Refugiados colombianos: Rumbo al sur de Chile en busca de nueva vida

Cada día son más los colombianos que llegan a Chile en busca de refugio

Por Magda

17/10/2008

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Cada día son más los colombianos que llegan a Chile en busca de refugio. Cristián es uno de los que escaparon de la violencia de su ciudad natal y para buscar asilo en nuestro país, pero en vez de encontrar un país abierto a recibirlo, encontró un nuevo conflicto.


Era la mañana de un martes cuando Jaime, el cuñado de Cristián, salió de su casa para dar una vuelta. Había pasado más de un año desde el asesinato de su hermano mayor Manuel. Éste había pedido un préstamo y no había podido devolverlo, sus acreedores lo amenazaban constantemente, presionándolo para que pagara y un día mientras salía de su casa cargando a su pequeña hija en brazos, se encontró con su prestamista. Éste le pidió una vez más el dinero, pero Manuel no lo tenía. El hombre empuñó su arma y le disparó frente a su hija y a su esposa. Luego le advirtió a la mujer que si no le devolvía el dinero, toda su familia pagaría.

Jaime ya estaba confiado en que todo eso había pasado. El ambiente estaba menos tenso. Sin embargo, a unas cuadras de su casa se encontró con el asesino de su hermano. Jaime dudaba de que algo malo le pasaría. Apenas lo vio, el sicario le disparó.

Ese martes Cristián estaba tomando desayuno en la casa que compartía con la familia de su esposa, cuando escuchó que golpeaban con fuerza la puerta. Eran las 10 de la mañana y Cristián no esperaba a nadie. Se paró para ir a abrir y encontró a su vecina quién le dijo que habían asesinado a Jaime.

El asesinato de su segundo cuñado en manos de los paramilitares, fue el último empujón que lo llevó a tomar la decisión de dejar a su familia y a su ciudad natal Buenaventura. La vida en este puerto colombiano, parte del valle del Cauca, hasta hace cinco años atrás era relativamente tranquila y de gran atractivo turístico. Sin embargo, hoy se ha convertido en un lugar completamente hostil. Todos los días mueren personas en manos de los paramilitares o de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), quienes se disputan a fuego y sangre el control de este lugar.

La situación se había vuelto extremadamente peligrosa y angustiante, Cristián sabía que si seguía en este lugar no lograría ver crecer a su hija, María de seis años. Aunque había postergado la decisión de irse durante meses, sabía que su vida en Colombia había llegado a su fin. “Cuando se murió Jaime de tan sólo 19 años, yo dije de esta vaina me tengo que salir. Mi mujer ya vivía en Chile como refugiada hacía tres años y me decía que me viniera, pero yo me resistí hasta que pasó todo esto”, recuerda Cristián. Ana, la mujer del colombiano, se había venido mucho antes de que la muerte tocara a su puerta. Había visto como la situación en Buenaventura se había vuelto insostenible e intuyó que debía salir de ahí.

Cristián no tenía dinero para pagar el pasaje a Chile, pero tampoco podía seguir viviendo en Buenaventura. “Decidí irme a vivir a Cali, allí tenía una hermana que me alojaba. Estuve trabajando como obrero casi un año, hasta que tuve la plata suficiente para comprarme el billete de bus más barato”, cuenta Cristián.

Antes de que Cristián se fuera tuvo que dejar a su hija al cuidado de su madre, con la certeza que no la volvería a ver en mucho tiempo. Le dio un fuerte abrazo haciéndole la promesa de que la llamaría una vez a la semana. “Es una de las cosas más tristes que me ha pasado, la niña no me soltaba no me quería dejar ir, me lloraba y me gritaba ‘hay papito no se vaya’ y yo le respondía ‘no mami tengo que irme, yo después vengo por usted’“, comenta Cristián con su voz algo quebrada.

Chile una nueva frontera

Este afro colombiano llegó el 17 de julio a Chile. Entró como turista por el paso Los Libertadores porque su mujer le había dicho que la frontera de Arica se había vuelto complicada para los colombianos y corría el riesgo de ser deportado.

