En la antigua ciudad de Cirene existía una hierba llamada Silfio. La hierba, de raíces gruesas, hojas chatas y pequeñas flores amarillas se transformó casi en oro para griegos y romanos. Rezumaba una aromática savia que era útil y deliciosa, al punto de ser codiciada por todos.
Servía para los más diversos usos: la cocinaban horneada, o la consumían como verduras hervidas, y sus raíces se comían frescas, remojadas en vinagre. Servía también para conservar legumbres y al alimentar con ellas a las ovejas la carne de esta se volvía más tierna. Las aplicaciones médicas también eran variadas, esta hierba era considerada realmente milagrosa, se usaba para todo tipo de dolencias, y para curar heridas ocasionadas por ejemplo por perros salvajes.
Su jugo era tomado como afrodisiaco y al parecer podría haber sido el primer método anticonceptivo que realmente funcionaba. Un dato interesante es que sus semillas tenían forma de corazón, y es debido a esa imagen de las semillas acuñadas en las monedas griegas, que hoy se asocia ese símbolo con el corazón y con el romance.
Se dice que Julio Cesar llegó a almacenar más de 600 kilos de esta hierba como tesoro, pues su valor era comparado con el oro. Esta planta casi milagrosa y tan apreciada en su tiempo por griegos primero y luego por romanos, desapareció completamente de la región y al parecer de todo nuestro planeta. Plinio escribió que en toda su vida solo una vez pud ver un tallo de la famosa planta, que fue cortado y enviado como regalo al emperador Nerón, entre los años 64 y 68 de nuestra era.
El hábitat de esta hierva se reducía a una franja de tierra estrecha, de unos 200 por 40 kilómetros, y aunque tanto los griegos como los romanos lo intentaron, ningún pueblo logró domesticarla. Tenía que ser recogida en estado silvestre, y de hecho la cantidad que se podía cosechar era limitada. Pese a eso, era tan codiciada que existía un mercado negro en torno a ella.
Una planta muy especial, quizás por la forma de corazón de su semilla jamás pudo ser domesticada.
Con info de BBC