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Entrevista a Jaison Murillo, ex combatiente FARC y dirigente nacional de Comunes: “Colombia cumplía para EEUU un rol de cabeza de playa en la injerencia sobre los asuntos internos latinoamericanos” | Parte I

Entrevista a Jaison Murillo, ex combatiente de las FARC y actual dirigente nacional de Comunes, con quien conversamos sobre la geopolítica mundial, los acercamientos de Colombia al BRICS y el atentado en contra de Miguel Uribe Turbay.

Entrevista a Jaison Murillo, ex combatiente FARC y dirigente nacional de Comunes: “Colombia cumplía para EEUU un rol de cabeza de playa en la injerencia sobre los asuntos internos latinoamericanos” | Parte I

Autor: Javier Pineda

Por Javier Pineda Olcay

En el corazón de Bogotá, en la sede del Partido Comunes, nacido después del Acuerdo de Paz entre las FARC-EP y la República de Colombia, conversamos con Jaison Murillo, ex combatiente de las FARC y actual dirigente nacional de Comunes.

Jaison Murillo militó más de 20 años en las FARC, a las cuales ingresó en el año 1996 a la Red Urbana Antonio Nariño, la cual pasó a ser un Frente Urbano dentro de los Frentes del Bloque Oriental de las FARC. En el desarrollo de las acciones militares cayó preso, estando más de 14 años privado de libertad, siendo amnistiado por el Acuerdo de Paz, del cual es firmante. Actualmente es integrante de la dirección nacional del Partido Comunes y miembro de la dirección distrital del partido en Bogotá.

Javier Pineda: Compañero Jaison, ¿cuál es el análisis que realizan del actual contexto global? ¿Cuál es la posición que juega Colombia en una Latinoamérica y un mundo convulso? ¿Cuál es el análisis que realizan ustedes de este escenario internacional por parte del partido Comunes?

Jaison Murillo: Lo primero es que para entender lo singular nos ubicamos en lo general y en esa medida debemos entender el contexto geopolítico como resultado de un proceso de transformación profunda que parte de un extraordinario desarrollo de las fuerzas productivas, ya no en el epicentro histórico del occidente europeo y norteamericano, que es en donde fundamentalmente ocurrieron dos o tres periodos de revoluciones industriales, sino que esta vez se desplaza el desarrollo de las fuerzas productivas hacia el oriente global. Y ese desarrollo de fuerzas productivas, como nos lo enseña la dialéctica materialista, el materialismo histórico, genera una crisis porque ese desarrollo de fuerzas productivas aumenta la producción, pero no corresponde con el mismo nivel y capacidad de consumo. Eso lleva a que cíclicamente el capitalismo propenda a destruir fuerzas productivas. Por eso, el capitalismo arroja a la principal fuerza productiva que es la fuerza de trabajo, a la miseria, el desempleo, pero también apela a la destrucción física de las fuerzas productivas mediante los procesos predominantemente de guerra.

Y entonces lo que estamos viendo ahorita es que hay un proceso de transformación que tiene una base, un soporte material y es que se da una nueva etapa de desarrollo de fuerzas productivas pero esta vez no en el epicentro histórico que es el occidente europeo y norteamericano, sino que se desplaza ese desarrollo de las fuerzas productivas hacia el oriente global centrando sus epicentros de desarrollo en China especialmente, tanto en la China continental como en la China Formosa en Taiwán, en Rusia y en otros países como la India, como Irán, Sudáfrica e incluso en el sur global, como Brasil, que son los que vienen a componer el BRICS.

Ese nuevo escenario que comienza a emerger como resultado del avance objetivo a partir de la estructura económica lleva a poner en crisis la estructura política global mundial, es decir el sistema político de Naciones Unidas, el sistema financiero del Banco Mundial, del FMI y principalmente, luego con la estabilización, consolidación y el inicio del crecimiento de los BRICS, con la solicitud masiva de países de vincularse a este nuevo escenario con la crisis de las divisas. Es decir, hay un cambio en lo estructural que repercute en la superestructura ya no de una nación, ya no de un pueblo en particular. Lo que yo estoy enfocando es que estamos enfrentando un momento histórico de revolución mundial.

Normalmente estos procesos que ocurrían al interior de las naciones, repercutían en crisis de gobierno, crisis de las clases hegemónicas que ya no podían seguir gobernando como antes, los de abajo que no querían dejarse gobernar como antes, pero esta vez se está dando como un proceso revolucionario global, porque lo que se está dando en torno a los países del BRICS está cambiando o poniendo en crisis en conflicto y llevando al ascenso de un nuevo orden mundial. Es decir, la crisis del orden de la estructura global con que se venía moviendo el capitalismo y el imperialismo, la crisis de las divisas, la disputa por las divisas sobre todo se da cuando en torno al BRICS, al tratarse de una alianza de países emergentes con desarrollo económico importante, con desarrollo de fuerzas productivas importantes, de concentración o realineamiento de nuevos mercados no sometidos a las imposiciones del fondo monetario, es decir, que sin plantearse inicialmente como alternativos al capitalismo, sí se deslindan de las orientaciones transnacionales del imperialismo y del capital financiero.

JP: Y en este contexto, ¿cómo se comprende la postura del presidente Gustavo Petro en relación al BRICS?

JM: Entendiendo ese momento global, cuando los BRICS buscan ya no solo consolidar mercados alternativos a partir de sus desarrollos de fuerzas productivas, además con unas poblaciones gigantes (terminan abarcando juntos casi el 50% del mercado global y del PIB global), implican un nivel de riesgo porque son economías y mercados fuera del control de los poderes hegemónicos mundiales. Pero cuando se plantean además una nueva moneda, alterna al dólar, la moneda del BRICS o el ascenso del yen o del rublo como monedas alternativas para el mercado mundial y comienzan procesos de desdolarización de porciones importantes del mercado global, ahí realmente es cuando comienza, la preocupación para los poderes hegemónicos globales, por el surgimiento de un nuevo mercado alterno sobre África y América Latina.

Pero que además se disputara el control de la divisa global, esto ya genera unas rupturas y una crisis y un agrietamiento profundo del orden establecido mundial. Eso también va aparejado de una crisis del desarrollo en la Europa Central y Occidental. Alemania deja de ser el principal motor de desarrollo económico de la comunidad económica europea. Francia y Reino Unido pierden también su papel protagónico en el marco de las Naciones Unidas y en el contexto de la OTAN. Realmente, el conjunto de Europa pasan a ser subordinados a la política norteamericana.

Por su parte, los norteamericanos tienen una crisis económica interna, hay una pauperización de clases medias inédita, nunca vista en Norteamérica. La indigencia, la miseria en Norteamérica ha crecido exorbitantemente. Ahora responden con una política muy violenta y muy agresiva contra los inmigrantes, pero esto no resuelve estructuralmente la empleabilidad y la calidad del trabajo y del salario de los nacionales norteamericanos. Simplemente hay una vía represiva y propagandística, pero no una reestructuración del empleo y del salario para la mano de obra nacional. Hay unas crisis de todo orden, por ejemplo, en el desarrollo de la industria. Estados Unidos ya no tiene la capacidad de competir en materia automovilística, de telefonía, de la alta tecnología. Los desarrollos que están alcanzando especialmente China y Rusia en esas materias y en materia militar, Rusia, China, Irán, Corea del Norte son impresionantes.

Entonces al debilitamiento interno se suma la pérdida de hegemonía norteamericana sobre su mal llamado “patio trasero” desde los años 90 hasta el presente. El control absoluto que tenía Norteamérica sobre Latinoamérica se ha perdido. El papel que cumplía la OEA es ya marginal en los asuntos internos de los países, en el control de los gobiernos, en el alineamiento de la política y de la economía latinoamericana. Aunque hoy en día están más equilibradas las fuerzas, es decir la correlación de fuerzas entre la derecha neoliberal y la centro izquierda y el progresismo latinoamericano están más equilibrados, se perdió esa mayoría que tuvimos en algún momento de izquierda. En todo caso es una correlación de fuerzas que no le permite al gobierno norteamericano avanzar nuevamente en una política de control y de sometimiento como lo llegaron a tener hasta los años 90 y en esa medida no pueden suplir problemas de demanda, de producción, de consumo, de sometimiento de estas economías a las necesidades norteamericanas para llegar a sus huecos, para resolver su problema inflacionario.

Entonces estamos en un momento en el que este nuevo orden mundial que asciende cada vez tiene más presencia y injerencia en Latinoamérica. Eso comienza especialmente a fortalecerse en el tiempo de Hugo Chávez, en su relación con Ahmadineyad, el presidente en ese momento de Irán, en su relación con China, en su relación con Rusia. Ya en tiempos de Putin abre las puertas a una presencia de estos países que si bien no cuestionan el modelo capitalista, si el modelo injerencista, colonialista e imperialista. Es decir, proponen un desarrollo de un capital con énfasis nacional, a partir de una lógica de entendimiento o de solidaridad entre los pueblos.

