Comunidad represada: La tragedia en el territorio ancestral mapuche pewenche en Alto Bio Bio

A los mega proyectos de Pangue, Ralco, Angostura, hoy se siguen sumando más proyectos hidroeléctricos que quieren imponerse en el territorio pewenche

Han pasado veinticinco años desde que las mujeres de origen pehuenche en Chile formaron su movimiento de resistencia colectiva llamado Mapu Domuche Newen, que significa «Mujeres de la fuerza de la tierra» en el idioma mapuche o mapudungún. El grupo encabezó la oposición contra la construcción de la represa hidroeléctrica Ralco, una de las más polémicas de Chile.

A continuación, se comparte ensayo, con coautoría de quienes resistieron y se vieron obligados a desalojar su territorio.

Comunidad represada: la Responsabilidad Social Empresarial y el imperialismo cultural en el Alto Biobío de Chile

 

Autores: Rajiv Maher, Hilda Huenteao y Eduardo Quintremán

Resumen

En este ensayo planteamos la noción del imperialismo social empresarial para conceptualizar nuestras reflexiones sobre las prácticas de la Responsabilidad Social Empresarial Política (RSEP) en la región del Alto Biobío del centro-sur de Chile. Dos de los autores indígenas (mapuche-pehuenche) de la región lideraron una lucha contra la instalación de la polémica represa Ralco a principios de los años noventa. El megaproyecto finalmente se llevó a cabo y 90 familias fueron reasentadas en otras partes dentro de la región. Debido a la ausencia del Estado en la región, la empresa española de energía junto a su fundación, en línea con la RSEP, jugaron un papel destacado en el desarrollo local y el reasentamiento de las familias. Sin embargo, desde el realojamiento hemos sido testigos de la decadencia de nuestra comunidad a medida que el alcoholismo, la depresión, el suicidio, la violencia doméstica abundan, y nuestras prácticas ancestrales y espiritualidad han sido colonizadas por la iglesia evangélica. Terminamos ofreciendo recomendaciones a gerentes y legisladores sobre cómo posiblemente evitar caer en las trampas del imperialismo social corporativo.

Introducción

Los investigadores de la administración y la responsabilidad social empresarial (RSE) han argumentado durante mucho tiempo que las empresas deben jugar un papel activo para ayudar a lograr el desarrollo económico en territorios que carecen de la acción eficiente de actores gubernamentales. Pero poco se sabe sobre cómo una comunidad experimenta tales intervenciones de RSE con el transcurso del tiempo. Este ensayo cuenta la historia de una de esas comunidades.

Han pasado veinticinco años desde que las mujeres de origen pehuenche en Chile formaron su movimiento de resistencia colectiva llamado Mapu Domuche Newen, que significa «Mujeres de la fuerza de la tierra» en el idioma mapuche o mapudungún. El grupo encabezó la oposición contra la construcción de la represa hidroeléctrica Ralco, una de las más polémicas de Chile. En este ensayo, en coautoría con Hilda y Eduardo, quienes resistieron y se vieron obligados a desalojar su territorio, queremos recalcar los principales impactos de este particular ejemplo de Responsabilidad Social Corporativa Política (RSCP) sobre los pehuenche a lo largo de 25 años. Nuestra conclusión es que en contextos donde, por causa de megaproyectos, las comunidades son desarraigadas y relocalizadas/reubicadas en otros lugares, la RSCP puede actuar como un conducto del imperialismo cultural y económico. En resumen, las buenas intenciones pueden, con el tiempo, tener resultados trágicos, como explicamos en este ensayo.

Esta emotiva historia llega a lo más profundo en Hilda y Eduardo. Los tres nos conocimos por primera vez hace cinco años y hemos conversado varias veces sobre lo que ocurrió durante y después del conflicto. Narramos el ensayo desde la perspectiva de Hilda y Eduardo, quienes sienten que su historia debe ser escuchada por los lectores de esta revista (JMS), y en particular por los académicos, gerentes y proponentes de la RSCP con la esperanza de que en el futuro puedan contemplar las secuelas imperialistas no intencionadas y respetar el derecho internacional sobre los derechos de los pueblos indígenas.

