Labor democrática del docente

La teoría de la educación postula al proceso educativo, institucionalizado en la escuela y legitimado en relación a los conocimientos brindados como herramientas sociales, como el agente fundamental de transformación cultural de acuerdo a la simbiosis escuela–sociedad

Por Wari

26/10/2010

0 0


La teoría de la educación postula al proceso educativo, institucionalizado en la escuela y legitimado en relación a los conocimientos brindados como herramientas sociales, como el agente fundamental de transformación cultural de acuerdo a la simbiosis escuela–sociedad. A la vez, se suma, aunque de manera relativa, la injerencia transversal de la educación y del sistema educativo del país en la formación ética y social, en su aspecto democrático. Por lo tanto, en el marco nacional de la atomización y banalización de la política –comprendida en su definición más general– y en la equívoca consideración del valor de la democracia liberal chilena, el docente se enfrenta a aspectos negativos y positivos que trascienden a la educación, considerada estáticamente como “realidad escolar”, incluyendo a la vez el contexto político de un país. En otras palabras, la ubicación del docente en la conciliación de la igualdad, carácter intrínseco y en crisis de la democracia, con la de libertad, elemento mal entendido, sobre estimulado y tergiversado en su práctica.

Como bien plantea Basil Bernstein, en «Pedagogía, control simbólico e identidad» (1998), para hablar con seriedad sobre la democracia, la cultura y la educación, hemos de tener en cuenta las limitaciones y el poder de las realidades reguladas por la clase social, es decir, la pluralidad dentro de establecimientos educacionales –aunque en mayor medida en subvencionados particulares y municipalizados– que contraponen en la fijación en la conciencia de cada niño de las ideas y los sentimientos de la conciencia colectiva. (José Joaquín Brunner en “¿Educación y pluralismo? Fragmentos de una reflexión”).

Dicho esto, el docente en la escuela actual, cumple un rol pedagógico, enfocado sencillamente a la elaboración de una base cognitiva –desde las diferentes tendencias teóricas- que sirva de puente y complemento para el desarrollo de habilidades y competencias, reafirmado aun más por el hermetismo de planes y programas del mismo estado chileno, pero siempre dirigido hacia la inversión de un capital intelectual, con ciertas salvedades éticas, aunque insuficientes y mal dirigidas. Esta limitación de acción se vislumbra como una consideración y realidad docente negativa, aunque si bien hay que tener en cuenta que no es el docente, dentro del sistema educativo, la fuente única de cambio social, como bien postula la teorización de la realidad (la escuela como foco, casi exclusivo, de cambio social). El profesor es un agente, por omisión o pasividad -tradición- , de la mercantilización de la educación y consecuentemente de la posible profesión del ahora estudiante, como medio para la generación de un determinado nivel de vida, visto desde lo netamente económico.

Con respecto a lo positivo del entorno nacional que influye –o puede influir– directamente en la labor docente presente o futura, se enmarcan las progresivas corrientes democráticas que han tenido lugar tanto en la educación secundaria, como en la universitaria. Democracia, que ha sido cohibida en la jerarquía interna de algunos establecimientos, por ejemplo, en el no reconocimiento y negación de la plana docente directiva de los CC.AA., estos como prácticas democráticas igualitarias y liberales dentro de un todo tendiente a lo homogéneo. Es en esta tendencia a la liberalización del ámbito escolar, llevado a cabo por estudiantes, donde el profesor debe traspasar su limitada labor pedagógica, mencionada con anterioridad, y servir de agente, entre sus pares y el resto de la comunidad educativa, para un ambiente más integral y transversal en la consideración de las necesidades que indefectiblemente, se quiera reconocer o no, van mucho mas allá de objetivos laborales, económicos o de lo que en las altas esferas públicas consideren como necesario.

En la presente sociedad, aunque menos de lo que se quisiera, parte de la masa estudiantil ha comenzado a revalorar la democracia como argumento y sistema legitimo en la petición de un entorno más idóneo para el aprendizaje, lejos de la politización de los núcleos directivos estudiantiles y del estudiantado mismo como muchos argumentan.

Lo que tal vez se tenga que entender, es que empapar a la diversa realidad educacional con un carácter democrático que busque igualdad pero también libertades fundamentales –como bien mencionó Hobbes y Locke– no es igual a politizar la enseñanza, y que por lo demás, está muy lejos de poder llegar a serlo si es que realmente se incluyen a todos en lo que es de todos.

Por Rodrigo Cárcamo Hun

Texto -de origen externo- incorporado a esta web por (no es el autor):

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones