Casi tres décadas de la masacre de Haximú, el primer caso reconocido como genocidio en Brasil

La Policía arrestó la semana pasada en un supermercado en la Amazonía a Eliézio Monteiro Neri, de 62 años, uno de los cinco condenados por la matanza

Por Pedro Guzmán

13/05/2022

Publicado en

Pueblos

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El primer relato que llegó a manos de las autoridades brasileñas sobre la masacre en 1993 de los indígenas de Haximu fue por medio de una monja que vivia en la zona donde ocurrió esta tragedia, la primera en ser reconocida por la Justicia en Brasil como genocidio.

Y el último episodio de este drama todavía por cerrar en el eterno conflicto por la tierra en Brasil ocurrió la semana pasada, casi tres décadas después, cuando uno de los condenados por la matanza fue detenido mientras hacía sus compras en un supermercado en la ciudad amazónica de Boa Vista.

Se llama Eliézio Monteiro Neri, tiene 62 años y estaba forajido de la justicia. La policía había recibido información de su paradero.

En su denuncia de 1993, la religiosa Luzia Pereira Leite advertía en una nota que un grupo de ‘garimpeiros’ (mineros) había asesinado a 16 indígenas (algunos documentos hablan de 12) de la comunidad Haximu, entre ellos, mujeres, ancianos y niños, que vivían en el valle del río Demini, una zona situada entre Brasil y Venezuela. 

Davi Kopenawa, portavoz de los yanomamis.Fiona Watson / Survival

En esa época, la fiebre de oro ya estaba latente y con la construcción en el periodo de la dictadura militar (1964-1985) de la Rodovia Perimetral Norte, que atravesaba las tierras yanomamis, los conflictos entre los mineros y los indígenas se volvieron habituales.

Como lo siguen siendo hoy en día en la Tierra Indígena Yanomami, la mayor reserva indígena de Brasil, con más de 10 millones de hectáreas distribuidas entre los estados Amazonas y Roraima, y donde viven unos 29.000 miembros de esa comunidad originaria. Se calcula que hay unos 20.000 garimpeiros en ese territorio.

Promesas incumplidas

Tras su investigación, el Ministerio Público detalló en un auto cómo los yanonamis estaban «enfrentando circunstancias y situaciones extraordinariamente penosas», especialmente a partir del contacto «con un grupo social (los mineros)» que, atraídos por «la promesa de enriquecimiento rápido y golpeados por la pobreza de sus estados de origen», iban en busca de oro.

Desde los años 80, los garimpeiros agravan la deforestación, la contaminación de los ríos por el uso del mercurio, la violencia contra las comunidades y propagan enfermedades como la malaria.

«Los garimpeiros que utilizan técnicas mecanizadas no tienen ningún interés en los indios, ni siquiera como mano de obra (…) si, con regalos o promesas no consiguen alejarlos, entonces la solución es intimidarlos o exterminarlos«, escribió el antropólogo francés Bruce Albert en su análisis sobre lo ocurrido.

Las informaciones recogidas por el Ministerio Público apuntan a que la masacre se originó por las promesas incumplidas -de ropa y una red- de los mineros a los indígenas. 

La tensión fue creciendo y, el 15 de junio de 1993, siete mineros mataron a cuatro miembros de la comunidad de Haximu. A modo de venganza, los indígenas terminaron con la vida de dos buscadores de oro.

El mes siguiente, el 23 de julio, los garimpeiros invadieron la comunidad Haximu, justo cuando los hombres del pueblo habían salido a una fiesta a una aldea vecina y otros miembros de la aldea estaban en el bosque recolectando comida.

Un informe denuncia que mineros ilegales ofrecen comida a cambio de sexo con mujeres y menores yanomamis en Brasil

«A pesar de que los indios temían ser atacados, no se preocuparon por dejar solas a las mujeres y a los niños, porque estas nunca eran atacadas por sus enemigos», señala el auto, en el que se añade que los indígenas «desestimaron la furia indomable de los garimpeiros». 

Fuertemente armados, los garimpeiros mataron brutalmente a tiros y a golpes a los yanomamis de Haximu. Antes de marcharse, quemaron la aldea. 

Una foto de aquella época muestra a varios de los supervivientes con la cara abatida y cargando unas cestas de paja con las cenizas de sus familiares.

Los que sobrevivieron caminaron durante más de un mes hasta llegar a la comunidad amiga de Toototobi, en el estado de Amazonas, libre de la presencia de garimpeiros. Allí estuvieron 10 años, hasta que decidieron regresar a su lugar de origen.

«Repercusión internacional»

La masacre tuvo una gran repercusión internacional y una veintena de mineros fueron acusados de participar en la ejecución de los indígenas.

Sin embargo, solo cinco –Pedro Emiliano Garcia, Monteiro Neri, Juvenal Silva, João Pereira de Morais y Francisco Alves Rodrigues– fueron condenados por genocidio con penas de entre 19 y 20 años de prisión.

Durante estos años, el caso ha pasado por diferentes etapas judiciales y, según Survival, a pesar de que las sentencias fueron promulgadas, solo dos garimpeiros fueron presos, los demás huyeron.

El 3 de julio de 2020, la Policía Federal capturó en Roraima a Pedro Emiliano García y fue preso por explotación minera ilegal de oro en la reserva Yanomami. 

El 24 de julio de ese mismo año salió de la cárcel y pasó a ser vigilado con una tobillera electrónica. García había sido condenado por la matanza, pero después recobró la libertad y siguió cometiendo actividades ilícitas en tierras yanomamis. 

«En aquella época, más de 20.000 garimpeiros fueron retirados de las tierras yanomamis. Hoy ese número es todavía mayor. Por tanto, el genocidio no es una amenaza del pasado es un riesgo todavía más grave del presente«, afirmó entonces en una entrevista Luciano Mariz Maia, vicefiscal de la República, uno de los encargados del caso.

Marta Miera

Fuente RT

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