Nuestra intención es cuestionar el supuesto subyacente de la RSCP de que en áreas de «brechas de gobernanza» con un Estado operante limitado, las empresas que adoptan un enfoque participativo, junto con las organizaciones de la sociedad civil, las comunidades y otros actores relevantes, pueden generar un cambio social positivo a través del desarrollo y la prosperidad. A partir de nuestra experiencia vivida, desarrollamos el concepto del «imperialismo social corporativo» para enmarcar experiencias de la RSCP cuando se implementan en comunidades que han sido desarraigadas de sus territorios y de sus formas de saber y ver la vida. Aquí, argumentamos que los intentos de implementación de la RSCP pueden ser infundados en que carecen de una sensibilidad cultural. En tales contextos, la RSCP resta y luego agrega a las comunidades a través de un imperialismo cultural y económico menos deseable. El imperialismo social empresarial, a pesar de las buenas intenciones sostenidas por las empresas, puede tener consecuencias trágicas como la desaparición de una cultura tradicional, el bienestar de la comunidad y el tejido social. Para evitar el imperialismo social corporativo, pedimos que las empresas sean legalmente obligadas a considerar las secuelas que dejarían en las comunidades locales y que eviten emprender o invertir en proyectos que requieran de una reconfiguración de esas comunidades. Vale recalcar que, en nuestro caso, Endesa llevó a cabo una especie de evaluación de impacto social, pero aun así no fue suficiente. El derecho internacional ya proporciona una orientación sólida sobre este tema, en específico, sobre el derecho a la libre determinación. Los gerentes deben tratar de familiarizarse con estos derechos y respetarlos, incluso cuando estos puedan chocar con otras leyes nacionales que promueven el crecimiento económico.

Los gobiernos también tienen responsabilidad. Sin su pleno respaldo de las leyes internacionales de derechos humanos, las empresas pueden justificar con facilidad el no cumplimiento de estas. Este fue el caso del gobierno chileno durante la década de 1990, cuando dio prioridad a la ley de generación de energía eléctrica sobre la Ley Indígena. Al hacerlo, el gobierno chileno creó la oportunidad para que Endesa eludiera los derechos legales del pueblo Pehuenche a favor de defender un enfoque de RSCP.  Nuestra comunidad, ubicada en el Alto del Biobío, estuvo aislada del resto de Chile hasta la década de los noventa. Lo que era una comunidad autónoma, donde se vivía en tierras colectivas, libre de la modernidad y organizada por su sistema de creencias indígenas, se ha transformado hoy en un espacio vacío, desprovisto de su identidad Pehuenche. Hoy vemos la gran represa a la que nos opusimos; nuestra comunidad ha sido desarraigada, desmantelada y reasentada; y nos enfrentamos a un aumento de los males sociales (los niveles más altos en el país de la pobreza, el alcoholismo, la violencia doméstica, el suicidio junto a la pérdida del espíritu colectivo y la espiritualidad indígena). Nuestro municipio del Alto Biobío sigue siendo el más pobre de Chile en términos de ingresos, lo que atestigua el impacto económico marginal que ha dejado la represa a nivel local.

Sin embargo, durante los últimos 25 años, nuestro territorio ha estado recibiendo iniciativas de la RSCP de Endesa y Enel (ambas corporaciones multinacionales de energía) destinadas a generar desarrollo y prosperidad. En este ensayo, intentamos reconciliar esta aparente contradicción y narrar, desde nuestras experiencias vividas de primera mano, el papel que jugó la RSCP en la imposición del imperialismo cultural y económico en nuestro territorio, en la resultante fragmentación y en la trágica desaparición de nuestra forma de vida comunal indígena pehuenche.

La RSEP se concibió como una teoría normativa que argumentó que las empresas comerciales, junto con la sociedad civil y otros, deberían contribuir al desarrollo local mediante la provisión de bienes y servicios públicos en territorios con mayor inestabilidad política, como los países del sur global (Scherer et al., 2016).

En términos materiales, en el Alto Biobío la RSCP ha resultado en:

  • La construcción de una carretera que nos conecte directamente con el resto del país (hoy se encuentra en condiciones precarias, especialmente durante el invierno).
  • Casas nuevas, más grandes y modernas con más terreno, pero ubicadas en dos comunidades nuevas y separadas.
  • Cursos de capacitación para fomentar la generación de ingresos y revitalizar la cultura pehuenche.
  • Becas educativas para niños.
  • Promesas incumplidas, como construir escuelas y donar ganado vacuno.

Las tierras del Alto Biobío quedaron libres de la colonización europea y chilena en su gran parte en comparación con el resto de las tierras mapuche (conocidas como Gulumapu). Es por esto que nuestro territorio se encontraba entre las pocas comunidades mapuche que hasta hace poco hablaban principalmente en su lengua nativa y vivían de acuerdo a la espiritualidad ancestral. Mientras crecíamos, vivíamos principalmente en una sociedad sin dinero en efectivo. En su mayoría éramos autosuficientes con lo que cultivábamos y teníamos un sistema de trueque. Si algún vecino se encontraba mal, lo cuidábamos con nuestra medicina ancestral. Con poca frecuencia íbamos a las pequeñas ciudades más cercanas como Santa Bárbara o Los Ángeles a comprar artículos esenciales que no podíamos proporcionarnos.

Para apreciar cuán aislados estábamos, vale la pena recordar cómo, cuando éramos niños en la década de 1980 visitábamos las ciudades de Santa Bárbara y Los Ángeles, lo que implicaba una aventura especial de dos días a caballo. Hoy en día, el mismo viaje en vehículo dura aproximadamente dos horas en verano o cuatro durante el invierno. Una vez estando en estos pueblos, algunos chilenos nos miraban fijamente e incluso nos insultaban con nombres racistas como «indio». Nos sentíamos estigmatizados por la sociedad chilena, que nos veía atrasados, sin educación y pobres. Nos sorprendió esto porque nunca nos consideramos como «gente pobre». Desde nuestra perspectiva vivíamos muy bien en forma colectiva y no nos faltaba nada para nuestro bienestar. La vergüenza que sintieron algunos de nuestros hermanos y hermanas por la discriminación y el prejuicio hacia nosotros es un aspecto importante en nuestra historia reciente con respecto a la RSCP, y en breve volveremos a este punto.

También es imperativo señalar cómo, durante la década de 1980, el gobierno del régimen militar neoliberal dividió nuestras tierras comunales, obligándonos a levantar vallas por primera vez. Recordamos cómo esto hizo que los miembros de las familias extendidas pelearan entre ellos por la colocación de la cerca y disputar quién era el dueño de los animales. El gobierno había señalado nuestro territorio como ideal para la generación de energía hidroeléctrica en la década de 1970; la aprobación de nuevas leyes para bifurcar nuestra tierra ayudaría, en última instancia, a Endesa a negociar con cada familia individualmente para desalojar nuestras casas.

En 1992, Endesa ya había establecido su propia «Fundación Pehuén» (utilizando el nombre de nuestra identidad ancestral), que financia de manera exclusiva como un medio independiente para la implementación de la RSCP en nuestro Alto Biobío. La construcción de la represa Ralco requirió el desplazamiento de alrededor de 90 familias pehuenche (incluyendo a las familias de Eduardo e Hilda) para que Endesa inundara nuestras tierras y cementerios sagrados.

Desde la cosmovisión pehuenche y mapuche, la naturaleza no está separada de los seres humanos. Adoptamos una visión holística de los territorios. Nuestros antepasados ​​entendieron hace miles de años que la tierra, el agua, la flora y la fauna, y los seres humanos están todos intrincadamente conectados, y esta armonía debe respetarse plenamente. Esto significa que no debemos alterar el equilibrio dentro de estas ecologías que consideramos sagradas. Cada montaña, volcán, árbol y río tiene su propio newen (fuerza de energía especial en castellano). De igual manera es sagrado para los mapuche el lugar de descanso de nuestros antepasados ​​fallecidos, que deben permanecer intactos para que podamos mantener una conexión profunda con ellos a través de nuestros sueños, donde a menudo imparten su sabiduría y consejos en momentos de necesidad. Por eso, consideramos como un sacrilegio la idea de inundar nuestras tierras, hogares, cementerio y ecología.

