Desde el corazón de la Onemi

Tras el terremoto, tuve la oportunidad de estar día y noche en una de las instituciones más cuestionadas ante la tragedia

Por Wari

05/05/2010

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Tras el terremoto, tuve la oportunidad de estar día y noche en una de las instituciones más cuestionadas ante la tragedia. Se dijo de todo, mucho de verdad, mucho de mentira. Lo cierto es que Carmen Fernández no aguantó la presión y renunció. El presente texto es una crónica desde el corazón de la Oficina Nacional de Emergencia, revelando pasajes hasta ahora desconocidos, ocurridos en la entidad tras el cataclismo.

Este artículo fue publicado en la edición N°79 de El Ciudadano, abril 2010.

Horas más tarde de las 3:34 de la madrugada de ese 27 de febrero, los poco menos de diez funcionarios que quedaron de turno esa noche en la Oficina Nacional de Emergencias (Onemi), recibían una información crucial de la Armada vía radio: El movimiento del mar, en el Archipiélago de Juan Fernández no excedía los 20 centímetros, por lo tanto, no había alerta de Tsunami. Así que se bajaron las alertas y la entonces presidenta Michelle Bachelet, en los escasos medios de comunicación que a esa hora transmitían, llamaba a la tranquilidad de la población costera. Lo decía en el mismo momento que una feroz ola acababa con casi todo a su paso en esa zona.

Después, todo fue un caos. El despliegue de diversos medios de comunicación en las instalaciones de la Onemi, situados en una calurosa sala de prensa nombrada irónicamente como “La Réplica”, elevó la tensión. A esa altura, muchos ciudadanos habían perdido la mayoría de sus pertenencias, incluido todo equipo de comunicación, transformando a la radio en un puente vital que las autoridades nunca utilizaron acertadamente.

Desde ahí, las descoordinaciones comenzaron a abundar en las decisiones emitidas desde La Moneda. Una confusión que, para muchos, terminó siendo fatal.

No fue casualidad que el Fiscal Nacional, Sabas Chahuán, iniciara un proceso de investigación para determinar culpables en las equivocaciones por no decretar la alerta de tsunami tras el terremoto. Tampoco lo fue que el Séptimo Juzgado de Garantía de Santiago admitiera la primera querella por cuasidelito de homicidio, atribuible al maremoto del 27 de febrero.

La Armada ya entregó un completo y detallado informe al Ministerio de Defensa sobre las conversaciones que se tuvieron con la Onemi tras el terremoto. Informe que también fue solicitado por el Ministerio Público. Además, de acuerdo a grabaciones filtradas a la prensa hace unas semanas, se comprobó que el Servicio Hidrográfico y Oceanográfico de la Armada (Shoa), no determinó alerta alguna de peligro marítimo, al menos en Juan Fernández, lo que eximiría de responsabilidad a la Onemi en este punto. Sólo en este punto.

LOS ERRORES Y LAS CRÍTICAS POST-TRAGEDIA

Lo anterior, por varias situaciones hasta ahora no muy conocidas. Una de las principales críticas hacia la Oficina dependiente del Ministerio del Interior, fue su lentitud en la toma de decisiones, además de la demora en la entrega de información útil para la ciudadanía.

Las críticas no fueron gratuitas. Horas después de ocurrido el movimiento telúrico, que alcanzó los 8,8 grados Richter (uno de los cinco más grandes conocidos en la humanidad), grupos especialistas con perros adiestrados para encontrar personas desaparecidas, que también estuvieron en Haití, se apostaron fuera de la Onemi. Estuvieron allí más de 24 horas esperando alguna orden para salir a las zonas afectadas. Leyó bien, más de 24 horas, durmiendo incluso en sus autos.

A las 8 a.m. del domingo, y sólo luego de que un periodista informara la insólita situación de los rescatistas, un marino salió corriendo por los pasillos de la Onemi a despertarlos y decirles que se fueran de inmediato al grupo 10 de la Fach, en Pudahuel, y se subieran al primer avión de la Armada para ayudar en la búsqueda de personas. Quedó clara la improvisación que marcó a la Onemi. Y eso lo sabía muy bien Carmen Fernández.

Las fallas seguían. Se evidenció la falta de equipos satelitales, llegando al extremo de ver a personeros de la Onemi pegados a las radios FM para ver si recopilaban información útil. Claro, los medios de comunicación tenían mejores sistemas comunicacionales que la Oficina Nacional de Emergencias.

EL QUIEBRE, EL ENOJO DE ROSENDE Y LA RENUNCIA DE FERNÁNDEZ

Lo que causó la renuncia de Carmen Fernández fue un quiebre ocasionado con la prensa al interior de la oficina que dirigía.

Poco antes de la medianoche del jueves 4 de marzo hubo una importante réplica que asustó a muchos en el sur del país. Había un reclamo previo, que señalaba la falta de fluidez desde la Onemi para entregar la información sobre la intensidad de cada sismo a la prensa, que en definitiva informaba a la gente. Eso no podía seguir pasando.

Tras la réplica, me acerqué a pedir información para comunicarla al público mediante la radio Bío Bío. Veinte minutos después, aún no había respuesta. Pedí hablar con el jefe de turno, quien rápidamente me dijo que para saber el epicentro del sismo, había que recurrir a sismología y ellos, a esa hora, no trabajaban. Nadie sabía nada.

Indignado, relaté al aire detalladamente lo sucedido y expliqué cómo era la dinámica de funcionamiento al interior de la Onemi. El retraso de la información, la escasez de implementos, los pésimos canales de comunicación, etcétera.

Segundos después del despacho, apareció Carmen Fernández evidentemente molesta, reclamando por mis dichos. Anotando, además, que en el teléfono celular tenía al entonces subsecretario del Interior, Patricio Rosende, molesto por la información.

Le hice ver que no me retractaba de nada y que todo lo relatado representó la realidad de varios días en la Onemi.

La conversación duró más de diez minutos y, ya con la solidaridad de otros periodistas, la directora de la entidad supo de todas las falencias de su equipo y la poca empatía que habían mostrado con los medios, que eran un vital canal de comunicación con la ciudadanía. Ella lo entendió, aunque no reconoció públicamente los errores en la entrega de datos, la demora en toma de decisiones, ni de coordinación.

Tras ese diálogo, un molesto Patricio Rosende al otro día le quitó a Fernández la vocería de la cifra de muertos y desaparecidos. Una semana después, ella renunció. Quienes estuvimos allí, sabemos que no fue casualidad.

REESTRUCTURACIÓN DE LA ONEMI

Sin embargo, apuntar todas las responsabilidades a quien fuera la directora de la Oficina Nacional de Emergencia, sería una irresponsabilidad. Fernández fue víctima de un órgano estatal que no priorizó inyectar recursos a su organismo.

Cuando asumió el cargo, en 2006, por concurso público, recibió la Onemi con 60 funcionarios, y 950 millones de pesos operativos al año. Hoy, gracias a su gestión, entregó el organismo con un presupuesto superior a los 8 mil millones de pesos anuales, más de 160 funcionarios y sedes regionales que no existían.

La Moneda, entonces, tiene responsabilidad en esto por su escasa prioridad para la Oficina. Lo que venga ahora, es materia de otra crónica.

Por Julio Sánchez Agurto

El Ciudadano

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