¡Brasileños en peligro! Bolsonaro impone polémica cloroquina en pacientes con COVID-19

Tradicionalmente, la hidroxicloroquina y la cloroquina han sido recetados para prevenir o tratar infecciones de malaria

Brasil, que superó por primera vez la triste marca de mil muertes diarias por el nuevo coronavirus, abrió esta semana la puerta a la utilización de cloroquina e hidroxicloroquina, aún sin eficacia demostrada, a los pacientes menos graves y que padecen los primeros síntomas de COVID-19.

Atendiendo las exigencias del presidente Jair Bolsonaro, el Ministerio de Salud amplió su recomendación de utilizar las dos medicinas en casos leves, en combinación con el antibiótico azitromicina, pese a que su eficacia divide a la comunidad científica mundial.

La prescripción de estas sustancias, utilizadas para tratar otras enfermedades como la malaria, sólo se recomendaba hasta ahora en pacientes graves y críticos, ya ingresados en unidades de cuidados intensivos, y sometidos a observación médica, lo que permitía suspender el tratamiento si presentaban arritmia cardíaca.

El nuevo protocolo, pese a admitir que las medicinas no tienen eficacia comprobada, incluye «orientaciones» para suministrarlo a los pacientes en todos los niveles de la enfermedad.

El documento prevé el uso de los antipalúdicos en dosis diferentes según el avance del tratamiento y el estado del enfermo, desde que sea autorizado por un médico y tras el análisis de los exámenes.

Sin embargo, según el comunicado divulgado por el Ministerio de Salud, la utilización de la cloroquina e hidroxicloroquina quedará «a criterio del médico» y requerirá también «la voluntad declarada del paciente».

El texto reconoce que, pese a ser usadas en diversos protocolos y de poseer actividad contra el coronavirus demostrada en laboratorio, “aún no hay estudios clínicos completos y multicéntricos que comprueben el beneficio inequívoco de estas medicinas para tratar el COVID-19″, reseñó la agencia EFE.

Los efectos secundarios comunes incluyen náuseas, pérdida de apetito, dolor de cabeza, visión borrosa, debilidad muscular y hasta arritmia cardíaca. Foto: Web.

¿Medicamentos peligrosos?

Tradicionalmente, la hidroxicloroquina y la cloroquina han sido recetados para prevenir o tratar infecciones de malaria.

En combinación con otros medicamentos, la hidroxicloroquina se usa a menudo como parte de un plan de tratamiento para una serie de enfermedades autoinmunes, como la artritis reumatoide y el lupus. También puede ser usado para tratar la endocarditis por fiebre, un tipo de infección de las válvulas del corazón.

La cloroquina, por su parte, también se administra en ciertos planes de tratamiento para el lupus y otras enfermedades del sistema inmunológico.

Los efectos secundarios comunes relacionados con el uso de ambas sustancias incluyen náuseas, pérdida de apetito, dolor de cabeza, visión borrosa, debilidad muscular y arritmia cardíaca.

Por tal motivo, el nuevo protocolo establece que el paciente tiene que firmar un término de consentimiento en el que admite tener conocimiento que las medicinas pueden causar efectos colaterales “como reducción de glóbulos blancos, disfunción del hígado, disfunción cardíaca y arritmias, y alteraciones visuales por daños en la retina”.

Bolsonaro ha afirmado que la cloroquina  y la hidroxicloroquina serán el “tratamiento que recibirán los pacientes afectados por COVID-19. Foto: Outras Palavra

La presión de Bolsonaro

Actualmente, la Organización Mundial de la Salud (OMS) observa los resultados de ensayos clínicos que se realizan para tratar el COVID-19 con la cloroquina e hidroxicloroquina, ya que hasta la fecha no hay datos suficientes para establecer que estos componentes sirvan en personas con coronavirus.

Diferentes organizaciones de profesionales médicos y científicos han advertido que se desconocen las consecuencias de estas sustancias que podrían, incluso, ser letales en poblaciones como mujeres en estado de gestación, infantes y adultos mayores.

Pese a que la eficacia de los dos antipalúdicos no ha sido demostrada científicamente, y al contrario tienen graves efectos colaterales, Bolsonaro ejerce presión para que su uso fuera extendido a todos los pacientes y no sólo a los que se encuentran en estado grave.

