En China, la “sinización” invoca la necesidad de adaptación de los idearios foráneos, de forma que puedan implementarse teniendo en cuenta las singularidades civilizatorias, es decir, la historia, la cultura y las condiciones del país.
En la trayectoria ideológica del PCCh [Partido Comunista de China], durante el maoísmo, se concretó esencialmente en la formulación y desarrollo de un marxismo con características chinas que, inicialmente, se centró en la integración de elementos reconocibles de la sociedad rural, desde la autarquía a la movilización de masas, que sirvieron de sustento a la guerra popular que condujo al triunfo de la revolución, en buena medida siguiendo una vía heterodoxa.
No obstante, esa primera adaptación práctica, muy integrada en la realidad rural de un país de las dimensiones de China, se complementó con el rechazo frontal de las tradiciones propias asociadas al confucianismo, vistas como “feudales” e incompatibles con la revolución.
Tras la muerte de Mao, en los tiempos de la reforma y apertura denguista, el impulso a la sinización se tradujo en la conceptualización de un “socialismo con singularidades chinas”. La idea central de Deng Xiaoping consistía en preservar la hegemonía política del PCCh, pero, a la vez, alentar una reforma económica caracterizada por la apertura y capaz de acelerar el ritmo de desarrollo indispensable para proporcionar mejores condiciones de vida a la población y reforzar el poder integral del país.
Jiang Zemin y Hu Jintao promovieron nuevas teorías políticas para dar respuesta a las contradicciones y exigencias de un tiempo cambiante. La teoría de la “Triple Representatividad” (el PCCh representa las fuerzas productivas avanzadas, la cultura avanzada y los intereses del pueblo) o la concepción científica del desarrollo, constituyen sus exponentes más destacados. El largo mandato de Jiang (1989-2002) se tradujo en una consideración a menudo más benévola de su acción de gobierno; sin embargo, sería bajo Hu (2002-2012) que se auspició quizá el giro más pronunciado al centrar la atención en dos aspectos clave para la estabilidad y el blindaje del sistema político chino.
En efecto, Hu, de una parte, apeló a la corrección de las desigualdades sociales, exasperadas en los lustros inmediatamente anteriores, invocando la “sociedad armoniosa” como aspiración alejada tanto del igualitarismo maoísta como también de un escenario ultraliberal. De otra, Hu escenificó los primeros guiños al pensamiento tradicional, instando una nueva lectura de su idoneidad en el siglo XXI.
La xinización
La sinización ideológica en la China actual, de las ideologías políticas a las religiones, es un proceso central bajo Xi Jinping que busca reforzar la identidad propia del sistema político frente a influencias externas, dándole una impronta marcadamente “china” al modelo.
Los aspectos destacados en el denguismo tardío, con Hu, han sido objeto de profundización en el xiísmo, muy especialmente la cuestión social y la recuperación y resignificación de la tradición cultural.
Xi promueve un uso estratégico de elementos del confucianismo (armonía, orden social, lealtad, meritocracia), así como del legismo (centralización, disciplina, normativización). Estos referentes históricos se articulan con el discurso socialista para legitimar el liderazgo del Partido (una “dinastía orgánica”) como continuidad de la civilización china.
La sinización ideológica refuerza la noción de que no puede existir China sin el Partido, de modo que Xi busca “fusionar” la identidad nacional con la identidad partidaria, presentando al PCCh como garante de la soberanía y de la modernización.
Además, las “cinco identidades” a las que Xi hace habitualmente referencia, es decir, la identificación con la “gran patria” (el patriotismo), con la nación china, con la cultura china, con el Partido Comunista de China y con el socialismo con características chinas, son expresión de la «modernización de estilo chino”. Estas identidades demuestran claramente que para Beijing la sinización no es una simple traducción de un determinado mensaje a sus propias categorías culturales, sino un imperativo patriótico, que debe asegurar y fortalecer los engranajes del sistema.
La narrativa del “sueño chino de rejuvenecimiento nacional”, presentada como el horizonte colectivo al que debe contribuir toda la sociedad, es también una forma de sinización ideológica: combina orgullo histórico, modernización económica y defensa frente a lo “foráneo”. Esto implica igualmente mayor control institucional y limitación de influencias extranjeras.
En consecuencia, la sinización ideológica en la China actual no es solo un “marxismo con características chinas”, sino un esfuerzo por fundir marxismo, nacionalismo y tradición cultural en un marco que afianza al Partido como núcleo rector y que blinda al sistema frente a aquellas influencias externas identificadas como rivales desde el punto de vista ideológico.

La “xinización” se expresa en el “Pensamiento de Xi Jinping” y convierte la sinización en una ideología de legitimación global del sistema chino.
Por Xulio Ríos
Xulio Ríos es asesor emérito del Observatorio de la Política China. Su último libro “Marx&China. La sinización del marxismo” (Akal, 2025).
Las expresiones emitidas en esta columna son de exclusiva responsabilidad de su autor(a) y no representan necesariamente las opiniones de El Ciudadano.