La infraestructura más grande del país, que pretende potenciar la economía, podría convertirse en una condena para el Litoral Central.
El Puerto Exterior en San Antonio es el proyecto de infraestructura portuaria más grande en la historia de Chile y una iniciativa estratégica para el comercio exterior del país, el cual busca convertir a la ciudad en un eje del Pacífico triplicando la capacidad para acoger naves de gran envergadura. Actualmente, se encuentra en fase de licitación y evaluación de su impacto ambiental para su primera etapa.
Sin embargo, este ambicioso proyecto es calificado por el activista político Alfredo Améstica como «el proyecto más fatal y mal pensado» de las infraestructuras del país. Améstica señala que la presión para su aprobación ha sido «enorme en todo sentido», utilizando incluso el aparato estatal para promover un proyecto que, a su juicio, pone en riesgo el bienestar de la población local.
Espejismo del trabajo
El principal argumento para defender el proyecto es la creación de empleo. La autoridad Omar Vera, alcalde de San Antonio, anunció que el proyecto significaría hasta 20 mil puestos de trabajo. Sin embargo, este es un dato desmentido según la Empresa Portuaria San Antonio —EPSA— cuyos datos declaran la proyección de solo 2.020 obreros, es decir, diez veces menos de lo prometido. Este tipo de comunicación, según el denunciante, no es más que «lobby encubierto» que busca manipular a la opinión pública.
Améstica advierte que, de esos 2.020 empleos, más del 70% a 80% requerirá mano de obra especializada, la cual sería importada desde otras regiones o incluso desde el extranjero, dejando a la población local con muy pocos beneficios reales. Además, asegura que la automatización y robotización del puerto implicarán una constante reducción de puestos de trabajo, lo que en el largo plazo generaría una precarización laboral y un aumento del desempleo en la zona, especialmente si no se fomenta la diversificación económica.
En contraposición al proyecto, importantes figuras como Óscar Hasbún —gerente general de la Compañía Sudamericana de Vapores— y Felipe Arriagada —gerente general de Grupo Empresas Navieras—, afirmaron públicamente que el país no necesita un nuevo megapuerto. Ambos coinciden en que la solución más rentable y eficiente es optimizar la conectividad entre los puertos ya existentes, los cuales están actualmente subutilizados.
Costo para el turismo
La vocación turística de San Antonio es otro punto crítico, que se sacrifica por la visión del poder económico. Más allá de su perfil portuario, la localidad ofrece un notable potencial turístico donde los valles y las vistas panorámicas se conectan con un borde costero y un humedal de gran biodiversidad. Sin embargo, Améstica asegura que la única planificación que existe para la ciudad es convertirla en una bodega, lo que: «cierra cualquier ventana o puerta de desarrollo humano», asegura.
El proyecto de Puerto Exterior amenaza directamente la existencia de la playa de Llolleo, un espacio de gran valor cultural, deportivo y ambiental. El denunciante asegura que el proyecto busca: «explanar y meter cemento y matar toda la vida», una acción que no solo destruiría un ecosistema fundamental para la zona, sino que también eliminaría una fuente de sustento y un espacio de encuentro para la comunidad.
La destrucción de estos espacios va en contra de la diversificación económica que, según Améstica, es vital para San Antonio. Al centrar toda la actividad en una única industria, se elimina la posibilidad de que la ciudad desarrolle un modelo que combine el puerto con el turismo, los servicios y la preservación de la naturaleza.
Locatarios sacrificados
En 2011, la Cámara Chilena de la Construcción y la Pontificia Universidad Católica realizaron el Índice de Calidad de Vida Urbana que clasificó a San Antonio como una de las comunas con menor calidad de vida en Chile. Aunque en 2025 una encuesta de la fundación Piensa indicó una mejora respecto a 2011, San Antonio aún no se encuentra en un nivel óptimo. Para los habitantes de la localidad, el Puerto Exterior podría representar una amenaza directa a su salud y bienestar.
Alfredo Améstica recalca que «si el proyecto se aprueba, aumentarán las tasas de enfermedades», ya que en sus palabras, la contaminación por camiones, buques y faenas industriales se sumará a los problemas que ya existen. A esto se le añade la falta de infraestructura social de calidad: «no tenemos salud y no tenemos educación de calidad», sostiene. Por esto, el activista insiste en que el proyecto «termina resultando en dañar el bienestar de las mismas personas que viven ahí».
A pesar de su magnitud y la promesa de un gran desarrollo económico, el proyecto del Puerto Exterior de San Antonio enfrenta serias críticas por ser un modelo que sacrificaría la biodiversidad, la identidad turística y el bienestar de los habitantes de San Antonio en favor de una expansión portuaria.