Ciclovías en Santiago: Carrera de obstáculos

Hoyos en medio de la pista, autos estacionados, rampas que están picadas en su base, un ancho de 70 cm de algunas, motoristas que las invaden en las horas de congestión y el humo de los autos son las etapas que deben ir pasando los que se aventuren a andar en bicicleta por las ciclovías […]


Autor: Wari

Hoyos en medio de la pista, autos estacionados, rampas que están picadas en su base, un ancho de 70 cm de algunas, motoristas que las invaden en las horas de congestión y el humo de los autos son las etapas que deben ir pasando los que se aventuren a andar en bicicleta por las ciclovías de Santiago. Si bien, se han extendido como nunca antes en los últimos cinco años, andar por ellas es moverse por una carrera de obstáculos. Start Game.

A mediados de julio el Ejecutivo envió al Parlamento un proyecto legal para incentivar el uso de la bicicleta en el país. En el lanzamiento, la presidenta Bachelet dijo que se trata de una “apuesta por una vida más sana, pero también por una ciudad más limpia, por una visión más respetuosa y moderna del tránsito, lo que implica que puedan coexistir diversas formas de desplazamiento”.

El proyecto persigue integrar las bicicletas al tránsito urbano, facilitando las conexiones entre éstas y el transporte público, además de establecer medidas para el respeto de los ciclistas.

El proyecto es ambicioso: Se planea construir unos 300 kilómetros de ciclovías en todo Chile, la mitad de ellas en Santiago, en el próximo año. Para los próximos tres años se espera llegar a los 700 kilómetros. Hoy se calcula que hay poco más de 50 km de ciclovías en Santiago.

La idea es fomentar el uso de la bicicleta como medio de transporte, porque hasta ahora las condiciones de infraestructura y el hábito de los santiaguinos no suelen ser amigos de la máquina de dos ruedas. Según la Encuesta Origen Destino efectuada el 2001, los viajes en bicicleta representan tan sólo el 1.9% de la partición modal capitalina. En cambio un 23.5% de viajes son en auto; 25.9% en micro y 36.5% a pie.

UNA VUELTA EN BICI

Miguel Quintal hace 10 años cruza la ciudad en bicicleta. Va desde el Barrio Yungay hasta Arturo Prat. Reconoce que en todo ese tiempo ha cambiado harto el escenario para los ciclistas. “Las ciclovías hechas en los últimos años favorecen mucho el andar en bicicleta. Uno puede andar con más tranquilidad”- sostiene.

Miguel llama la atención respecto del cuidado de las ciclovías. “En la de Bulnes, si bien es muy buena, a la altura de Santa Mónica se cambió hace poco una tapa de alcantarillado que está en medio de la pista y quedó con un profundo desnivel. Si vas de noche por ahí, de seguro si no conoces el camino te caes”- cuenta.

Quien también le pone buena nota a la ciclovía de Bulnes es Pablo Godoy, que se moviliza a diario desde San Pablo hasta el centro. Pero a la de la Alameda desde Cumming hacia el oriente le coloca pésima nota. “Como todo lo que hacen en Chile, son medio chantas porque por las mismas ciclovías pasan los peatones. Yo prefiero saltar por las escaleras en la que hicieron por el bandejón central de la Alameda que pasar por las subidas y bajadas que pusieron”- sostiene.

Gabriel Sepúlveda se traslada desde el Barrio Brasil al centro o Providencia, y comenta que si bien “peor es nada, parece que acá se ha querido tapar el sol con un dedo. El hecho de que vaya sólo desde La Moneda hacia abajo esta ciclovía da cuenta de ello. No hay un circuito, vas andando en tu bici y a medio camino se terminó la pista y te quedaste allí. Debieran estar integradas”.

Gabriel agrega que “mientras se siga concibiendo como paseo y no como medio de transporte, creo que no habrán buenas ciclovías. Es mejor que lo que había hace cinco años atrás, pero la sensación que tengo es que dijeron ‘¡Ya! Démosle el gusto a estos huevones y hagamos algo para que se queden callados’. Si te das cuenta: en el centro, que es donde más confluye gente, no hay ciclovías. Ningún edificio público tiene infraestructura para recibir a personas que lleguen con bicicletas”.

Nicolás Valenzuela recorre la ciclovía de Pajaritos en Maipú hasta el centro de Santiago. Respecto de la de Maipú, le molesta que “entre medio de la pista hay árboles, los que tienes que ir esquivando”. Sobre la de la Alameda, comenta que “el bandejón central tiene poco espacio para circular, las rampas están picadas abajo y se daña la bicicleta al usarlas, además que tienes que andar dando puras vueltas esquivando a peatones”.

