[Columna de Opinión]

El peso de una pluma

Todos los estudiosos del tema coinciden en que el significado es el contenido mental de un signo lingüístico; es decir, es aquello que la mayor parte de las personas interpretan de ese mensaje.

Por Wari

19/01/2024

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Por Claudio Corvalán

¡Viña tiene festival!, y junto con eso cada año se desarrolla una vorágine de chismes y comentarios sobre este mundillo de los artistas y sus puestas en escena, que finalmente se transforman en una oda a la superficialidad.

Pero, ¿qué tiene de mal que nos relajemos un poco en torno a estas banalidades? ¿Qué mal podría causarnos que transformemos a estos personajes inventados en nuestros héroes cotidianos?

Sin duda que tenemos el derecho (y quizás hasta el deber) de relajarnos y divertirnos dejando por un momento de lado la lucha brutal por sobrevivir, olvidando por un momento las matanzas de niños en Palestina, las hambrunas en África, las guerras en el otro lado del mundo o la contaminación universal.

Pero el festival de superficialidad va mucho más allá de este minuto de recreo. Los medios hacen gala de los engaños entre artistas, de las ganancias siderales de estos trabajadores privilegiados del “arte”, de una vida de lujos que ninguno del público puede tener, de contratos fraudulentos, de comportamientos despóticos con el personal de servicio, en fin; nos muestran unos personajes que se alejan mucho de nuestro ideario social, convirtiéndolos en nuestros modelos de vida. Hay en esta vanagloria de la superficialidad y la inmoralidad, una transmutación de los valores esenciales, convirtiendo la colaboración en individualismo, el exceso en excentricidad, la traición en práctica cotidiana, la avaricia y la desigualdad en signo de identidad y, así en conjunto, nos muestra toda la gama de anti valores que tan generosamente hemos cultivado en este neoliberalismo.

Estos anti valores tan difundidos hoy me traen a la cabeza cuando, en 1975, la dictadura nos puso presos por tratar de organizar a los vecinos en defensa de nuestros derechos. Compartimos el encierro con delincuentes comunes que nos decían burlonamente: “Ustedes son giles porque están presos, porque buscan beneficios para otros, mientras nosotros estamos presos por lo nuestro”. En ese tiempo pensaba que esa mentalidad reflejaba el trauma de una pequeña minoría que había quedado lastimosamente fuera de la comunidad humana; hoy vemos con horror que la minoría somos nosotros, aquellos que seguimos pensando en el valor de la colaboración y la fraternidad.

Pero volviendo a nuestro festival, este año tendremos la visita de un artista mexicano llamado Peso Pluma, cuyas canciones aluden constantemente a anti valores, como el sometimiento y cosificación de la mujer, la violencia como camino de sobre vivencia, el mundo del narcotráfico como escenario normalizado de la existencia y otras lacras de nuestra sociedad.

Ante esta flor de muestra de nuestro festival, se ha desatado una polémica respecto de la actitud que deberían tener las autoridades frente a esta visita, donde, por un lado, algunos opinan que las autoridades municipales y nacionales no deberían permitir la presentación, en nombre de nuestros valores comunes; por el otro lado, defensores a ultranza de la libertad de expresión, que califican a toda expresión humana como arte con derecho a mostrase, y por último, una tercera posición, la más increíble, que indica que hay que permitir la presentación sólo porque es muy popular el cantante, como si la popularidad estuviera por encima del mundo valórico que da sustento a cualquier sociedad.

Sin duda que yo me encuentro más cercano a la posición de quienes creen que no debería promoverse la expresión de este cúmulo de anti valores, y la razón no reside en la calidad artística, ni la profundidad de “Peso Pluma”; por cierto, el ser humano tiene el derecho a expresar su visión del mundo que le rodea de la forma que le parezca, y si le parece que las situaciones de sometimiento y abuso no son más que obstáculos naturales que hay que saltar con la violencia individual, tiene el derecho privado de manifestarlo, como también lo tienen los racistas violentos y otras cofradías antisociales, pero el acto público tiene otras reglas y debe cumplir con el marco de la preservación de los valores sociales que nos sustentan.