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El Mandatario es uno de los gobernantes más escépticos sobre la gravedad de la pandemia. Ha calificado al COVID-19 como una “gripecita” y critica las medidas de distanciamiento social adoptadas por gobiernos regionales, al mismo tiempo que exige la normalización de las actividades.

A pesar de esto, el ultraderechista ha afirmado que  la cloroquina y la hidroxicloroquina serán el “tratamiento que recibirán los pacientes afectados por COVID-19”.  Incluso, admitió el ingreso de insumos proveniente de India para la producción de estos fármacos en Brasil.

Como es costumbre, Bolsonaro decidió seguir los pasos de su homólogo estadounidense, Donald Trump, quien también apoya el uso de la cloroquina en su país, que es el epicentro mundial de la pandemia

De hecho, el mismo Trump admitió esta semana que se automedica y toma hidroxicloroquina para prevenir el COVID-19: “Llevo una semana y media tomándolo. Y aquí sigo”, manifestó a los periodistas.

El empeño de Bolsonaro en emplear estas sustancias ha generado polémica y un marcado enfrentamiento  con la comunidad médica brasileña.

La falta de acuerdo para la liberación en el Sistema Único de Salud de la hidroxicloroquina y la cloroquina fue parte de las crisis que terminó en la salida de la cartera sanitaria, en menos de un mes, de doos ministros de Salud, Luiz Mandetta y Nelson Teich.

Tras esas renuncias, asumió el cargo, de manera interina, el general Eduardo Pazuello, un especialista en logística y no en medicina, que transformó el Ministerio en un cuartel al nombrar a nueve militares para cargos de asesoría y coordinación y como directores de la cartera, y otros tres en las áreas de conducción de la cartera.

Entonces, el deseo del Mandatario se hizo realidad y el nuevo protocolo emitido por el despacho de Salud extiende el uso de los medicamentos a todos los pacientes de coronavirus .

La cloroquina «es una esperanza, como relataron muchos de los que la usaron», escribió a Bolsonaro en las redes sociales, y agregó que Brasil, el país con más casos y contagios de coronavirus de América Latina, sufre «días difíciles».

Asimismo, acotó que «todavía no existe comprobación científica, pero está siendo monitorizada en Brasil y en el mundo»: Luego agregó: «Estamos en guerra: peor que ser derrotado es la vergüenza de no haber luchado«, según reseñó Crónica.

El nuevo protocolo sobre el uso de los medicamentos fue publicado un día después de que la Asociación de Medicina Intensiva Brasileña, la Sociedad Brasileña de Infectología y la Sociedad Brasileña de Neumología desaconsejaran el uso de la cloroquina y la hidroxicloroquina.

Según un informe elaborado por 27 especialistas de las tres entidades, las evidencias sobre la eficacia de la cloroquina y sus derivados para tratar al COVID-19 son “débiles”, y la medicina, en cambio, tiene graves efectos colaterales como arritmia cardíaca, refirió La Vanguardia.

De acuerdo con el exministro de Salud Luis Henrique Mandetta, quien renunció al cargo a  raíz de sus diferencias con Bolsonaro en el manejo de la pandemia, denunció que la insistencia del ultraderechista en forzar el uso de la cloroquina para tratar a todos los pacientes puede provocar muchas muertes, porque se trata de una medicina con graves efectos colaterales.

“Comenzamos a experimentarla con pacientes graves que ya están en los hospitales. Por lo que sé de esos estudios, que aún no concluyeron, el 33 % de los pacientes tuvo que suspender el uso de cloroquina porque presentaron arritmia, algo que puede generar un paro (cardíaco)”, afirmó.

Mandetta explicó que la intención de Bolsonaro con su apuesta por este medicamento es que las personas piensen que pueden volver al trabajo cuanto antes, porque ya existe un remedio.

Brasil, que ya es el segundo país con más casos de la COVID-19 en el mundo, después de Estados Unidos al sobrepasar a Rusia.

El gigante latinoamericano suma más de 360 mil contagios y 22 mil fallecidos, y las previsiones son que la curva siga en ascenso ya que es un país con 210 millones de habitantes, graves desigualdades, un sistema de salud con carencias y un Presidente más interesado en reactivar la economía que en proteger a los ciudadanos de la pandemia.

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