Las inundaciones devastadoras que golpearon el norte de Bengala el 9 de octubre, provocando la muerte de 40 personas, no fueron un desastre natural aislado, sino la culminación de años de negligencia ecológica y complicidad política. Desde la rotura de la presa Teesta en Sikkim hasta los desvíos del río en Bután y la minería desenfrenada, el ecosistema frágil del Himalaya ha sido empujado al colapso por la construcción sin regulación, la deforestación y la expansión de la infraestructura.
Hoglatari (Bengala): Al amanecer, el sonido llegó primero: un rugido que pareció desgarrar el cielo. En cuestión de minutos, un muro de agua atravesó la aldea de Bamandanga en el bloque Nagrakata de Jalpaiguri, arrancando casas, árboles y tierra a la vez.
«Nací a orillas del Jaldhaka y he vivido aquí toda mi vida. Nunca había visto tales inundaciones», relató Sadhu Roy, uno de los residentes más antiguos de la aldea de Hoglatari en Jalpaiguri.
Mirando el cráter donde antes estaban sus campos, describió el día que devastó el norte de Bengala. Las inundaciones del 9 de octubre causaron la muerte de 40 personas en la región. «Escuché un sonido terrorífico, como una explosión. Un torrente de agua, como una punta de flecha, irrumpió y arrasó nuestro pueblo. Casas pucca (casas sólidas), cocoteros y palmas de areca: todo fue arrancado de raíz».
El desastre se ha convertido en la nueva normalidad en todo el norte de Bengala. Desde la rotura de la presa Teesta de Sikkim hasta las lluvias incesantes que se precipitan desde Bután, las estribaciones del Himalaya han estado luchando contra la crisis ecológica durante los últimos dos años.
Lo que azotó a las llanuras del norte de Bengala esta vez no fue solo un acto de la naturaleza. Según las personas expertas en ecología, fue el resultado predecible de un ecosistema del Himalaya llevado más allá de sus límites debido a la construcción no regulada, la minería fluvial imprudente y la captura política de la gobernanza ambiental.
La ministra principal Mamata Banerjee, durante su visita a la aldea de Bamandanga devastada por las inundaciones, atribuyó la responsabilidad al exceso de descarga de agua de Bután.
Al inspeccionar la aldea, que fue arrastrada por las inundaciones, Banerjee dijo: «Durante mucho tiempo hemos solicitado una Comisión del Río India-Bután. El gobierno central finalmente ha convocado una reunión. Pero no es solo el agua, la minería de dolomita de Bután también está dañando nuestra región».
El ambientalista Rupan Sarkar afirma que no se trata únicamente de la minería. “Desde que India y Bután desviaron el flujo de la fuente de Pasakha el año pasado, afluentes más pequeños como el Hollong se han enfrentado a una presión de agua sin precedentes. Combinado con la tala desenfrenada de árboles y la construcción no científica del lecho del río, la región se ha convertido en un polvorín de inestabilidad ecológica”, agregó Sarkar.
Científicxs describen los Himalayas de Sikkim y Darjeeling como uno de los sistemas montañosos más inestables del mundo, encaramados en las zonas sísmicas activas IV y V. Sin embargo, están siendo excavados, perforados y dinamitados con el pretexto del desarrollo de infraestructura.
El vertido ilegal de escombros de proyectos como la expansión de la NH-10 y el ferrocarril Sivok-Rangpo ha provocado una sedimentación masiva en el Teesta y sus afluentes, elevando los lechos de los ríos y amplificando los impactos de las inundaciones, señalan estudios. Estas tensiones superpuestas han creado lo que los ambientalistas llaman “colapso geológico-ambiental acumulativo”, donde cada nuevo proyecto amplifica el daño del anterior.
Rupak Pal, que enseña geografía en la Universidad del Norte de Bengala, dice que la crisis se ha estado desarrollando silenciosamente durante décadas. Explicó: “En las dos últimas décadas, el carácter ecológico de las colinas ha cambiado drásticamente. La deforestación, impulsada por la construcción de túneles, puentes y hoteles, ha provocado el desmonte de la cubierta forestal nativa de las colinas”.
Las especies de árboles autóctonos están disminuyendo, dice Pal, mientras que los árboles de Dhupi (Cryptomeria japonica) están aumentando rápidamente. El árbol Dhupi, introducido durante el período británico, se ha vuelto comercialmente rentable para la producción de madera contrachapada. Pero su sistema de raíces poco profundas afloja el suelo, lo que hace que las colinas sean inestables y peligrosas. «Por eso ahora cada río de montaña fluye denso y fangoso», dijo Pal.
Los ríos que alguna vez nutrían las llanuras fértiles ahora están despojados de sus lechos por la extracción ilegal de arena y piedra. El Jaldhaka, que en su momento fue la principal zona productora de papa de Bengala, presenta hoy terraplenes socavados por el tránsito diario de vehículos pesados y la minería sin control.
Motilal Sarkar, un agricultor de Bamandanga, compartió sus observaciones: «Después de que el agua bajó, fui al río Jaldhaka. Vi que la sección del terraplén utilizada diariamente por las palas cargadoras se había derrumbado por completo. La presión diaria ha vuelto frágiles a las orillas».
La fragilidad ecológica del norte de Bengala se está viendo agravada rápidamente por un modelo turístico impulsado por una construcción sin control habilitada por la complicidad política. En ningún lugar es este colapso más visible que en Darjeeling. La llamada “Reina de las colinas” ahora se está ahogando en hormigón.
Originalmente construida con madera y piedra adecuadas para las condiciones sísmicas, la ciudad se ha convertido en un bosque de rascacielos ilegales, desafiando el límite de altura de 11,5 metros establecido por la ley. Más de 1 500 hoteles y más de 3 000 alojamientos turísticos operan repartidos por todo el distrito, muchos sin autorización ambiental.
Ecologistas advierten que este crecimiento vertical descontrolado, combinado con la carga pesada de vehículos y la expansión de las carreteras, está precipitando una crisis de hundimiento similar a la de Joshimath en las colinas. La conversión de tierras de plantaciones de té bajo la Política de Turismo del Té y Negocios Afines de 2019 ha difuminado aún más la delimitación entre la hospitalidad y el vandalismo ecológico, legitimando la especulación inmobiliaria en uno de los cinturones más propensos a deslizamientos de tierra de la India.
«Los medios afirman que los desastres están aumentando debido a los hoteles y resorts. Pero ¿no es el gobierno el que está otorgando estos permisos? Es importante evaluar si existe una política nacional adecuada para equilibrar la construcción turística con la protección del medio ambiente», dijo Samrat Sanyal, el presidente de la Asociación de Hoteleros del Distrito de Darjeeling.
Mientras tanto, la Ministra Jefe Banerjee ha prometido nuevos proyectos de templos en Darjeeling y Siliguri, incluido un nuevo templo Mahakal que — según afirmó — albergará la imagen más grande de la deidad hindú Shiva en los Dooars, una región golpeada por las inundaciones.
*Traducido del original bengalí y con aportes de Aparna Bhattacharya.
*Artículo publicado originalmente en WIRE