Por su parte, Claudio Olivares, de “Arriba ‘e la chancha”, comenta que “las ciclovías son deficientes porque no cuentan con las medidas mínimas de seguridad. Si el ancho estándar es de 3 metros (1,5 por pista) y acá miden unas 60 cm algunas como la de Rosas o Tarapacá en el centro de la ciudad. Además, cada cruce es un conflicto importante ya que hay que ceder el paso y en muchos casos cambiarse de vereda y entrar en conflicto con los peatones”.

También entre los ciclistas consultados hay unanimidad en lo mal hecha que quedó la ciclovía de Av. Matta. “No tiene ni pendientes en algunos cruces de calles, por lo que debes meterte en la pista de los autos para cruzar”- cuenta Claudio.

El problema es que “las ciclovías se construyen hoy donde queda un espacio, muchas veces quitados a parques o trozos de vía. Esto refleja la nula voluntad de integrar la bicicleta. Hoy estas pistas sirven como argumento para los políticos locales para decir que hacen cosas. En la práctica no es una política de medio de transporte”-agrega Claudio.

LAS MEJORES Y PEORES

Consultado respecto de una ciclovía bien hecha en Santiago, Claudio responde que la ubicada en Isabel La Católica entre Tobalaba y Vespucio cumple con los requisitos. “Está segregada físicamente, cumple con los 3 metros de ancho, está separada con tachones de goma y va en la calle y no a través de un parque o por la vereda”-detalla.

Amarilis Horta -fundadora del Centro de Bicicultura de Santiago-, en tanto, llama la atención respecto a que en “Santiago se les llama pistas recreativas y no cilovías, lo que da cuenta de que no cumplen con ningún estándar”. Agrega que “hemos hecho evaluaciones técnicas de ciclovías y creemos que hay algunas que no tienen vuelta, como la de Dublé Almeyda, en Ñuñoa, por ser muy angosta, y debes enfrentarte con árboles y postes, los que no permiten visibilidad alguna”.

Amalis recomienda que “la ciclovía sea recta, enfrente semáforos, sea recta y vaya junto a los autos en vez de la vereda o por parques”. También aconseja que para que los 700 kilómetros de ciclovías previstos sean realmente útiles, “deben estar interconectadas y ser vías que te lleven rápido a destino”.

Un ciclista de siempre es el ecologista Luis Mariano Rendón, quien coincide con Amalis sobre la mala calidad de la pista de Dublé Almeida. “Si es un pista de cross country” -comenta.

A juicio de Luis, las pistas “debieran cumplir estándares viales y ambientales. Que no estén junto a vías de harto tráfico vehicular como ocurre con la de Santa Isabel, donde en las tardes hay malísima calidad del aire y el ciclista debe respirar todo eso”.

Respecto del proyecto de ley anunciado por la Presidenta, Luis cree que “es bien intencionado, pero deja muchas facultades en las municipalidades. Ha habida avances en ciclovías, pero también pérdidas, como la que iba por el borde del Club Hípico, que ya desapareció. Otra que no existe es la de Santa Rosa, en La Pintana, la que incluso tenía taxicletas, y desapareció otra con las obras de ampliación del Transantiago”.

Luis considera la de Pocuro como de un buen estándar y la de Antonio Varas desde Santa Isabel al norte.

Por su parte, el psiquiatra Francisco Hunneus recorre hace 25 años la ciudad en bicicleta. La experiencia lo hizo escribir las Diez Reglas para Sobrevivir la Ciudad en Bicicleta (visitar).

Francisco comenta que “las reglas del tránsito no son buenas para las bicicletas. Por ejemplo, la norma que dice que se debe andar en la calzada derecha, si los conductores no te ven bien porque ellos van por la izquierda. Por ello recomiendo ir por la pista izquierda”.

Francisco concuerda con muchos de los entrevistados, para quienes la peor es la que está en el bandejón central de la Alameda. “Si es una montaña rusa, parece una carrera de obstáculos. También las de Ñuñoa, como la que va por Simón Bolívar, parecen caracoles”.

Al igual que Luis, a su juicio es un agrado recorrer la de Antonio Varas. También rescata la ‘ciclovía natural’ en el Parque Uruguay y la que bordea el Mapocho por la costanera en Providencia.

Claudio concluye que esperan que la legislación no termine siendo una excusa para que, al hacer ciclovías, se excluya de otras calles a las bicicletas. El problema es que hoy “se piensa en las vías públicas como de preferente uso por vehículos motorizados, como las autopistas, en donde está prohibido desplazarse en bicicleta. Esto ha ido mermando el derecho de movilidad de las personas. Hoy ya no podrías desplazarte por la carretera en bicicleta entre una ciudad y otra. Primero se debe pensar en el flujo de las personas y no en adaptar la ciudad a los autos”-concluye.

Fin de pista.

por Mauricio Becerra

El Ciudadano


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