Y hoy tenemos no sólo ya la presencia de ellos. En Bogotá, por ejemplo, el metro lo están construyendo los chinos y el mayor aeropuerto de carga que va a haber en toda América, lo están construyendo los chinos por un acuerdo con Nicaragua. Además, se está construyendo un nuevo canal interoceánico alterno al de Panamá por Nicaragua, pero además los chinos tienen inversiones en todo el continente. Petro pide entrar a los BRICS y fortalece los acuerdos con China, genera una política abiertamente ambientalista, es decir, contrario al modelo predatorio del capital y del neoliberalismo. Plantea el tema de la renovación y las alternativas energéticas, plantea el tema de solidaridad con el pueblo palestino y contra el genocidio sionista.

Comienza a mover un tipo de liderazgo que se posiciona desde lo ambiental, desde lo humano, desde la solidaridad contra las agresiones neonazis en el mundo, con una política de paz que no sólo confronta a poderes como el sionista en el orden global, sino que dificulta esa necesidad de retoma de posicionamiento norteamericano sobre latinoamérica, toda vez que Colombia predominantemente cumplió gracias a los gobiernos de derecha y de ultraderecha un papel de cabeza de playa en la injerencia sobre los asuntos internos latinoamericanos y de la injerencia, además, por vía militar. El país con la mayor cantidad de bases, presencia de marines y de asesores militares norteamericanos en latinoamérica lo tenía Colombia. Los radares, las bases más grandes como la que está en Caquetá, los intentos de agresión y derrocamiento del gobierno de Chávez o del de Maduro con mercenarios, con golpes de estado, con bloqueos, se hicieron desde Colombia con mercenarios colombianos. Al igual que el magnicidio del presidente en Haití, recientemente las agresiones en Centroamérica con mercenarios colombianos, Se ha exportado el paramilitarismo colombiano hacia México y también existe presencia de mercenarios colombianos en las guerras de Siria y Ucrania. Es decir, Colombia no había jugado un papel de cualquier orden sino de, repito, cabeza de playa de la intervención norteamericana política, económica y de agresión militar sobre Latinoamérica.

Que hoy tengamos ese gobierno progresista, que no rompe con el gobierno norteamericano en materia comercial y diplomática, pero que se deslinda en el plano militar y, además, que quiere alinearse con los BRICS y que cierra acuerdos con China, pues cambia el papel de Colombia y por eso la posibilidad de que efectivamente lo que está pasando recientemente esta última semana en Colombia con el atentado al congresista uribista del centro democrático, Miguel Uribe Turbay, tenga que ver con una apuesta de desestabilización del gobierno. Es un intento de generar un impacto en la opinión pública hacia la derecha, primero de temor y luego poderle vender seguridad a partir de una política de derechización que potencie las candidaturas de ultraderecha, que merme el actual fervor progresista que tiene el pueblo colombiano, que bloquee la posibilidad de la continuidad de un gobierno izquierda en 2026 y le permita al gobierno norteamericano retomar la injerencia latinoamericana a partir de la reconquista del control del gobierno colombiano.

JP: Respecto a eso del atentado en contra de Miguel Uribe aún no está claro quiénes fueron los actores intelectuales, más allá del joven que lograron detener. ¿Cuáles son las hipótesis que ustedes ven como plausibles en este atentado? Porque dentro de su respuesta desliza la posibilidad de un atentado de falsa bandera en el cual, aun cuando no sea el propio entorno de Miguel Uribe por la gravedad de la agresión, pero que sí podría responder al sector político que representa al propio Uribe, ¿cuál es la lectura que hacen respecto a eso?

JM: Hay varias cosas. Uno, el modus operandi, es calcado cuando nos asesinaron a Jaime Pardo Leal, a Jaramillo, a Pizarro. Incluso cuando asesinaron a Galán que era un candidato de derecha democrática, pero en todo caso del bloque oligárquico siempre se usaron esos métodos de involucrar en los hechos materiales menores de edad, disminuir los esquemas de seguridad justo antes del atentado, preparar unas condiciones en la opinión pública previas de exacerbación y radicalización que terminará legitimando y catapultando los efectos del magnicidio a partir de alianzas entre sectores políticos de ultraderecha, empresariado, mafias y narcotráfico.

