César Castellanos: “Debemos dejar de obsesionarnos con la felicidad y empezar a cultivar la autonomía”

Hablamos con el doctor en Psicología César E

Por CVN

30/05/2015

Publicado en

Salud

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Hablamos con el doctor en Psicología César E. Castellanos, con más de veinte años de experiencia en psicoterapia y salud sexual. Director del Instituto Dominicano para el Estudio de la Salud Integral y la Psicología Aplicada (IDESIP), este venezolano afincado en Santo Domingo desde hace 28 años defiende que la felicidad se ha convertido en un objeto de consumo más, sujeto a maniobras de marketing. “La felicidad no es un resultado, sino un camino. Es útil y realista aprender a convivir con la inestabilidad”.

Nos recibe en su despacho, coronado por un millar de libros, cuartel general desde el que maniobra con paciencia. “Desde mi parecer, la meta es caminar. Mantenerse caminando”, nos dice, resumiendo de una vez dos horas de conversación y media vida de profesión.

En los últimos años se está dando un aumento de publicaciones orientadas al uso de las emociones como medio para alcanzar el éxito personal. Sin embargo, en nuestro día a día vemos cómo éstas deben quedar siempre en un segundo plano si lo que queremos es, precisamente, tener una vida exitosa: parece que los ritmos laborales, las metodologías educativas y los protocolos sanitarios no contemplan muy sinceramente el mundo de las emociones. ¿Es incompatible la vida moderna con la salud emocional?

Las emociones no son enfermedades, sino procesos humanos naturales. Entenderlas como un problema es el principal motivo por el que desde los organismos más tradicionales se les vea con cierto recelo. Concebirlas como enfermedades es el reflejo de mantener una visión médica que nos lleva obligatoriamente a la lógica del diagnóstico-tratamiento. Desde ese punto de vista es fácil terminar viendo las emociones como un problema a resolver: una situación negativa, casi incontrolable, que se ha introducido irregularmente en nuestro habitual estado de bienestar y que debe ser extirpada. Esta visión es completamente irreal cuando nos referimos a nuestro yo psicológico. Las emociones no son un problema. Son parte de un proceso natural.

Sin embargo no podemos verlas sino como una anomalía fastidiosa. 

Así es. Pero es algo intrínsecamente humano. Otro asunto es cómo las usemos. Además son parte de un proceso mayor. No podemos observarlas en un momento determinado y pensar que ese momento va a ser siempre la pauta. Para eso es útil pensar en el curso del agua. Si ponemos demasiadas limitaciones al cauce de un río o el agua se estanca o el río se desborda. Hay que ayudar a que continúe fluyendo. Con las emociones pasa igual. Lo importante es comprender el cauce de las emociones. Nunca una persona está en un punto y final. Cada situación actual, por muy dramática o eufórica que parezca, es parte de un proceso mayor.

En ocasiones vemos cómo desde la propia psicología se suele dar múltiples explicaciones a una misma situación. Parece que la aproximación al ámbito psicológico siguiera más el método de investigación de los estudios sociales que de las ciencias propiamente dichas.

Esa disparidad de criterios ocurre porque el ser humano es un sistema complejo. Su realidad es reticular. Está construido, piensa, actúa y vive en red. No es un ente monolítico sino que se compone de múltiples redes interconectadas entre sí. Es imposible explicar cualquier situación humana desde una sola razón. Hay motivaciones, necesidades, experiencias distintas. Algunas son conscientes y otras no. Pero nunca actuamos movidos por un único motivo.

¿No es esto un riesgo que nos aleja de lo científicamente comprobable?

No necesariamente. Quizás nos alejamos de una forma concreta de mirar la ciencia, quizás nos alejamos de la ciencia que nace con la idea de que todo lo existente es cognoscible porque es algo externo a nosotros y que con los instrumentos apropiados podríamos llegar a conocerla. Bajo esa concepción hay una sola realidad, externa al que la observa, y por tanto la ciencia postula que si cien personas observan esa realidad entonces las cien personas deben observar lo mismo. Sin embargo, la ciencia post-racionalista o post-modernista comienza a comprender que la realidad es, en parte, algo que construye quien la observa. La ciencia clásica nos propuso un modelo demasiado simplista, y ha tenido éxito para ayudarnos a entender muchos procesos, pero hoy en día necesitamos modelos capaces de abordar la complejidad de las dinámicas que conforman la realidad. Más que utilizar los modelos para simplificar la realidad debemos usarlos para comprender su complejidad, para que nos ayuden a conocer su funcionamiento más que para conocer sus partes constitutivas. Cuando un fenómeno complejo se descompone en partes, sencillamente deja de ser un fenómeno complejo.

Junto a la búsqueda del éxito personal, la otra gran temática estrella es la búsquedade la felicidad. Desde las redes sociales hasta programas televisivos, pasando por los libros de autoayuda y revistas de divulgación, en todas partes aparecen una infinidad de consejos para conseguir la felicidad. Todos similares pero todos diferentes ¿Es tan complicado reunir algunas pautas comunes que nos ayuden a conseguir la felicidad?

