3 cosas que hacen aún más adorable a Cortázar

“Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos

Por Director

12/05/2015

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“Un cronopio encuentra una flor solitaria en medio de los campos.

Primero la va a arrancar, pero piensa que es una crueldad inútil y se pone de rodillas a su lado y juega alegremente con la flor, a saber: le acaricia los pétalos, la sopla para que baile, zumba como una abeja, huele su perfume y finalmente se acuesta debajo de la flor y se duerme envuelto en una gran paz.

La flor piensa: “Es como una flor””.

Hace muchos años comencé a obsesionarme con la literatura de Cortázar. El fragmento anteriormente citado corresponde a “Flor y Cronopio”, historia que está dentro del libro “Historias de Cronopios y de famas”, una de las insignias de quien pudo haber sido, probablemente el escritor más ambiguo de nuestros afortunados hermanos trasandinos.

Y aunque pudiese plagar esta nota de aspectos mucho más relevantes, aunque haya personas que crean que es una especie de Arjona de la literatura,  he escogido algunos que, de la forma en que yo lo veo, lo hace aún más adorable.

  1. Como esto que dice Abelardo Castillo sobre él.

“En aquellas primeras noches del setenta, le preguntamos sobre Latinoamérica y él dijo con franqueza: «No entiendo mucho de política.» O sea, que sus opciones políticas eran viscerales. No quería ser un intelectual, no se sentía un intelectual. Era un hombre comprometido emocionalmente con aquello que creía justo.
Y sobre todo era un escritor.

Salvo Borges, y no encuentro otra excepción, no he conocido a nadie tan preocupado por el tema de las palabras. Para Cortázar, las palabras no sólo tenían significado y sonido, sino color y peso. Hablaba del color de las palabras como si fueran una especie desconocida de animalitos que había que amaestrar.

  1. Cortázar era un enormísimo cronopio, medía 1.92 y esto es lo que dice Claribel Alegría

 

“Obviamente, sabemos que todo el mundo se muere alguna vez. Pero Cortázar era demasiado grandote y bueno como para que eso le ocurriera. Julio Cortázar tenía una sencillez encantadora, que embrujaba rápidamente a los niños y los hacía sus amigos. Tenía una bondad zoológica, reconfortante. Sus grandes ojos claros, de niño siempre asombrado, nos ayudaron a amar el mundo. «En más de veinte años de conocerlo, jamás le vimos un mal gesto, una mala mirada, algo malo contra alguien»,

 

  1. Cortázar no era una persona que le tuviese precisamente miedo a la muerte, sino a marchitarse. Lamentablemente sus malos augurios se cumplieron el 12 de febrero de 1984, día en que lo mató la leucemia igual que a su esposa Carol Dunlop y esto es lo que cuenta Rosa Montero de su muerte.

“Pero también los seres de ficción son acosados por el tiempo, y Carol falleció fulminantemente de leucemia, y al poco, el 12 de febrero de 1984, le siguió a la tumba su desolado y formidable monstruo, tras rendir a su princesa el supremo homenaje de elegir la misma enfermedad y la misma muerte. «Hay una cosa que no me preocupa del futuro», dijo Cortázar en aquella entrevista, cuando el cuento de hadas duraba y estaban los dos muy vivos y felices: «Y es la noción de la supervivencia literaria, el prestigio, la fama, lo que yo seré dentro de 20 años. Con la aceleración histórica que estamos viviendo, ninguno será nada dentro de 20 años […]. Yo me pregunto cuál será el destino del libro; dudo que sea algo más que un inmenso archivo de microfilmes para los historiadores. Y anda tú a leer «Rayuela» en microfilme: ¿a quién le va a importar?». Y sonrió, cansado y descomunal, con su cara de ogro plácido y decente”

 

 

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