Nuestra resistencia a la construcción de Ralco, junto con activistas ecologistas, duró casi 10 años. Esta postura frente a la represa es aún más impresionante si se tiene en cuenta que las mujeres de Mapu Domuche Newen, que apenas hablaban español y pocas veces se habían aventurado más allá de nuestro territorio, resistieron a nivel nacional e internacional. Nuestra madre y nuestra tía (Berta y Nicolasa Quintreman) se convirtieron en las figuras de este movimiento de resistencia y son reconocidas en todo Chile como símbolos del primer gran conflicto de la justicia ambiental y los derechos indígenas. Hoy son venerados y reconocidos por todos aquellos con un interés en proteger el medio ambiente y en particular por inspirar a muchas niñas y mujeres en Chile a defender la naturaleza y la cultura mapuche.

A pesar de la oposición de nuestras familias a Ralco, la mayoría de nuestros vecinos se sintieron atraídos por las tentaciones de las promesas transformadoras de la RSCP y el potencial para ayudarlos a dar el gran salto hacia la modernidad. La promesa de trabajo en la construcción de la represa también sedujo enormemente a muchos de nuestros vecinos, que no estaban acostumbrados a la cultura moderna de trabajos asalariados. Ellos vieron esto como su oportunidad para liberarse del estigma asociado a ser pehuenche-mapuche. A nuestros antiguos vecinos se les ofrecieron parcelas nuevas y más grandes en una de las dos comunidades (El Huachi y El Barco) separadas por un camino de dos horas y media. El Barco se encuentra a mayor altitud, donde las fuertes nevadas son habituales durante los largos inviernos. Endesa también ofreció pequeñas sumas simbólicas en efectivo como compensación a cada familia de alrededor de 1.300 US$ en promedio por la compra de muebles nuevos y otros artículos para el hogar. Las casas nuevas eran más grandes, con ventanas de vidrio, cocinas interiores con estufas de gas y baños interiores y pisos laminados, muchas de las cuales eran una novedad para ellos. A cada familia se le dio una parcela de tierra individual para su casa en lugar del estilo comunal tradicional. La fundación también donó artículos básicos, como láminas de zinc, cercas, alimento para los animales, alimentos para la gente y utensilios de cocina a las familias reasentadas. Sin embargo, la fundación no cumplió con algunas promesas como por ejemplo construir escuelas en El Barco y donar bueyes a cada familia.

En El Huachi, la fundación reservó tierras para parcelas comunales y la agricultura, lo que no ha tenido el efecto deseado. Los vecinos se quejan de que los dirigentes no les prestan la maquinaria necesaria para trabajar esta tierra. La fundación también colaboró estrechamente con la Organización No Gubernamental (ONG) evangélica y de desarrollo llamada World Vision en la ejecución de su RSCP (especialmente antes de la creación de nuestro municipio en 2004). No obstante, nuestros antiguos vecinos pronto se volvieron dependientes de la fundación para sostener sus nuevos estilos de vida modernos e individualistas.

Durante el período de conflicto, cuatro personas que protestaban contra la represa perdieron la vida. Enfrentamos una constante represión policial y presión de Endesa. Desde sus inicios en 1993, los políticos y los tribunales favorecieron la ley de generación eléctrica sobre la Ley Indígena que fue diseñada para proteger a personas como nosotros frente a situaciones similares. El expresidente Ricardo Lagos incluso vino a visitar a nuestra madre y tía en casa, instándonos a aceptar la represa. Todos estábamos agotados después de soportar años de esta lucha. Finalmente, después de que las autoridades nos dijeran en repetidas ocasiones que no teníamos más remedio que acceder ante Endesa, nuestra madre y nuestra tía firmaron a regañadientes un acuerdo para vender nuestra tierra en 2004. La empresa nos permitió mantener nuestras casas originales de la infancia, que no inundaron; sin embargo, de forma trágica y misteriosamente, nuestra querida tía Nicolasa fue encontrada sin vida dentro del embalse de la represa Ralco, a la que se había opuesto durante mucho tiempo, el año 2013.

¿Cómo ha contribuido el Imperialismo Social Empresarial a la tragedia en nuestra comunidad?

Más allá del argumento de que Ralco estaba en el interés nacional de las necesidades energéticas y el crecimiento económico, Endesa y el gobierno basaron su campaña en el compromiso de llevar desarrollo y progreso a nuestro territorio. A pesar de más de dos décadas de la RSCP y del pago de los impuestos fiscales locales por Endesa (y Enel, que asumió el cargo en 2009), la municipalidad del Alto Biobío sigue siendo la más pobre a nivel nacional en términos económicos.

Desde la construcción de la represa Ralco y la implementación de la RSCP, hemos sido testigos del aumento generalizado del abuso de alcohol, la violencia doméstica y las tasas de suicidio más altas en Chile. Esta nueva realidad es algo que no experimentamos cuando crecíamos como jóvenes. También lamentamos la desaparición de la estructura organizativa, el idioma, las ceremonias y la espiritualidad pehuenche. Ya no tenemos nuestras autoridades tradicionales de Longkos, Werkenes y Weichafes, que han sido reemplazadas por el sistema occidental de presidentes de comunidad. Durante nuestra visita a El Huachi a fines de 2016, los residentes se lamentaron por la destrucción absoluta de su antiguo espíritu comunitario colectivo, prácticas ancestrales y lengua mapudungún desde que fueron reasentados. Nuestras conversaciones también pusieron en evidencia cuán dependientes se habían vuelto de la Fundación Pehuén para sus nuevos medios de vida. En este sentido, nuestra comunidad pasó a un escenario en el que el individualismo ha triunfado sobre la sociedad colectivista en la que crecimos. Esto también se ha reflejado en cómo el conocimiento moderno ha suplantado nuestras formas tradicionales de conocimiento arraigadas en nuestro territorio. Atribuimos estos recientes males sociales al enfoque más occidental adoptado por la comunidad desde la construcción de la presa.

Somos conscientes de que no se puede considerar la RSCP completamente responsable por la totalidad de los problemas sociales y culturales descritos aquí. El papel del Estado en nuestra historia es innegable. Creemos que muchas de las características de la modernidad habrían acabado llegando a nuestro territorio en algún momento. Proponemos que la RSCP, a través de su primera fase de reasentamiento, destrozó la cohesión comunitaria. Argumentamos que la implementación de la RSCP (durante y después del reasentamiento) en una comunidad desarraigada aceleró el proceso de modernización y occidentalización. Si no se hubiera construido la represa Ralco, nos hubiéramos podido organizar y gestionar mejor frente a la llegada de la modernidad.

De nuestras observaciones y conversaciones a lo largo de los años con nuestros antiguos vecinos reasentados, percibimos un profundo arrepentimiento por venderse y abandonar su anterior forma de vida Indígena. Postulamos que el reasentamiento de la comunidad en diferentes áreas dentro del Alto Biobíollevó a una erosión de su esencia, raíces y conexión con sus saberes indígenas y el espíritu colectivo. Endesa nos desarraigó y nos plantó en un nuevo mundo de modernidad no indígena con una cultura individualista, esperando que esto condujera a nuestra emancipación. En este nuevo universo, nos enfrentamos a un sistema de conocimiento completamente nuevo, donde nuestras formas anteriores de relacionarnos con humanos y no humanos ya no eran relevantes. Por ejemplo, desde el primer día, la fundación ha tratado de transformarnos en empresarios individuales modernos, lo que contrasta con cómo vivíamos anteriormente. El resultado final ha visto el surgimiento de un espacio no cooperativo (veáse el ensayo en JMS de Chowdhury, 2019) donde nuestros antiguos vecinos viven en una cultura de ‘cada uno con lo suyo’, que afirmamos ha llevado a un escenario trágico con respecto a nuestra cultura y tejido social. Ser empujados a un nuevo universo de modernidad y capitalismo significó que muchos de nosotros estábamos desorientados y nos sentimos perdidos sin una orientación colectiva. Ninguna cantidad de cursos de capacitaciones por parte de la fundación y las ONG podría habernos ayudado a realizar una transición sin problemas hacia este nuevo universo de la modernidad occidental.

