Caleta La Reina: Una picada en Santiago que te transporta a la costa con lo mejor de los productos del mar

Sus preparaciones van desde ceviches de salmón, atún, mixtos, la clásica merluza frita o a la plancha acompañada con arroz o papas a la provenzal, pasando por el congrio con ensalada a la chilena, atún, albacora, salmón o reineta. Pero también se puede optar por clásicos como el cancato, paila marina, pastel de jaiba o caldillos.   

Caleta La Reina: Una picada en Santiago que te transporta a la costa con lo mejor de los productos del mar

Autor: El Ciudadano

Por Álvaro Bustos Barrera

Las caletas de pescadores son tan características e identitarias de la costa chilena que existen cerca de 500 en total. Cada una con su sello, su organización, sus personajes, pero hay algo que no cambia y es la exquisita variedad de pescados y mariscos que ofrecen cuando el sol recién asoma y los botes llegan a la bahía colmados de un sinfín de exquisiteces.   

Pero, ¿sabías que no es necesario viajar a la playa para disfrutar de las maravillas del mar? Y no hablo de visitar el Terminal Pesquero de Santiago, allá en la comuna de Lo Espejo, el lugar más grande donde se comercializan una infinidad de productos. La opción está mucho más cerca y solo tienes que encaminarte a la comuna de La Reina para conocer esta interesante picada.   

Se trata de “Caleta La Reina”, un restaurante que ofrece en su carta una gran variedad de pescados y mariscos de la costa chilena. Sus preparaciones van desde ceviches de salmón, atún, mixtos, la clásica merluza frita o a la plancha acompañada con arroz o papas a la provenzal, pasando por el congrio con ensalada a la chilena, atún, albacora, salmón o reineta. Pero también se puede optar por clásicos como el cancato, paila marina, pastel de jaiba o caldillos.   

Para hacer más entretenida mi experiencia, decidí visitar junto a un par de familiares la sucursal ubicada en calle Valenzuela Llanos #1358, casi esquina Carlos Silva Vildósola. El lugar lleva funcionando ahí desde 2016, es pequeño, pero no menos atractivo y acogedor. Cuenta con una cantidad de 20 a 25 mesas en la entrada, para dos, cuatro y seis personas, aunque, si los comensales superan dicho número, no existe inconveniente en sumar un par de sillas para quien lo requiera. 

La decoración transporta inmediatamente a alguna de los cientos de caletas de pescadores que existen a lo largo de la costa chilena. Grandes mallas y redes de pesca adornan el techo, cuerdas gruesas, boyas, tanques de oxígeno de buzos, murales con toques marinos y al ingreso, ese tipo de arenilla blanca que asemeja la entrada de alguna bahía, ahí donde zarpan al amanecer los botes y lanchones que salen en busca de una infinidad de pescados y mariscos frescos. 

Ingresamos a las 13:15 de la tarde. En el lugar ya había algunas mesas con personas iniciando un almuerzo veraniego. El ambiente es ciento por ciento familiar y otra virtud que tiene el local, es que transmite esa sensación de barrio, de cercanía, de pertenencia. Los garzones saludan con familiaridad a los clientes y la comunicación denota confianza y respeto.    

Echamos una ojeada a las mesas disponibles e inmediatamente se acercó Marcos, una de las personas encargadas del servicio y que nos recibió con una sonrisa y un saludo de bienvenida que siempre se agradece. Nos acomodamos y antes de escanear el código QR que estaba en una esquina de la mesa, nos pusieron un pancito amasado hecho en casa, un pocillo con pebre y nos ofrecieron un aperitivo antes de ordenar algo para comer.

Como de costumbre nuestra elección se inclinó por un pisco sour ($4.000) y una docena de machas a la parmesana ($16.000) Los bebestibles y el entrante no tardaron en llegar y, a decir verdad, cada uno resultó un agrado. Ojo que también venden jarras de un litro. El aperitivo refrescante con hielo frappé y los bivalvos de buen tamaño y abundante queso gratinado. 

De fondo, en mí caso, la protagonista fue la reineta a la plancha acompañado de papas con cáscara y romero ($8.500). La presentación me agradó visualmente y estando frente a frente, los aromas llegaron a mi nariz con la intensidad y frescura propia de un producto recién llegado de alguna caleta chilena. 

El pescado estaba bien sazonado en mantequilla, sal, pimienta, ajo y un toque de orégano fresco. Las papas en su punto y bien salteadas para darle ese color dorado que atrae. 

Mis acompañantes se dejaron seducir por otras exquisiteces como merluza austral y reineta frita, ambos con un punto de cocción acertado y, a decir verdad, dejaron sus platillos limpios, signo inequívoco de lo sabroso que resultó cada preparación.  

Caleta La Reina es un lugar con tintes de picada, pero no se engañe y menos lo mire por debajo del hombro. El protagonista de esta crónica cumple en un 90 por ciento con lo que cualquier cliente requiere al momento de elegir un lugar de estas características. Quizá ese 10 por ciento que falta, tiene que ver con la ausencia de empanadas de mariscos, tan propias de los restaurantes especializados en productos del mar.     

Sin embargo, lo ofrecido, la calidad de las preparaciones, el preocupado servicio de sus garzones y el precio, hacen una ecuación casi perfecta y que se agradece en estos tiempos, donde todo parece estar lejos del alcance.   

En resumen, el objetivo primordial de un buen restaurante es ofrecer buena comida y en Caleta La Reina se cumple esta premisa, así que anímese y verá que no es necesario viajar al litoral para embelesarse con pescados y mariscos.  

Evaluación: Muy bueno. 


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