A Cristián, Chile le pareció frío, pero eso no le importo. Estaba seguro de que había llegado al lugar correcto. Lo que Cristian no sabía, era que pese a que había llegado a un país sin guerras ni matanzas, tendría que dar su propia batalla: la de obtener refugio

En Chile la visa de asilo político es otorgada a los inmigrantes que, “En resguardo de su seguridad personal y en razón de las circunstancias políticas predominante en el país de su residencia, se vean forzados a recurrir ante alguna misión diplomática chilena solicitando asilo”, según se lee en el artículo nº 53 de la Ley de Extranjería. Para probar que la persona que pide el refugio corre peligro de muerte en su país, se hace un seguimiento de sus antecedentes y se demuestra si el caso de la persona es lo suficientemente grave como para otorgarle el asilo.

El 18 de agosto, extranjería le comunicó a Cristián que su petición de asilo político había sido revocada y que sólo le extenderían su visa de turista por seis meses más. Según Fabiola Amurta, encargada del área de comunicaciones de la Vicaría de la Solidaridad, “hoy se han revocado bastantes peticiones de asilo de colombianos que vienen de Buenaventura, porque muchos de ellos vienen a Chile con un interés económico y no porque realmente necesiten asilo, o sea vienen a buscar trabajo”.

Sin embargo, la situación de Buenaventura se ha vuelto extremadamente complicada, debido a que en un sector de la ciudad llamado “Bajamar” se planea construir un gran puerto alterno, desencadenando en una disputa armada por el control del lugar. “Hace apenas 2 meses, había 150 desaparecidos en este año en el puerto; 105 reconocidos por las autoridades, cosa que no se publicita nunca aquí. La información oficial sostiene que se trata de una guerra entre guerrilla y paramilitares por vías para sacar droga por el Pacífico”, sostiene Constanza Vieira periodista colombiana del medio Inter Press Service, IPS. Esto ha obligado a muchos colombianos a emigrar de su ciudad en busca del refugio de un lugar más tranquilo.

Haciéndole empeño

Cuando Cristián recibió el rechazo al refugio, se desanimó muchísimo. Volvió a San Felipe (lugar en el cual vive con su mujer) sin asilo, sin trabajo y sintiéndose completamente derrotado. Su vida en estos últimos años había sido bastante dura y parecía que iba a seguir igual.

Sin embargo, dos semanas más tarde su vida dio un giro inesperado. Se había instalado una feria artesanal de extranjeros, en San Felipe. Ésta se dedicaba a recorrer el país vendiendo sus productos. Cuando Cristián fue a conocer la feria, se hizo amigo del dueño inmediatamente. Le contó sobre su situación y le pidió trabajo.

Para Omar, el dueño de la feria, esta historia ya era conocida, debido a que la mayoría de las personas con que trabajaba eran inmigrantes. Por esta razón no dudó en darle trabajo al colombiano y contratarlo como guardia nocturno de la feria. Además le habló de la posibilidad de que obtuviera un Visa sujeta a contrato “Omar me va a hacer un contrato por un año y yo por mientras tengo que juntar $205 dólares para pagar por el permiso de quedarme aquí en Chile trabajando”, explica Cristián. Luego de presentar sus papeles y pagar el arancel exigido, el colombiano deberá esperar dos meses para que le afirmen si obtendrá o no el permiso.

Actualmente Cristián vive a 470kilometros de Santiago, en Tomé, Octava Región. Se levanta cada tarde a las seis, come y luego entra a trabajar a la feria. Ahí vigila que nadie vaya a robar algo. Además tiene que estar atento a las autoridades, porque está prohibido y penalizado por la ley que los turistas trabajen en Chile. Es por esta razón que se han omitido los apellidos de los entrevistados en este perfil.

A las ocho de la mañana sale de su trabajo, toma su desayuno y vuelve a la cama. Todos los días son iguales para él, su rutina no varía y la soledad muchas veces lo atormenta “Aquí no hago nada. No tengo una persona con quién conversar, estoy solo todo el tiempo y me aburro bastante”, alega. Ana se quedó en San Felipe y a penas la ve una vez cada tres semanas. Con su hija que sigue en Buenaventura habla todas las semanas, pero cada vez que la llama se entristece “Siempre me pregunta cuándo voy a venirme, que cuándo voy a viajar. Se siente sola la peladita. Es mi primera hija y la adoro soy muy apegado a ella”, agrega.

“Tengo que esperar a tener un lugar para vivir y en estar seguro a que no me van a deportar a Buenaventura nuevamente”, explica Cristián calcula tardará al menos dos años en traer a su hija. Dos años para formar nuevamente a su familia. “Con eso yo ya podría vivir tranquilo”.

Magda

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