Por qué el final original de How I Met Your Mother fue infinitamente mejor que el alternativo

Aunque la serie terminó hace más de un año atrás, vale aclarar: ALERTA DE SPOILER.

Por Estefanía González

20/10/2015

Publicado en

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9 temporadas, 9 años al aire, 208 episodios, 4 minutos finales (según la versión, fatales), y millones de espectadores y fanáticos alrededor del mundo, son las cifras que maneja How I Met Your Mother, la popular sitcom creada por Craig Thomas y Carter Bays en 2009 para la cadena norteamericana CBS.

La serie que relataba el laberinto amoroso de Ted Mosby, un arquitecto apasionado por Nueva York, sus amigos, y el bar irlandés McLaren´s, supo conquistar a su audiencia alrededor del mundo de la misma manera en que, estrepitosamente, vio caer su nivel de aceptación con el final original.

En foros online, redes sociales, y hasta publicaciones especializadas en el género, se expresó el descontento con la manera en que los guionistas decidieron darle fin a la historia.

Repasemos un poco: durante nueve años consecutivos, los televidentes siguieron las vicisitudes, relaciones y rupturas de corazón que atravesó Ted para conocer a quien sería la madre de sus hijos. Pero, como nos dejó claro el final original, esa era solo la superficie que recubría otra historia de amor: la de Ted y su amiga/ex-novia Robin Scherbatzky.

En el último episodio se devela que las verdaderas intenciones de Ted al contarle esa acumulación de anécdotas a sus hijos, era justificar y hasta pedirles permiso para invitar a salir a la tía Robin, siete años después de que su esposa falleciera. No debería haber sido tanta sorpresa, ya que como su hija le dice: Mamá casi no aparece en esta historia. 

Entonces, ¿por qué esta conclusión dejó tan decepcionados a los fans?

Uno de los argumentos que se barajaron en la web, fue que después de tanto sufrimiento y de tanta expectativa, era cruel que Ted terminara viudo. Algo así como que los televidentes se habían sentido estafados.

Pero si hay algo que HIMYM siempre mostró fue la faceta real, no siempre bonita, de las relaciones, tópico principal de la serie.

Nos mostró que las relaciones son cualquier cosa menos lineales, que están llenas de contradicciones, plagadas de idas y venidas, de altibajos (si hasta Marshall y Lilly se separan una vez) y de rotundos cambios. ¿Entonces por qué el final sí tendría que ser lineal? ¿Por qué el final tendría que ser un desenlace previsible y directo? Ted cuenta cómo conoció a la madre de sus hijos y termina feliz con la madre de sus hijos. Si alguien se creyó que estaba viendo una película de Disney, debería haber abandonado la serie en el primer capítulo con la aparición de Barney Stinson, el sociópata.

La escena en que Ted, como hiciera 25 años antes, espera a que Robin abra la ventana de su departamento ofreciéndole el símbolo de su amor (el corno azul) nos habla de una ruptura del concepto de amor como algo unívoco, del único»amor de la vida», y lo cambia por los «amores en la vida», lo cual es una acepción mucho más acorde a los tiempos que corren (y más propicio para nuestra salud emocional), ya que la serie había explicitado que Ted realmente amaba a Tracy, como así también amó y amaba a Robin.

Otra mirada interesante es la que hace este final acerca de los tipos de amor; a diferencia de las concepciones tradicionales, el amor no está separado en compartimientos estancos (esto es amor de amigos, esto es amor de pareja), por el contrario, el amor es un sentimiento que se suscita dentro de un  vínculo, en el cual, a través del tiempo, pueden caber muchas relaciones: Robin fue la novia, la amiga, la ex novia, la esposa de su amigo, y ahora, otra vez su objeto de deseo.

Y sí, el gusto amargo por la muerte de Tracy queda en la boca, ¿pero acaso la vida no está formada por buenas, malas y terribles experiencias?

Los últimos cuatro minutos, en cambio, del final alternativo, traicionan el espíritu de la serie para conformar a la masa de comentarios en Facebook, Twitter, y demás redes sociales en sus reclamos.

Es un final feliz, sí, para Ted y su esposa -no olvidemos que Robin queda apartada del grupo, pensando a Ted como la oportunidad que dejó pasar-, pero es también soso y no propone ninguna reflexión acerca de nada. Convierte a la serie en otra comedia romántica norteamericana de años y años de extensión.

Por último, el feedback entre la audiencia y las producciones culturales no deberían, en mi opinión, modificar a tan altos niveles los criterios de creación.

Salvando las distancias, ¿qué hubiese pasado si en el S.XVI, por presión de su público, Shakespeare hubiera decidido que Romeo y Julieta tuviera un final feliz?

Es imposible de saber, pero probablemente, la gente en el teatro hubiese llorado menos ¿Y Romeo y Julieta hubiese tenido la trascendencia de la que goza más de 400 años después? ¿Se habría convertido en el símbolo universal de las tragedias de amor? ¿O hubiese sido solo otra pieza de entretenimiento más?

How I Met Your Mother no pretendió nunca -como la mayoría de las sitcoms- ser una obra de arte. Pero era una serie aggiornada, con muy pocas moralinas, con la dosis justa de edulcorante y con el grado de crudeza necesario para que el espectador se sintiera identificado y se riera, junto con Ted, de las propias desgracias. Era, dentro de su género, una serie que destacaba y que no se condecía con el happy ending en el que recayó.

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