A propósito del Día de la Mujer Campesina

La exclusión laboral y política acorrala a las indígenas en tres continentes

En la mayoría de las sociedades las mujeres campesinas sufren especialmente la pobreza al "no ser propietarias de nada", pues la tradición manda que todos los recursos "pertenezcan a los hombres"

Por Luis Yañez

05/09/2018

Publicado en

Pueblos

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Las vidas de Christina, Pratima y Carmen transcurren en tres continentes distintos, pero en todas ellas se cruzan la discriminación y la falta de oportunidades, barreras que todavía resuenan en el Día Internacional de la Mujer Indígena.

La jornada, que se conmemora en numerosos países, fue instaurada por movimientos sociales de América en homenaje a Bartolina Sisa, una mujer aymara que comandó tropas contra los españoles, quienes la asesinaron en La Paz el 5 de septiembre de 1782.

Muy lejos de Bolivia queda el lago Turkana, ubicado en el semiárido norte de Kenia, donde los miembros de la tribu El Molo se dedican al pastoreo de cabras y la pesca tradicional, afectados por la construcción de una gran presa y lluvias cada vez más erráticas.

Exclusión de las mujeres

Las mujeres, encargadas de procesar los alimentos y venderlos, siguen «sin tener voz» y están «excluidas de la política«, aunque algunas participen en organizaciones civiles, señala a Efe por teléfono una de ellas, Christina Louwa, que dirige una asociación por los derechos indígenas.

Ellas sufren especialmente la pobreza al «no ser propietarias de nada», pues la tradición manda que todos los recursos «pertenezcan a los hombres», y además carecen de oportunidades de trabajo que sí tienen las mujeres de otros grupos dominantes, critica Louwa.

La activista, que ha recibido apoyo de la Organización de la ONU para la Alimentación y la Agricultura (FAO) para representar los intereses indígenas en foros internacionales, advierte que «para lograr un cambio real, se deben consolidar las voces de los indígenas –incluidas las mujeres– desde lo local y a todos los niveles».

Un mensaje que comparte Pratima Gurung, presidenta de la Asociación de Mujeres Discapacitadas Indígenas de Nepal, que aboga por el respeto de la «diversidad» desde una perspectiva de «género, etnia y discapacidad».

En el país asiático, Gurung trabaja para unir a los indígenas con «otros grupos marginados», darles más capacidad económica y ampliar su representación en las instituciones.

Lamenta que la nueva Constitución, promulgada en 2015, «no sea muy inclusiva con los indígenas», cuyos representantes «no son elegidos por las organizaciones indígenas, sino por los partidos políticos».

«Los recursos naturales, la tierra y los bosques están muy conectados con la vida de las mujeres indígenas, pero el país no ha sido capaz de reconocer y respetar los derechos de esos pueblos», asegurando su participación efectiva y su consulta en procesos que los involucran, sostiene.

Además, acusa a las autoridades de forzar el desplazamiento de personas para proyectos de desarrollo y energía, y no hacer lo suficiente para atender a las víctimas del terremoto de 2015, que causó más de 9.000 muertos y una fuerte migración interna de indígenas.

Ya sea por desastres, conflictos o pobreza, indígenas de todo el mundo se han visto obligados a dejar sus lugares de origen en las zonas rurales.

En el municipio de Izalco, en El Salvador, la Asociación de desarrollo comunal de mujeres indígenas abrió una escuela de arte para «alejar de las influencias negativas» a los jóvenes cuando vieron que muchos se marchaban a otros países.

Exlusión laboral

Su dirigente Carmen Domínguez, del pueblo hahuat pipil, detalla que ofrecen apoyo a quien sufre discriminación por ser «mujer, indígena y pobre», limitando su inserción laboral y abocándolas a cobrar salarios más bajos.

Algo más optimista se muestra desde que se lanzó en agosto la política de salud de pueblos indígenas, con la que las mujeres van a poder «servirse de sus hierbas, venderlas y tomarlas, trabajar en la medicina tradicional».

Cerca de la mitad de los 400 millones de indígenas en el mundo son mujeres, para quienes es «prioritario» el acceso a una «educación de calidad» que les ayude a encontrar «trabajos diferentes a los que tienen ahora», como aquellos informales, apunta la representante de ONU Mujeres en la vecina Guatemala, Adriana Quiñones.

«La desigualdad de género está muy marcada en las mujeres indígenas», que sin educación están más expuestas a los matrimonios tempranos, la mortalidad materna y la violencia, según la experta, que pide un lugar para ellas en la mesa donde se deciden los presupuestos de las políticas públicas favoreciendo así «a toda la población».

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