Nuestra Constitución vigente, así como los dos proyectos rechazados recientemente y muchas otras constituciones, se refieren a este derecho de libertad de conciencia limitándolo, justamente por los principios morales, las buenas costumbres y el orden público.

No obstante, los defensores de Peso Pluma profundizan en los análisis del discurso contenido en sus canciones y llegan a la conclusión que estas no hacen apología de estos anti valores, sino que simplemente los enuncian. Particularmente, solo he leído unas pocas de sus letras y son absolutamente explicitas en la defensa de anti valores como la corrupción, el consumo de estimulantes, la connivencia entre policías y delincuentes, y el individualismo siempre como telón de fondo.

A continuación una pequeña muestra para que el lector se haga su propia idea:

“Rompe la Dom Pe”: según los entendidos en el lenguaje del sub mundo mexicano, se refiere a romper las reglas sociales, es decir, haz las cosas como a ti, individualmente, te parezca sin considerar a los demás.

“Ya va a llegar la maría, tráete a todas tus amigas”: se refiere a una invitación al consumo de marihuana.

“Cinco cigarros. Que se llene de humo el carro, si hay bronca, pues la pagamos”: se refiere a enfrentar la violencia del ambiente con la violencia propia, avalando la ley de la selva.

“Ey, todo controlado. Tengo amigos de malandro, también los uniformados”: se refiere a tener buenas relaciones con los delincuentes y policías como medio de sobrevivir en este ambiente, insinuando que ambos son parte de una corrupción normalizada.

El lector podrá hacer su propia interpretación de este pequeño ramillete de expresiones artísticas, esto sin considerar otras canciones, como aquellas que denigran a la mujer; sin embargo, al menos estaremos de acuerdo en que en ninguna parte hay una crítica o rebeldía contra estas situaciones que promueven la destrucción de los imaginarios (o valores) que cohesionan a la sociedad.

En todo caso, el asunto tiene un caris mucho más fácil de entender y está representado por la simbología de los actos humanos, como característica fundamental de nuestro ser social que, en nuestro caso, está dado por lo que entendemos el común de los mortales cuando escuchamos estas letras. ¿Nos evocan una rebeldía contra las grandes injusticias, contra el sometimiento de género, contra el poder omnímodo del narcotráfico, contra las leyes y funcionarios injustos?  ¿Entendemos que el sentido de estas canciones es una normalización de estas realidades y una invitación a sacar la mejor tajada dentro de este mundo de violencia sin remedio?

No quisiera arrojar la librería, como validación de mis argumentos, pero sólo puedo decir que todos los estudiosos del tema coinciden en que el significado es el contenido mental de un signo lingüístico; es decir, es aquello que la mayor parte de las personas interpretan de ese mensaje. Por lo tanto, si casi todos entendemos este mensaje de Peso Pluma como una apología de los anti valores, este es el significado ultimo de su discurso y serán esos significados -y no otros- los que recibirá el público que lo escuche.

Por último, está la postura de quienes han puesto el acento no sólo en las reglas del acto público que nos obliga a conservar los valores elementales de convivencia, sino en el derecho de los ciudadanos soberanos a reclamar a nuestras autoridades estatales o municipales que no se utilicen los fondos públicos, de nuestra propiedad, para financiar un acto que promueve los anti valores y la peligrosa cultura narco.

Claudio Corvalán Robert

En definitiva, y parafraseando el nombre del artista invitado, hoy debemos preguntarnos: ¿Qué peso tiene en nuestra sociedad las influencias de la narco-cultura, representada por Peso Pluma?, o ¿qué peso tendrá la ligera pluma de quien escribe desde el deseo profundo de una sociedad de justicia, colaboración y fraternidad?

Por Claudio Corvalán Robert
Secretario de Formación Proyecto La Comuna

Columna publicada originalmente el 15 de enero de 2024 en Diario La Quinta.

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