Acabamos de conocer de esta noticia, ya tocará revisar los detalles cuando la sentencia esté disponible, por ahora celebrar esta absolución inédita en Chile: Una pareja en Chiloé que cultiva sus plantas de marihuana es sometida a proceso penal por tráfico de drogas, y es absuelta después de 14 meses, que incluyeron 2 de presión preventiva. El abogado defensor señala que con esto queda establecido que el cultivo de cannabis para el uso personal exclusivo y próximo en el tiempo no es prohibido. Así de simple y claro. Es como tienen que entenderse las cosas: el cultivo de esta planta para el uso privado no constituye un delito, no puede ser penalizado y no requiere de un permiso. Esto es algo lógico, sensato, es el sentido común, lo que la ciudadanía está percibiendo con más nitidez cada vez, cada vez que alguien se comporta en consecuencia.
El sábado recién pasado salieron a las calles cerca de 12.000 personas, en 14 ciudades de todo Chile desde Arica a Punta Arenas, que marcharon en la cita mundial para manifestarse a favor del uso del Cannabis. Verdaderos carnavales fueron -vean las fotos- alegría, ingenio, fuerza, determinación, manifestación de consecuencia, de responder por lo que hacemos, saliendo activamente a mostrarnos, a decir aquí estamos, así lo hacemos. Y todavía falta que marche Santiago y Chiloé el 18 de mayo.
Cantidad y diversidad de personas dando cuenta de la transversalidad de esta práctica. Una cultura en torno al cultivo y uso de cannabis, revelando poco a poco su profunda vinculación con la realización más esencial de lo humano y su relación vital con la naturaleza. Expresiones vivas de una transformación evolutiva que está sucediendo, realizándose, a través de acciones concretas de personas reales, que trascienden los límites ya debilitados de lo establecido y se despliegan con más soltura y plenitud por la vida, entonces ejercen sus derechos con propiedad, superando el miedo y el sufrimiento, para defender lo que es justo, lo que es propio, el derecho cuidar de nuestra vida material y espiritual en el más amplio y profundo de sus sentidos.
Personas, familias, colectivos, que han incluido en sus vidas la practica de cultivar y usar cannabis, con diferentes propósitos aprovechando sus múltiples cualidades, muchas más de las que se nos ha permitido saber oficialmente. No solo se la puede fumar, inhalar o comer en búsqueda de su efecto psicoactivo -que tanto temor causa en quien no ha tenido oportunidad ni orientación para explorar estas sutilezas- también se la emplea desprovista de este efecto en el tratamiento de algunas enfermedades, o se la usa en infusiones y cataplasmas como parte del arsenal médico doméstico tradicional.
En todos estos usos subyace una comprensión más fina de lo humano y su relación con el mundo natural, que nos orienta en dirección de un cambio evolutivo, un cambio paradigmático, una transformación en la manera que empleamos para conocer, comprender y actuar en el mundo,y es principalmente su efecto sobre la percepción y la amplitud de la conciencia lo que nos acerca a esta posibilidad.
No se trata solamente de cambiar una opinión por otra, una ley por otra, una política por otra, se trata de un cambio en la conciencia, para que los cambios de otro orden ocurran como consecuencia inevitable.
Hace rato que nos damos vueltas en lo mismo, en diferentes materias, y en materia de política de drogas también. Ya sabemos todo lo necesario, así que no es cuestión de pruebas o argumentos, es cuestión de movimiento, de proceso, de evolución, y ahí es donde las Personas juegan un rol trascendente, principalmente quienes ya comprenden la cualidad de los saltos evolutivos que ahora podemos dar. Por eso no nos escondemos tras el «uso médico» en un sentido que limite la salud al cuerpo físico, ni nos desentendemos del potencial evolutivo del efecto psicoactivo de la Santa María -como también se la llama- resaltando el derecho a hacer cada uno lo que quiera con su vida bajo el supuesto que esto no tendría efecto sobre otros. Tampoco hacemos una defensa aséptica desde la trinchera profesional, desconociendo que somos nosotros mismos cultivadores y usuarios. Estamos afirmando la existencia de un potencial evolutivo -individual y colectivo- que hemos comprobado en nosotros mismos, y estamos procurando dar muestra de ello. A esto estamos invitando quienes concebimos este proceso como un ejercicio de naturaleza espiritual.
Mucho más que el derecho a consumir, el derecho a evolucionar, a empoderarnos en nuestra vida, a conocer los alcances de nuestro potencial como seres humanos, a no conformarnos con las cosas como están, con la manera habitual, dispuestos a ir «contra la corriente» hasta que el curso de las cosas mejore.
Fuimos muchos en la marcha el sábado, fuimos miles, pero no fuimos todos, faltan tantos… todos los que consideran que arriesgarían mucho, algo muy importante, al mostrarse, al salir a marchar, al dar una impresión públicamente. Los que aparecieron, los que estuvieron, no es que no tengan nada importante que arriesgar, saben que lo tienen solo que es algo diferente lo que arriesga quien tiene convicción y busca ser consecuente, se trata de la propia dignidad y del derecho a realizar una vida plena, tanto espiritual como material, que nada tiene que ver con el consumismo y la calidad de vida que el actual paradigma materialista nos propone.
Si usted es de los que falta sepa que la intención no es juzgar, sino hacerle saber que lo estamos esperando, que está haciendo falta, contarte que estamos a full trabajando para fortalecer la unión, la integración, para visibilizarnos, para que todos sepan en que estamos y podamos contar unos con otros.
¡VAMOS GENTE, DEMOS UN PASO AL FRENTE!
No hay problema en lo que hacemos cuando lo hacemos en conciencia, todo lo contrario, y quienes mejor lo sabemos somos nosotros mismos.
Paulina González
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