El doctor que mantuvo una macabra relación con una paciente muerta

La historia del doctor Karl Tanzler suena a thriller o a una novela de terror, pero fue totalmente verídica

Por Paula Toro

24/05/2017

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La historia del doctor Karl Tanzler suena a thriller o a una novela de terror, pero fue totalmente verídica. Aunque es conocido como Carl Tanzler, se cambió de nombre en varias ocasiones, adoptando algunos como el de Conde Carl von Cosel o Georg Karl Tänzler, con este último firmó su certificado de matrimonio.

Este doctor nació en 1877 en Dresden, Alemania, y se mudó en 1927 a Florida, lugar al que le acompañaron sus dos hijas y su mujer. Allí trabajó como radiologista en el Hospital para Marines de Estados Unidos en Key West. Se le había contratado para atender a los enfermos de tuberculosis, una enfermedad por entonces muy extendida y que causaba la muerte de miles de personas.

Carl no era la persona más estable de todas y tenía que lidiar casi a diario con la muerte de muchos conocidos debido a la tuberculosis. Continuamente fabulaba sobre nuevas técnicas y conocimientos médicos, decía saber curar dolencias con técnicas no testadas y mencionaba cualificaciones y títulos cuya existencia no se demostró. Curiosamente, no tenía ningún tipo de formación académica relacionada con la Medicina.

Entre sus delirios, solía contar que siendo joven le había visitado el espíritu de un antiquísimo ancestro, la condeesa Anna Constantia von Cosel, de la que Tanzler adoptó su nombre. En esta aparición, se le mostró el rostro de una joven muy bella de pelo negro que sería el amor de su vida.

Aunque estaba casado y tenía dos hijas, creyó haber encontrado a su musa cuando vio por primera vez a Maria Elena Milagro de Hoyos en abril de 1930, una enferma de tuberculosis de 20 años que poseía los rasgos que se le mostraron en la aparición y que era la belleza local.

A Tanzler le gustó tanto ella que se esforzó al máximo por curarla, y la familia de la enferma aceptó que la tratase con métodos extraños como las hierbas medicinales o los rayos X. El doctor se había enamorado de Elena y estaba constantemente haciéndole regalos y atento a su estado, aunque esto no parecía mejorar su salud. Al parecer, la idea de Tanzler era que, si finalmente lograba salvar a Elena, a ella no le quedaría más remedio que corresponderle su amor, ya que tendría una deuda con él.

Elena acabó muriendo el 25 de octubre de 1931, el doctor no pudo hacer nada. Tanzler temía que las aguas subterráneas contaminasen su cadáver, por lo que mandó construir un mausoleo elevado del suelo en el que el cuerpo descansase. La familia volvió a acceder, confiando en las buenas intenciones del médico.

Carl visitaba con frecuencia el cadáver de Elena, sin que los familiares de ella sospechasen nada, ya que el médico se había esforzado mucho en curarla. Comenzó entonces a buscar formas para evitar o retrasar la descomposición del cuerpo de la joven, preservándolo con formaldehido, electricidad y ungüentos con todo tipo de ingredientes. Además, instaló un teléfono en el mausoleo para poder comunicarse con ella desde su casa, y solía sentarse para hablar con el cadáver durante horas.

En una ocasión, a Carl se le presentó el fantasma de Elena pidiéndole que sacase su cuerpo de su tumba. Entonces el doctor decidió llevarse el cadáver a su casa.

La chica había fallecido hacía dos años, por lo que su cuerpo desprendía olor a podrido y su carne comenzó a resistirse a los conservantes que usaba el doctor. Carl, pese a todo, siguió aplicando perfumes para compensar el hedor y siguió su relación con ella. En ocasiones incluso tocaba el órgano para ella.

El doctor comenzó a usar cada vez métodos más extraños para combatir la descomposición de Elena. Utilizó cuerdas de piano para mantener unidos sus huesos, sustituyó sus ojos podridos por unas réplicas de cristal y reemplazó su piel caída por una mezcla de terciopelo, yeso y cera. A pesar de estos esfuerzos, Elena se iba deshaciendo.

Pronto se transformó en una muñeca mórbida, con los órganos descompuestos y el pecho y el estómago lleno de trapos para que conservasen su forma. El pelo se fue cayendo y con él fabricó una peluca que le colocaba para tapar las calvas.

El doctor Tanzler llegó a tales extremos que, según afirman algunas fuentes, le fabricó un tubo que colocó en su vagina para realizar el acto sexual.

En 1940, cuando ya habían pasado varios años de la muerte de Elena, su hermana fue a casa de Tanzler para ver si los rumores que había escuchado de que el doctor dormía con el cadáver desenterrado de Elena eran verdad. Allí se encontró el cuerpo de la joven, vestido y con muchas modificaciones.

El doctor fue arrestado y sometido a un examen psiquiátrico. Después de éste, se le consideró capaz de enfrentarse a un juicio por haber profanado un cadáver sin autorización y con malas intenciones. Aún así, su crimen ya había expirado, por lo que nunca se le pudo castigar por ello.

La historia fue publicada por los medios, aunque la opinión pública apoyó, extrañamente, al doctor. Mucha gente vio romanticismo en sus acciones, no malas intenciones, aunque claro, se había equivocado.

El cuerpo de Elena Hoyos, el cual Tanzler pidió a la familia para que se lo devolviesen, fue enterrado en una ubicación secreta después de ser mostrado en público y examinado por médicos.

Años después de lo que ocurrió, Tanzler escribió una autobiografía relatando los hechos. Esta apareció en la revista “Aventuras fantásticas”, aunque de fantasía teníá poco. Por otro lado, aunque el cuerpo de Elena ya estaba a buen recaudo, su obsesión no menguó.

Con una mascarilla creó una figura a tamaño real y la vistió como Elena. Con ella, vivió durante años, aunque ella nunca había sentido nada por él cuando estaba viva. De esta manera, el doctor dio su proyecto por finalizado.

Se dice que Tanzler falleció el 13 de agosto de 1952 en su  casa. Varias versiones cuentan que murió mientras abrazaba a la muñeca de Elena, aunque en su obituario se señala que fue encontrado en uno de sus órganos, desmayado en el suelo.

Vía: lavozdelmuro

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