¿Qué vínculos tienen los Bolsonaro con las bandas narcoparamilitares en Brasil?

La violencia de las bandas criminales y grupos armados compuestos por policías, militares o bomberos -activos o retirados- en Brasil, avanza desde hace años

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La violencia de las bandas criminales y grupos armados compuestos por policías, militares o bomberos -activos o retirados- en Brasil, avanza desde hace años. Así, condicionan la vida de millones de personas en las zonas que están bajo su control. Lamentablemente, esta situación ha empeorado durante el régimen de Jair Bolsonaro


Pero, ¿quiénes son estas bandas presentes en más de la mitad del territorio brasileño y tienen infiltrados en la política? La periodista Marta Miera realizó un reportaje sobre el tema publicado en Russia Today. Allí aborda esta grave situación y cómo la presencia de estos criminales gana fuerza durante la gestión de Bolsonaro.

Su nacimiento se sitúa a finales de los ’70, en plena dictadura militar (1964-1985). Se les considera herederos de los llamados «escuadrones de la muerte». Estos eran grupos de exterminio integrados por policías y otros agentes de seguridad financiados por empresarios o comerciantes para actuar según sus intereses. Entre otros delitos, eran autores de intimidaciones, extorsiones y asesinatos.

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Soldados patrullan el complexo de favelas de Mare en Río de Janeiro. Foto: Reuters

El sociólogo José Cláudio Souza Alves lleva décadas estudiando estas bandas. En el reportaje explica que los exagentes fueron entrenados en operaciones policiales extremadamente violentas. Precisamente, así fue que se convirtieron en especialistas del crimen. Durante los años ’70 ejecutaron multitud de asesinatos bajo la siguiente lógica: «el enemigo tiene que morir».

Las «milicias», como se conocen hoy, nacieron en el 2000, en las violentas y populosas barriadas de Río de Janeiro. Estas se forman con la promesa de garantizar la seguridad de los vecinos y de protegerlos del tráfico de drogas. Para lograr ese objetivo, tienen la connivencia de las autoridades.

Pero, rápidamente pierden esas características. Algunas ya se asocian directamente con el narcotráfico e, incluso, la policía se refiere a ellas como «narcomilicianos».

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Un miembro de la unidad de élite de la Policía Militar durante una operación en Río de Janeiro. Foto: AFP

Monopolio del crimen en Brasil

Estos grupos narcoparamilitares y policiales, explica Miera, se especializaron en la extorsión y en el comercio ilegal de bienes. Abarcaban terrenos públicos, edificios construidos sin permiso, alimentos básicos o combustible adulterado. También servicios básicos como gas, agua, Internet o televisión por cable.

Con una fuerte presencia en el oeste y el norte de Río, sus tentáculos se extienden a las loterías clandestinas, el llamado ‘jogo de bicho‘. Incluso, se recurre a ellas para conseguir una plaza en un hospital público. 

Actualmente, estos criminales dominan 25,5 % de los barrios de Río de Janeiro: 57,5 % del territorio de la ciudad. Así lo determinó un estudio reciente que causa gran impacto en Brasil, porque pone cifras a las dimensiones de este poder criminal. En las áreas que controlan viven más de dos millones de personas, de los 6,74 millones de habitantes de Río. 

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El discurso de extrema derecha de Bolsonaro tiene como premisa: «más violencia para combatir la violencia». El presidente defiende esa política impulsada en los ’70, que solo potencia el poder de estos grupos, denuncia Souza Alvez.

En los últimos años, ganan terreno a los narcotraficantes. En conjunto, ambos grupos están presentes en 96 de los 163 barrios de la ciudad, lo que alcanza a 3,76 millones de personas. Estos números explican la «guerra» que libran estos grupos entre sí y contra el Estado, con miles de víctimas anuales.

Milicias y narcos tienen tanto poder que, hace meses, el destituido exministro de Salud, Luiz Henrique Mandetta, dijo que las autoridades deberían «dialogar» con ellos para poder combatir el coronavirus en las favelas y barrios bajo su poder.

