambios. En un solo mes, el invasivo programa de seguimiento de llamadas telefónicas de la NSA fue declarado ilegal por los tribunales y desautorizado por el Congreso norteamericano. Luego de que una junta de investigación de la Casa Blanca determinara que dicho programa no había detenido un solo ataque terrorista, y que incluso el propio presidente que defendía la pertinencia del programa y criticaba que se lo denunciara, ahora, ha ordenado que se de por terminado.

Esto significa el poder de un pueblo informado.

Haber puesto fin a la vigilancia masiva de las llamadas telefónicas privadas bajo la aplicación de la Ley Patriotica estadounidense es una victoria histórica para los derechos de todos los ciudadanos. Es el fruto de un cambio en la toma de consciencia global.

Desde 2013, instituciones de toda Europa han declarado ilegales leyes y operaciones semejantes y han impuesto nuevas restricciones a actividades futuras. Naciones Unidas proclamó que el espionaje masivo constituía una violación a los derechos humanos, sin paliativos.

En América Latina, los esfuerzos de los ciudadanos de Brasil dieron nacimiento al Marco Civil, primera Declaración de los Derechos en Internet en todo el mundo. Reconociendo el papel decisivo que desempeña una población bien informada a la hora de corregir los excesos y limitar los gobiernos, el Consejo de Europa pidió la promulgación de nuevas leyes que impidan la persecución de aquellos que denuncian situaciones semejantes.

Mas allá de las fronteras que impone la ley, los progresos se han producido rapidamente. Especialistas en tecnología han trabajado sin descanso en el rediseño de la seguridad de los dispositivos que empelamos, incluso del propio lenguaje de internet.

Se han detectado y corregido flujos secretos en infraestructuras críticas que los Gobiernos han aprovechado para facilitar la vigilencia masiva.

Salvaguardias técnicas básicas como el encriptado, una vez considerado esotérico e innecesario, están habilitadas ahora por defecto en los productos de empresas de punta como Apple, lo que garantiza que, aun en el caso de que suframos el robo del teléfono, nuestra vida privada seguirá siendo privada. Estos cambios estructurales pueden garantizar el acceso a la privacidad básica, más allá de cualquier frontera, protegiendo a los ciudadanos comunes ante la arbitraria aprobación de leyes que lesionan la privacidad, como las que ahora se abaten sobre Rusia.

Pese a que hemos avanzado mucho, el derecho a la privacidad -el fundamento de los derechos consagrados en la Constitución de los Estados Unidos- sigue bajo amenaza.

Muchos de los servicios online más populares del mundo han sido incorporados como colaboradores en los programas de vigilancia masiva de la NSA, minetras que las compañías de tecnología son presionadas por los gobiernos en todo el mundo para que trabajen en contra de sus propios clientes en lugar de hacerlo en su favor.

Se siguen interceptando miles de millones de registros de localización y comunicaciones de teléfonos móviles, sin tener en cuenta la culpabilidad o la inocencia de los afectados.

Hemos aprendido que nuestro propio gobierno intencionalmente busca debilitar la seguridad elemental de Internet con “puertas traseras” que transforman las vidas privadas en libros abiertos.

Se siguen interceptando metadatos que revelan las asociaciones personales y los intereses de usuarios comunes de Internet en una escala sin precedentes en la historia: mientras usted lee estas líneas, el Gobierno de Estados Unidos está tomando nota.

Los principales responsables del espionaje de Australia, Canadá y Francia han aprovechado recientes tragedias para obtener nuevos poderes intrusivos, a pesar de los abrumadores indicios que demuestran que tales programas no habrían prevenido ninguno de esos ataques.

El Primer Ministro británico David Cameron recientemente se preguntaba “¿Queremos permitir que exista un medio de comunicación entre la gente que ni siquiera podemos leer?”. No tardó en encontrar la respuesta él mismo, señalando que “durante demasiado tiempo hemos sido una sociedad tolerante y pasiva, diciéndoles a nuestros ciudadanos que mientras abedezcan la ley, los dejaremos tranquilos”.

Con la llegada del nuevo milenio, pocos se imaginaban que los ciudadanos de las democracias desarrolladas pronto necesitarían defender el concepto de una sociedad abierta en contra de sus propios dirigentes.

Sin embargo, el balance de poder ha empezado a cambiar. Somos testigos del surgimiento de la era del pos-terrorismo, una era que rechaza una visión del mundo definida por una tragedia singular.

Por primera vez desde los ataques del 11 de septiembre de 2001, podemos ver atisbos de una política que da la espalda a la reacción y el miedo en favor de la resistencia y la razón.

Con cada victoria en los tribunales, con cada cambio en la ley, demostramos que los hechos son más convincentes que el miedo.

Como sociedad estamos redescubriendo que el valor de un derecho no reside en lo que esconde, sino en lo que protege.

Traducido por PIA Noticias del original, publicado en el New York Times

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