La RSCP también resultó en que todos los reasentados tuvieran mucho más tiempo libre, ya que no tenían que dedicarse tanto a trabajar su tierra como antes. Con este nuevo tiempo disponible junto con los pagos iniciales en efectivo de la fundación, muchos recurrieron al alcohol, lo que generó niveles alarmantes de depresión, suicidio y violencia intrafamiliar. Algunas víctimas de estos males sociales han buscado refugio en la iglesia evangélica radical, que llegó al Alto Biobío después de la construcción de Ralco. Esta iglesia prohíbe a los conversos pehuenches participar en nuestras costumbres, prácticas y espiritualidad ancestrales, considerándolas paganas. Con esta «modernización», los miembros también han renunciado a nuestra lengua materna, poniéndola en peligro de extinción; la falta de hablar en mapudungún fue algo que lamentaron varios integrantes en El Huachi. Tenemos la fuerte sensación de que muchos de los que fueron reasentados recientemente recurrieron al alcohol debido a un profundo dolor por haber abandonado su espiritualidad y territorio nativos.

Previniendo la RSCP imperialista a través del respeto al derecho a la libre autodeterminación

¿Qué tipo de recomendaciones podemos ofrecer a los académicos, políticos y gerentes de la administración y la responsabilidad social, o a quienes deseen construir un megaproyecto en un territorio indígena? Después de una reflexión sincera entre los autores, sentimos que estaríamos cometiendo una injusticia con los pueblos indígenas que defienden sus territorios y vidas si ofreciéramos recomendaciones prescriptivas sobre cómo lograr que la RSC sea «correctamente» aplicada en contextos similares de comunidades desarraigadas.

En contextos como estos, argumentamos que la RSCP, independientemente de sus buenas intenciones, probablemente conducirá al imperialismo cultural y económico porque las comunidades estarán desposeídas de sus estructuras comunitarias tradicionales que están arraigadas en formas antiguas de saber y ver al mundo. El imperialismo social corporativo, disfrazado de la RSCP, en primer lugar, extrae capital comunitario y luego agrega a través de prácticas de responsabilidad social bien documentadas que son ancladas en el conocimiento occidental. Situaciones similares son comunes, como lo demuestra el atlas de Justicia Ambiental, que ha mapeado cerca de 2.000 conflictos en curso que involucran a comunidades desplazadas y/o desposeídas de sus tierras.

Afortunadamente, desde la construcción de la represa Ralco, hemos visto la introducción de nuevas leyes internacionales de derechos humanos que protegen a los pueblos indígenas, reconociendo su derecho a autodeterminar en forma colectiva su propio desarrollo. Esto incluye el requisito de que los titulares de proyectos obtengan el consentimiento previo (veáse Convenio 169 de la Organización Internacional del Trabajo sobre Pueblos Indígenas y Tribales) y el derecho de las comunidades indígenas a vetar grandes proyectos en sus territorios (veáse la Declaración de las Naciones Unidas sobre los Derechos de los Pueblos Indígenas, 2007). Parte del trato negociado por el colectivo Mapu Domuche Newen en 2002 fue una promesa del gobierno de respetar los derechos de los pueblos indígenas en Chile. En 2015, Enel (los nuevos propietarios de Endesa) intentó colocar otra hidroeléctrica más al sur, en Neltume -también en territorio mapuche- con el objetivo de inundar el lago sagrado. Afortunadamente, esta vez, la ONG el Observatorio Ciudadano de José Alywin, quien lideró una campaña junto con nosotros contra Ralco, logró resistir el proyecto hidroeléctrico al movilizar la ley de consulta indígena que el gobierno aprobó después de Ralco.