Bueno, eso también es un problema. En lugar de centrarnos tanto en la felicidad, que acaba siendo una obsesión, es preferible buscar la autonomía. Si logras autonomía la felicidad viene sola, es su consecuencia. Pero la autonomía no como sinónimo de independencia, sino todo lo contrario: de relación, de interdependencia. Entiendo la autonomía como la capacidad que yo tengo de ser yo mismo permitiendo que tú seas tú mismo, mientras a la vez construimos y mantenemos un vínculo cercano.

La autonomía como categoría relacional.

Exacto. Ésta es más relacional. Y el vínculo es importante, lo digo en su sentido positivo: vínculo como sistema de igualdad entre pares. No hay vínculo ni autonomía sihay una relación basada en la anulación, propia o ajena. “Te quiero tanto que yo me anulo para que tú seas tú y así te vea feliz y podamos convivir.” O: “yo consigo ser yo anulando tu capacidad de autonomía porque así me siento fuerte.” Ahí se rompe el vínculo. Ésta no puede ser nunca una relación sana: la autonomía no comprende ni anulación ni dominación. Se crea autonomía en base de aceptar las diferencias de partida. Eso es esencial.

¿Podemos llegar algún día a ser autónomos?

Siempre y cuando no se vea como un lugar al cual llegar. Esta es otra manía que se acaba convirtiendo en obsesión. La gente piensa: “hasta que no llegue a un punto X no seré feliz.” Y entonces no te permites estar bien nunca, porque ese punto es más imaginario que real. La meta es caminar. Mantenerse caminando. El bienestar que da la autonomía se da en la propia búsqueda de la autonomía. Todo lo demás es marketing. Uno acaba creyendo que tiene que contratar a un “coach”, como dicen ahora, hasta para ir a comprar pan.

Esto tiene que ver con otra de las grandes falacias del bienestar, que dice que el bienestar se encuentra en la estabilidad, en la ausencia de conflicto. No hay que buscar estabilidad en un medio ambiente que se transforma, que cambia constantemente, que está en movimiento. Pretender tranquilidad emocional en un medio siempre estable es un problema. Si el sistema sanguíneo se para, nos morimos. Si mis músculos, huesos y articulaciones no basculan constantemente, caería. Lo decíamos antes: si la corriente del agua se paraliza, se contamina. No hay sistema complejo que sea estable, en el sentido de ajeno al cambio: todo está en continuo movimiento y es así como debe aceptarse. La vida estable destruye. Es útil y realista convivir con la inestabilidad. Pretender otra cosa es una ficción; es el origen de una constante insatisfacción y malestar, porque no vas a encontrar nunca ese oasis que buscas. El nivel óptimo de funcionamiento de un sistema está en un punto cercano al caos, sin llegar a él. Si está demasiado alejado, se estanca y entorpece. En el caos se pierde, se desvanece. Tiene que estar en ese punto exacto para que todo funcione a la perfección. Hay que aprender eso y vivir con ello, sin resistencias.

Entonces, ¿es una ilusión querer ser autónomo completamente?

Nunca hay un completamente. Yo me he dado cuenta de que quien está en un momento emocional concreto ve a los que están en su mismo momento como iguales. Pero a quien está un poco peor lo ve como dependiente, y a quien está algo mejor, como engreído. Si sale de un entorno que no le conviene, sus familiares y allegados lo verán como un engreído. Cuando llegue a otro grupo que le dé la bienvenida, él verá a su familia como dependiente, a su nuevo grupo como criterio de salud, y a quienes están algún paso más por delante como engreídos. Todo grupo es engreído o dependiente según quién lo mire, y a su vez tiene sus engreídos y dependientes.

Aun así parece que son más frecuentes los mensajes que nos abordan sobre cómo librarnos de la dependencia que sobre cómo adquirir este cierto grado de autonomía del que hablas, que sería una fórmula más propositiva de búsqueda, y que a la vez daría respuesta al malestar que produce la dependencia.

Exactamente. Ahí está el tema por ejemplo de las mujeres víctimas de violencia de género. Se hace demasiada atención a la parte jurídica: lo que no se debe hacer, que a partir de tal acción, habrá penalizaciones. Pero no todo se puede modificar desde esa postura. Eso aplicará a una proporción de la población, pero no a la mayoría. Hay personas con muchos perfiles: de dependencia, de codependencia. Mujeres que una y otra vez siguen los mismos patrones. No es solo cuestión de tener mala suerte en encontrar a uno u otro. Por supuesto nadie debe maltratar a nadie. Eso debe ser erradicado sin discusión. Y hay que educar en modelos de relación e identidad no agresivos. Pero habría que ver también qué pasa con esas mujeres que buscan una relación de ese tipo, por qué la buscan una y otra vez, etc. Y ver nosotros mismos por qué buscamos unas relaciones y no otras.

¿Qué podemos hacer para cambiar esa dinámica y conseguir más autonomía?

Pensamos siempre en una autosuficiencia biológica desde el punto de vista físico, por etapas: adquirimos independencia cuando empezamos a gatear, después cuando controlamos los esfínteres, después cuando nos ponemos de pie, cuando podemos alimentarnos por nosotros mismos. Pero también está la autonomía emocional, la psicológica; esta es una dimensión de lo humano en la que no se pone la suficiente atención, y sin embargo es igual de importante que la otra y más complicada de conseguir. Ahí es donde tenemos que hacer un esfuerzo importante entre todos.

 

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