Del desarrollo hacia afuera al desarrollo hacia adentro de América Latina

Los economistas tienen la costumbre de denominar las grandes estrategias de desarrollo según la clientela que compra la producción

Por Mauricio Becerra

15/07/2009

Publicado en

Actualidad / Columnas

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Los economistas tienen la costumbre de denominar las grandes estrategias de desarrollo según la clientela que compra la producción. De este modo, la historia económica de América Latina se divide en períodos arancelarios: «Desarrollo hacia afuera (1880-1929)» «Desarrollo hacia adentro (1929-1973)» y nuevamente «Desarrollo hacia afuera (1973-2007)».

Dicha visión es algo estrecha, puesto que no toma en cuenta factores más importantes, especialmente el cambio de las relaciones sociales de producción. La más decisiva ha sido la dolorosa transformación de los campesinos en precarios asalariados urbanos, que en Chile ha sido el parto de un siglo y en el mundo se encuentra en pleno curso y apenas a medio camino (Ver «Gigante»).

Sin embargo, captura un aspecto importante y está en el lenguaje corriente, por lo cual resulta gráfica para ilustrar el gran proceso que está cursando en este momento en el mundo emergente y en Chile: un profundo cambio en las estrategias de desarrollo.
La que había predominado a lo largo de treinta años estaba agotada y la crisis la ha desplomado en un cataclismo. Ahora se trata de asumir una nueva estrategia de desarrollo ¿Que nombre le vamos a poner?

Podría ser «Desarrollo hacia adentro de América Latina»

El nombre se le ocurrió a Jacques Chonchol, ex Ministro de Agricultura del Presidente Allende y padre de la reforma agraria chilena – además participó activamente en las reformas agrarias de Cuba, Mozambique, Laos, Sudáfrica y ahora en Ecuador, entre varias otras.

A Jacques los latifundistas criollos lo apodaron Atila – según ellos donde pisaba no crecía más el pasto. Lo odiaban como a ninguno y lo pintaron como una suerte de bárbaro cruel. Nada más alejado de la realidad. Es un hombre sabio, brillante, sencillo hasta la humildad, alegre, inmensamente tierno y de una gran humanidad. Quizás por eso mismo, conserva una salud y presencia física envidiables.

Es además un hombre extraordinariamente prudente y sensato. Por eso planteó que la reforma agraria debía ser rápida, drástica y masiva, de modo de minimizar sus impactos negativos.

Puesto que Jacques es probablemente la persona viva que más ha contribuido al desarrollo de Chile – nada fue más determinante en ello que la reforma agraria -, parece muy adecuado que sea él quien bautice la nueva estrategia de desarrollo que Chile asumirá después de la crisis en curso.

La nueva estrategia es compleja. Su elemento central es que el Estado reasume en plenitud el rol de orientar el desarrollo del país en beneficio de sus ciudadanos. En este sentido y dado que Chile es un país emergente, se trata de una vuelta al desarrollismo.
Sin embargo, a diferencia del viejo desarrollismo, ahora no es necesario que asuma directamente muchas funciones, puesto que ya existen en la sociedad civil los grandes actores modernos que pueden ejecutarlas. Antes se vio obligado a hacerlo porque estaban en su infancia y orientó su acción precisamente a ayudarlos a crecer y fortalecerse. Ellos son la principal herencia del viejo desarrollismo.

Las políticas sociales cumplirán un rol central en el nuevo desarrollismo como lo tuvieron en el viejo. Sin embargo, ya no se trata de enseñar a leer y escribir y proporcionar salubridad básica y vivienda a una población que por entonces migraba masivamente desde el sometimiento de su condición campesina tradicional a la ciudadanía moderna.

Ahora hay que construir un Estado de bienestar hecho y derecho, que garantice a todos el derecho a trabajos decentes y a mantener sus ingresos si los llegan a perder, a educación y salud gratuitas y de buena calidad, a jubilaciones dignas. Ni más ni menos que lo que han logrado todos los países desarrollados y también los emergentes más vigorosos.

Nuevamente se trata de mejorar la distribución del ingreso aumentando significativamente el nivel de remuneraciones. Ya se logró una vez a lo largo del período desarrollista cuando entre 1929 y 1971 los ingresos de la masa de los trabajadores se multiplicó 6,8 veces mientras el producto interno bruto se multiplicaba 3,7 veces, gracias a que las remuneraciones reales promedio se multiplicaron 3,5 veces .

Gran parte de esos avances se perdieron tras el golpe de 1973 y tres décadas de extremismo Neoliberal, cuando las remuneraciones reales se redujeron inicialmente a la mitad y crecieron apenas un 20 por ciento entre 1971 y 2006. Durante ese período los ingresos de la masa de los trabajadores se multiplicó por tres, mientras el PIB nuevamente crecía 3,7 veces. Es decir, la participación de los trabajadores en el ingreso se redujo considerablemente (ver CENDA 2007 «Resultados de las estrategias del Estado a lo largo de un siglo«).

Adicionalmente, se desmantelaron con saña los servicios públicos, especialmente los de educación, salud y previsión.

Todo eso hay que revertirlo, puesto que uno de los rasgos de la nueva estrategia es que dependerá mucho más del mercado interno basado en una buena distribución del ingreso y en un generoso Estado de bienestar, como hacen todas las economías desarrolladas las que por lo mismo funcionan de modo mucho más estable y mejor.

El Estado volverá a regular adecuadamente al mercado, para proteger a los chicos de los abusos de los grandes, pero muy especialmente para corregir las inmensas distorsiones generadas por haber regalado a los privados la renta de los recursos naturales que nos pertenecen a todos.

La crisis ha puesto de manifiesto la enorme vulnerabilidad de basar el desarrollo nacional principalmente en el mercado mundial. Lamentablemente, el ajuste será muy doloroso, como lo fue durante la Gran Depresión. La nueva estrategia privilegiará la producción para el mercado interno y recuperará la industria nacional que ha sido desmantelada por treinta años de apertura indiscriminada.

En ese sentido, al igual que ocurrió en los años 1930, la estrategia de desarrollo hacia afuera dejará paso a una nueva fase de desarrollo hacia adentro.

Sin duda es deseable y conveniente expandirse al mismo tiempo hacia mercados que excedan los estrechos límites que establece la reducida población del país. Sin embargo, esta vez se harán las cosas bien, como les gusta tanto decir a los hinchas del modelo que muere.

La nueva estrategia no se basará como la anterior en la utopía de un mercado mundial sin trabas antes que se construya un Estado mundial; en permanente expansión.

De modo más realista, la nueva estrategia reconoce que los mercados modernos nacieron y se han desarrollado al amparo de los Estados, que a su vez nacieron para barrer con las antiguas aduanas feudales y para regular y proteger la libre circulación de dinero, mercancías y personas al interior de sus espacios soberanos.

Asimismo, que varios Estados vecinos pueden construir instituciones estatales supranacionales que regulen y protejan la libre circulación estable de dinero, mercancías y personas, sobre un espacio mayor de soberanía compartida.

Este es un aspecto crucial de la nueva estrategia, la que se propone expandir el mercado más allá de las fronteras del país hacia una América Latina integrada de verdad. Lograrlo es difícil, sin duda alguna. Pero no es una utopía irrealizable, como lo demuestra la Unión Europea.

Por eso, la consiga de Jacques Chonchol, aunque recoge solo un aspecto de la misma, resulta un buen nombre para la nueva estrategia.

Manuel Riesco

Economista CENDA

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