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Vista general de la favela del Morro de Santo Amaro. Foto: Reuters

Imponen el voto bajo amenaza de muerte 

Además, los mencionados grupos se convirtieron en una especie de mafias que controlan la vida de las personas. Específicamente, donde el Estado brasileño tiene históricamente una presencia muy frágil, las milicias imponen sus reglas.

Incluso, hasta eligen a sus candidatos electorales y deciden quién puede y quién no hacer campaña. A los electores no les permiten opinar, y reciben visitas en sus propios domicilios para coaccionarlos con amenazas, agrega el reportaje de Miera.

«Obligan a los electores a votar por sus candidatos. Se presentan como benefactores de la comunidad. Supuestamente hacen favores y esperan ser compensados con votos. Si no quieres votar, entonces usan la violencia que es su otra forma de coacción«, explica Souza Alves. 

El próximo 15 de noviembre se celebran en Brasil las elecciones municipales. El experto considera que serán «apoteósicas» para estos grupos, porque lograrán expandirse mucho más en los territorios y en la política. Se calcula que 672 colegios electorales están en las zonas controladas por milicias y narcotraficantes. 

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Miles de brasileños salieron por cuarto domingo seguido a protestar contra del Gobierno de Bolsonaro. Foto: EFE.

«Tienes que escoger a su candidato y quedarte callado. De lo contrario, corres el riesgo de perder la vida solo por querer apoyar a alguien», comentó, bajo anonimato, un vecino a un medio local.

Este mes, tras el asesinato a tiros de dos candidatos, la Policía desplegó un operativo para garantizar la seguridad en las elecciones. En una sangrienta operación, murieron 12 milicianos relacionados con Wellington da Silva Braga, alias Ecko, quien comanda una de las mayores milicias de Río. 

«El proceso electoral nos preocupa y obviamente debemos estar presentes para que la población pueda expresar su voto. Sabemos que la milicia intenta direccionar determinados votos», explicó Rodrigo Teixeira, subsecretario de Planificación e Integración Operacional de la Policía Civil.

La ola de violencia que irrumpió en los comicios de 2016, cuando asesinaron a 15 aspirantes a concejales y alcaldes, todavía está presente. 

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El vicepresidente Antonio Hamilton Martins Mourão es un defensor de la dictadura militar y amante de la violencia armada

Familia Bolsonaro

«En los últimos años se ha revelado mucha información sobre los vínculos de la familia Bolsonaro con los milicianos. Su relación sería principalmente a través de Flávio Bolsonaro, primogénito del presidente, con Adriano Magalhães da Nóbrega», afirma el sociólogo. 

Una operación policial terminó en febrero con la vida de Nóbrega. Era un excapitán del Batallón de Operaciones Especiales (Bope), la tropa de élite de la Policía Militar de Río, y se convirtió en líder miliciano.

Nóbrega estaba acusado de integrar el llamado ‘Escritorio do Crimen’. Este grupo de exterminio es investigado por el asesinato en 2018 de la concejala y activista de derechos humanos Marielle Franco, quien no cesó de denunciar el creciente poder de las milicias y sus vínculos con la política.

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Operación de miembros de la Unidad Especial de la Policía Militar de Río de Janeiro. Foto: AFP

En junio de 2005, Flávio Bolsonaro, entonces diputado en la Asamblea Legislativa de Río, condecoró a Nóbrega cuando este se encontraba en prisión. Ese mismo año, Jair Bolsonaro dedicó un discurso en la Cámara de Diputados en defensa de Nóbrega, explica Miera en su reportaje.

Además, Nóbrega era amigo de Fabrício Queiroz, exasesor y exchófer de Flávio, investigado actualmente junto al hijo del presidente por corrupción. Fue Queiroz quien recomendó a la madre de Nóbrega y a su exesposa para trabajar en el gabinete de Flávio.

Casualidad o no, Queiroz y Nóbrega vivían en la misma urbanización que Ronnie Lessa, un policía militar retirado y acusado de asesinar a tiros a la concejala y a su chófer Anderson Gomes. Franco se había convertido en una molestia para las milicias.

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