En este caso el presidente Petro está hablando de que aquí hay una nueva expresión de carteles en las que se articulan contrabandistas, esmeralderos, narcotraficantes, con tentáculos en toda Latinoamérica, México, Ecuador. Este atentado estaría ligado también a fenómenos de atentados políticos contra candidatos recientes como en Ecuador y otras partes y en México. De una mafia colombiana que tiene asiento en Dubái. Son mafias que efectivamente están interesadas en bloquear un gobierno progresista que les es adverso, que genera políticas, que desmonta mucho de los beneficios que garantizan el funcionamiento de las economías ilegales y el blanqueamiento de dólares y en esa medida digamos que aquí hay una combinación.

Una mafia que está asentada en Dubái no está por fuera del control norteamericano y sionista. No hay nada que se mueva en ese territorio que no maneje el Mosad. Por eso quería poner inicialmente en la respuesta un contexto suficiente global que explique cómo siendo Colombia cabeza de playa de la injerencia norteamericana política, económica y militar sobre Latinoamérica, en un momento en que Norteamérica en su conjunto ha perdido la hegemonía – el control sobre los gobiernos latinoamericanos, aunque la correlación de fuerzas hoy está más equilibrada y en esa medida tiene mayor capacidad de repunte la intervención y la injerencia neocolonial norteamericana – la pérdida de Colombia no es cualquier pérdida. No es lo mismo tener un gobierno proclive a Norteamérica en República Dominicana o en Honduras que tenerlo en Colombia, en ese centro de más geográfico entre el Istmo y el Cono Sur que le permitió que con salida los dos océanos.

Colombia tiene un lugar privilegiado geográfico, político y económico para desarrollar esa injerencia. Un gobierno progresista hoy con la posibilidad de una prolongación en el tiempo de una sucesión de gobiernos progresistas, dificultaría esa necesidad de retoma de control norteamericano sobre el hemisferio y derrocar ese gobierno es una necesidad imperiosa, toda vez que el contexto nacional y hemisférico no permite esta vez los golpes de estados directos o las invasiones tipo Granada, Panamá, o injerencias como en Nicaragua en su tiempo. Hubo otras muchas, más de 50 en Latinoamérica. Como hoy no se permite, no ha cuajado en Colombia las condiciones para un golpe clásico ni para una intervención militar norteamericana en estos casi tres años de gobierno de Petro.

De hecho lo intentaron ahorita. Esta semana, le hacen el atentado al senador y precandidato presidencial. El lunes desconocen la legitimidad del gobierno Petro, se declaran en la asamblea permanente, cierran el congreso, frenan el trámite del congreso, convocan a las fuerzas militares. Estaban avanzando en un golpe de estado, pero no les cuajó porque las fuerzas militares no respondieron al llamado. Porque el procurador les dijo hombre no cierren el congreso y tuvieron que reabrir la discusión de las reformas estos últimos días. La ciudadanía realmente no respondió haciendo bloque a la derecha como esperaban porque lastimosamente para ellos en todo caso la figura de Miguel Uribe es una figura a la que el pueblo reconoce claramente como alguien que ha pugnado en contra de sus intereses, que ha tenido intervenciones políticas lamentables e incluso en otros momentos de su vida política, como cuando fue secretario de gobierno en Bogotá, en que hubo un caso muy dramático de un feminicidio que involucró un empalamiento a una señora y la responsabilizó a ella misma de su asesinato y de su tortura. Entonces era un tipo que no iba a llamar el clamor popular con el que la gente no se iba a sentir reflejada, identificada y sensibilizada. No porque la gente no repudie el acto violento y su intento de asesinato, no lamente el estado crítico en que se encuentra. Pero, y a pesar de la carga simbólica del personaje, no lograron el efecto.

Por fortuna hay que decir que en Colombia ha aumentado la cultura política, la conciencia de clase y la decisión de cambio de franjas importantes de la ciudadanía y del campo popular, entonces por eso esta vez el efecto no fue tan contundente como esperaban y no se les han dado las condiciones. Sin embargo, fíjense que inmediatamente los nueve partidos que desconocen al presidente Petro hacen su declaración, el presidente Trump inmediatamente los respalda. Lo que ratifica esta lectura del contexto es que esto beneficia los intereses norteamericanos en la necesidad de desestabilizar el gobierno, tumbarlo y que emerja nuevamente un gobierno de ultraderecha que se alinee inmediatamente con los intereses norteamericanos y le permita desde Colombia nuevamente una nueva fase de injerencia e intervención sobre el resto de los países del hemisferio.


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