Observamos que cientos de empresas en la actualidad tienen políticas dedicadas al respeto a los derechos humanos. Algunos incluso informan sobre su debida diligencia con respecto a los derechos humanos. Sin embargo, es imperativo que las empresas aprendan y se vuelvan sensibles acerca de la cosmología o cosmovisión de los pueblos indígenas y que respeten sus creencias y formas de vivir (como exige el derecho internacional), que pueden diferir completamente de la modernidad occidental. Al promulgar esto, creemos que existe la posibilidad de que RSCP evite caer en la trampa del imperialismo cultural y económico, como sucedió en nuestra comunidad.

Nuestra experiencia del conflicto de Ralco nos lleva a postular que la RSEP no puede tener un impacto neto-positivo en el bienestar y desarrollo de una comunidad si es de una naturaleza imperialista, es decir, si es implementada en una comunidad desarraigada de su territorio, cosmovisión y espiritualidad por la misma empresa. Comprendemos las buenas intenciones detrás de la filosofía de desarrollo de la RSCP de enseñar y dar capacitaciones, en línea con el refrán de «enseñar a un hombre a pescar para que pueda comer para siempre». Sin embargo, encontramos tales enfoques intervencionistas occidentales como condescendientes y representativos del imperialismo cultural y económico, considerando que nosotros y nuestro pueblo poseemos un conocimiento milenario de nuestro propio mundo o universo de vida sobre cómo prosperar en armonía con la ecología. La RSCP probablemente funcione mejor donde las empresas y sus operaciones tienen el menor impacto en la vida de las comunidades cercanas.

Paradójicamente, la RSCP no cumplió con su objetivo de emanciparnos y generar desarrollo, en cambio llevó a crear una nueva dependencia de las dádivas. También contribuyó de muchas formas a la degradación cultural y social de nuestra comunidad. Somos conscientes de cuánto ha llegado a depender el mundo de los recursos naturales (incluso para hacer la transición a la energía limpia), que se encuentran en los territorios de los pueblos indígenas. Esperamos que la civilización occidental pueda aprovechar sus capacidades de innovación para seguir viviendo sin la necesidad de extraer estas energías sagradas (que el mundo moderno llama «recursos naturales») y así superar este «gran desafío mundial».

Conclusión

En este ensayo hacemos una crónica de cómo la implementación de una RSCP bien intencionada en el contexto de una comunidad indígena desarraigada produjo el imperialismo social corporativo. El impacto de lo que postulamos fue inducir a la comunidad a la dependencia de la RSCP. Más indirectamente, sostenemos que el imperialismo social corporativo contribuyó a la desintegración de la comunidad pehuenche a través de un fuerte aumento de los males sociales, tales como el abuso de alcohol, la depresión, la violencia doméstica, el suicidio, la pérdida de la espiritualidad, y la pérdida de la cultura y el idioma. Instamos a los lectores a contemplar seriamente los impactos negativos de la RSCP en las comunidades con el propósito de teorizar y practicar en el futuro. Nuestra principal recomendación para los responsables políticos, gerentes y académicos es trabajar para conciliar la estrategia comercial y la RSE con la legislación y los estándares de derechos humanos. Para concluir, los gobiernos deben defender los conocimientos y derechos de las comunidades (indígenas) para brindarles una oportunidad realista de contrarrestar el imperialismo cultural corporativo.

Bibliografía

Chowdhury, R. (2020). The mobilization of noncooperative spaces: Reflections from rohingya refugee camps. Journal of Management Studies.

Scherer, A. G., Rasche, A., Palazzo, G., & Spicer, A. (2016). Managing for political corporate social responsibility: New challenges and directions for PCSR 2.0. Journal of Management Studies53(3), 273-298.

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones