HISTERECTOMÍA HISTÓRICA: Una reflexión en el marco del día de la mujer indígena

Podemos decir entonces que las mujeres indígenas somos unas sobrevivientes a Chile

Por Seguel Alfredo

06/09/2021

Publicado en

Actualidad / Chile / Columnas / Pueblos

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Podemos decir entonces que las mujeres indígenas somos unas sobrevivientes a Chile. Sí, sí lo somos (…)  víctimas de violación con intento de homicidio, violación a nuestros derechos, a nuestra espiritualidad y desarrollo indígena. Y sí, muchas han muerto revelándose a la explotación y por la protección de lo nuestro, pero muchas hemos sobrevivido y guardamos memoria de las hermanas que se han ido en la lucha.

Nancy Piñones O.

Aymara, Licenciada en artes y diseño de la Universidad de Chile, ilustradora y artesana, es asimismo educadora de lenguaje Aymara

El año 2013 tuve la gran oportunidad de viajar a La Paz, Bolivia, con una amiga, en el contexto de un Encuentro internacional de Cultura viva comunitaria. Fue una de las experiencias más iluminadoras de mi vida, no sólo por el hecho de participar en el encuentro con personas de orígenes tan diversos, sino, por ver en pleno como Bolivia crecía internamente levantando discurso indígena, analizando la vida hacia una descolonización constante y que va de la mano con la despatriarcalización.

En el fondo, un panorama de oro en la valoración de lo indígena, con el chacha–warmi (complementariedad mujer-hombre aymara) instalado en la institucionalidad (en el 2015 Bolivia era el único país latinoamericano que cumplía con paridad en los órganos del estado) y crecimiento de plurinacionalidad a través de un ministerio de descolonización y despatriarcalización.

Y es que, siendo aymara en territorio chileno, veo la gran distancia de lo que nuestros hermanos en Bolivia han desarrollado, versus este territorio. El año 2013 en Chile (o sea, al mismo tiempo que sucedía lo ya descrito en Bolivia), se estaba realizando “la consulta de la consulta indígena” en el anterior gobierno del presidente Piñera, proceso horriblemente realizado, con una minoría indígena representada y del que emanó el decreto 66 (norma jurídica que reglamenta la aplicación de la consulta en Chile, que vulnera lo relativo a consulta que prescribe el convenio 169 de la OIT).

Volviendo a este encuentro en La Paz el año 2013, pude participar activamente en la mesa de descolonización y despatriarcalización y fue un ejercicio difícil, ya que nuestra cabeza está formateada en lo patriarcal, pero fueron surgiendo temáticas como el naciente “feminismo comunitario” que incluye disidencias sexuales y el levantamiento de la mujer campesina e indígena como personaje liberador; en la mesa destacaban las ideas relativas al cuerpo de las mujeres con el reconocimiento de sus derechos reproductivos o cambiar el calendario gregoriano a un calendario lunar o agrícola. También el cambio de nombres de las calles, eliminando los de colonizadores e integrando a las mujeres indígenas que recuerdan en la oralidad. Todo esto a años luz de lo que sucede hoy en el año 2021 en Chile.

Hay una deuda histórica con las mujeres, hay una invisibilización de lo que ha escrito la historia mundial, pero por sobre todo a la mujer indígena. Si hablamos de Chile, tenemos que reconocer los multitudinarios hechos de violación y forzamiento a parir hijos mestizos a la llegada de los españoles y la colonia. Esto da cuenta de un país que ha sido creado a base del abuso, violencia y violación de mujeres. Que, además, son mujeres que han sido juzgadas por sus costumbres culturales de una religión y moral ajenas a su realidad, humillando, castigando y enterrando sistemáticamente diversas prácticas relativas a los cuerpos, a sus derechos reproductivos, a sus cargos políticos y religiosos.

A suma de este panorama anterior, Chile, a lo largo de su historia, comienza a adoptar el sistema patriarcal y perpetuar  los abusos, violencia e invisibilización, donde la mayoría de las mujeres no poseen títulos de propiedad, no se les considera prioridad para estudiar, en lo laboral son subyugadas a trabajos de cuidado o limpieza e incluso ilegales sin contrato; siguen siendo juzgadas desde otra cultura a través de otra moralidad, pero ahora además en lo judicial y perpetuados en leyes laborales.

Así, con los índices más altos de pobreza por mucho tiempo, con doble discriminación por ser mujer e indígena, se enfrentan a una realidad desoladora en que no solo el estado es responsable, sino también, la academia y la ciudadanía chilena.

Podemos decir entonces que las mujeres indígenas somos unas sobrevivientes a Chile. Sí, sí lo somos.

Así mismo, victimas de violación con intento de homicidio, violación a nuestros derechos, a nuestra espiritualidad y desarrollo indígena. Y sí, muchas han muerto revelándose a la explotación y por la protección de lo nuestro, pero muchas hemos sobrevivido y guardamos memoria de las hermanas que se han ido en la lucha.

Gracias a las abuelas y madres que también han sufrido y que de manera subterránea nos han escrito historias a través de sus recetas, sus cantos, sus ceremonias, sus textiles y sus cuerpos. Ellas han guardado esa información infinita para nosotras: esta es la clave de la sobrevivencia. Somos la clave de la sobrevivencia de nuestro pueblo.

¿Cómo podemos subsanar este abismo provocado por la histerectomía de la historia?

Pues bien, a mi juicio hay 4 ámbitos relevantes a considerar:

El principal: el estado, quien debe resarcir esta deuda histórica de desigualdad, pobreza e invisibilización. Es claro que las culturas indígenas son ricas en saberes, espiritualidad y orden político, por lo que el primer paso de reconocimiento plurinacional y creación de una institucionalidad que infiltre en todos los ámbitos del estado como un cambio paradigmático, sería un Ministerio de Descolonización y Despatriarcalización que pudiera levantar a las mujeres indígenas en políticas publicas que impulsen cambios en salud, incorporando la aplicabilidad de atención de pertinencia y parto indígena con su espiritualidad conjunta, también incorporando prácticas de control reproductivo según la sabiduría de los pueblos, solo por nombrar algunas. En cuanto a lo laboral, fomentar programas de capacitación que beneficien especialmente mujeres mejorando así sus índices económicos, como también la regulación de sueldos a nivel nacional por trabajos realizados por mujeres al igual que hombres en la misma labor. En cuanto a liderazgos políticos, reconocer las jerarquías ancestrales y apoyar el desarrollo y estudios para mujeres indígenas que no las discrimine por edad, ya que para el mundo indígena las mujeres mayores son quienes guardan la sabiduría.

Incorporar departamentos de descolonización y despatriarcalización en cada ministerio para cambiar en la práctica todo lo que nos deja fuera y ataca nuestra dignidad y desarrollo como mujer de pueblo originario. Este es un punto posible de plantear para la nueva constitución, (aunque el actual proceso de participación de los pueblos indígenas no cumple con los estándares de trato de naciones preexistentes, ahora nos quedaría pedirle a la pacha que ocurra un milagro).

En cuanto a la academia, que sistemáticamente se ha encargado de invisibilizar a la mujer indígena de la historia, es quien debe abrir las universidades primero para posibilitar estudios a mujeres de todas las edades hacia cualquier carrera (y así se pueda disminuir la brecha de falta de oportunidades entre las mismas mujeres en Chile y frente a toda la población universitaria), así como también abrir las universidades para que mujeres indígenas ingresen como docentes de temáticas vinculadas a su cultura o también como investigadoras y/o coautoras de publicaciones en temas referentes a los pueblos originarios.

La ciudadanía chilena, quien de manera secundaria es resultado del mestizaje ciego sin memoria, pero que en sus prácticas y tratos sigue manteniendo en un escalón más bajo a las mujeres indígenas. Esto puede cambiar con educación: incluir verdadera educación intercultural no sólo en los colegios públicos, sino también los privados y acomodados de Chile permitirá que la memoria sobre los pueblos originarios y, en especial de sus mujeres, pueda ir recuperándose poco a poco.

Pero lo fundamental es el cambio de la mentalidad chilena, recuperar la memoria es labor de cada un@, aprender a escuchar y valorar las naciones preexistentes a Chile les permitirá darse cuenta de muchas de las tradiciones en el país están obsoletas, mientras que otras cuantas, en lengua, toponimia y espiritualidad sincrética, siempre estuvieron allí esperando silenciosamente a ser descubiertas, atesoradas y reconstruidas.

Finalmente nuestro realidad interna de naciones originarias, donde  aspiramos a una autonomía indígena, pero mientras nuestros compañeros  no entiendan que para llegar a esa meta tenemos que estar nosotras hombro a hombro. Porque tras siglos de desigualdad y muchas prácticas patriarcales que fuimos adoptando  como consecuencia de la colonización y la chilenización, llego el momento de reconocer lo que pasa al interior de nuestra casa, de la maternidad, del cuidado de la familia , de las mismas  posibilidades de trabajar y estudiar en relación a nuestras propias parejas y de las posibilidades de desarrollo en todo ámbito sin estigmatizar nuestra calidad de mujeres a ciertos roles.

Nos merecemos este cambio de paradigma, por todas las hijas, jóvenes, madres y abuelas indígenas son parte de este útero palpitante que intentamos reconectar…

¡Jallalla jallalla sartasim warminaka, jicha piniwa!

¡Jallalla jallalla, levántense mujeres, ahora es cuando!

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