Sociedad

Un ‘zoológico humano’ abandonado en un bosque de París.

Miles de personas fueron traídas desde lejanas colonias a ciudades europeas para que pudieran ser observadas por el público, como si de zoológicos humanos se tratara

Por Ángela Barraza

13/12/2014

Publicado en

Tendencias

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Miles de personas fueron traídas desde lejanas colonias a ciudades europeas para que pudieran ser observadas por el público, como si de zoológicos humanos se tratara. Una de estas ciudades fue París, dónde aun se conservan algunos restos de lo que una vez fue la Exposition Coloniale, en la que se expusieron a los visitantes estos seres humanos.

En 1907 se construyeron seis pueblos diferentes en el Jardin d’Agronomie Tropicale, que representaban a todos los rincones del imperio colonial francés de la época: Madagascar, Indochina, Sudán, Congo, Túnez y Marruecos. Los pueblos y sus pabellones fueron construidos para recrear la vida y la cultura tal y como era en sus hábitat original. Esto incluía imitar la arquitectura, se importación productos agrícolas y terriblemente, se habitaron las réplicas de las casas y poblados con gente llevada a París desde las remotas colonias.

Los habitantes humanos de la ‘exposición’ fueron observados por más de un millón de curiosos visitantes desde mayo hasta octubre de 1907, cuando terminó. Se estimó que entre 1870 hasta la década de 1930, más de un millón y medio de personas visitaron varias exposiciones repartidas por todo el mundo en las que se exhibían habitantes humanos.
En 1906, se construyó esta réplica de una fábrica congoleña en Marsella, como parte de una exposición colonial. Se trajo a varias familias congoleñas para trabajar en la fábrica. En febrero de 2004 sus restos fueron incendiados.
Hoy en día se considera el Jardin d’Agronomie Tropicale como una mancha en la historia de Francia. Se mantuvo escondido tras unas puertas cerradas con un candado oxidado durante casi todo el siglo XX, los edificios están abandonados y en descomposición, y las raras plantaciones exóticas desaparecieron hace tiempo.
En 2006 se abrió de nuevo al público el acceso a los jardines, pero pocas personas los visitan. La entrada está marcada por un pórtico de 3 metros de inspiración asiática. La madera podrida y la descolorida pintura roja destacan como un fantasma.
Al entrar los visitantes sienten una rara sensación de ansiedad y rápidamente entienden porqué es un lugar del que los franceses no se sienten especialmente orgullosos. Cien años después, todavía se siente la misteriosa presencia de damas sosteniendo sombrillas para protegerse del sol y hombres con bombines con ganas de ver el espectáculo al otro lado de esta columnata que ahora se desmorona.

Sólo algunas de las calles permanecen despejadas ante el avance de la naturaleza y todos ellas conducen a diversos monumentos que han sido fruto de actos de vandalismo, casas condenadas con signos de ruina inminente y parafernalia también abandonada a la que no se le encuentra ningún sentido.
En la parte trasera del parque se encuentran los restos de un taller donde científicos y estudiantes estudiaron las maderas tropicales traídas de las colonias.
Más de treinta y cinco mil hombres, mujeres y niños salieron de sus países durante el apogeo de las colonias europeas de ultramar y participaron en exóticos espectáculos celebrados en las principales ciudades, ciudades como París, Londres y Berlín. Familias enteras reclutadas desde las colonias fueron realojadas en réplicas de sus aldeas, para participar en espectáculos para el público europeo. Una oportunidad para demostrar el poder de Occidente sobre sus colonias, las exposiciones con seres humanos incluidos se convirtieron en una parte obligada de ferias y exposiciones internacionales y alentó el gusto por lo exótico y los viajes de larga distancia.
Los europeos quedaban boquiabiertos al ver a las mujeres africanas con el pecho desnudo y eran entretenidos con recreaciones de la «vida primitiva» en las colonias. Aquí, los antropólogos y los investigadores podían observar poblados de tribus enteras y reunir evidencias físicas de sus teorías sobre la superioridad racial.
Aunque estas personas habían llegado a París por su propia voluntad y se les pagaba por estar expuestos al público, fueron igualmente oprimidos, explotados y degradados. La distinción entre estas personas y los europeos era borrosa. No habían sido invitados. Eran caras sin nombre al otro lado de una barrera.

Cuando terminó la Exposición Tropicale tras cuatro meses de actividad en octubre 1907, no se sabe con seguridad cuántos participantes regresaron a sus casas. Algunos aldeanos fueron atraídos por agentes sin escrúpulos o incluso engañados por sus propios jefes de aldea para unirse a comparsas circenses que realizaban giras internacionales. De Marsella a Nueva York, su vulnerabilidad en un mundo capitalista desconocido para ellos era tal que fueron explotados y engañados a cada paso que dieron.

Algunos podrían haber vuelto a casa después de unos años, pero otros nunca lo harían. Si no habían sido víctimas de enfermedades desconocidas para ellos, como la viruela, el sarampión o la tuberculosis, morirían debido a las adversidades de un mundo extraño.
Hay rumores de que se podría restaurar un edificio, el Pabellón de Indochina, para que funcionara como un pequeño museo y centro de investigación. Puede ser una solución inteligente. Si el gobierno francés destruyera los jardines, se le podría acusar de tratar de tapar el pasado. Si se restauraran completamente, podría ser interpretado como un homenaje a algo siniestro en la historia más reciente de Francia.

A pesar de todo el Jardín mantiene una inquietante belleza.

Hace mucho tiempo que los jardineros dejaron de hacer su trabajo en este lugar. Las plantas tropicales arrancadas de sus tierras se dejan pudrir en un depósito convertido en chatarra.

Dirección: Jardin d’Agronomie Tropicale, 45 bis Avenue de la Belle Gabrielle, 75012 París.

Fuente.

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