La nociva histeria energética

El medioambiente y los pueblos de esta angosta faja de tierra, pagamos las consecuencias de la política de producir energía al menor costo posible, una forma de hacer las cosas que dista mucho de los países miembros de la OCDE, donde Chile ha ingresado recientemente y de lo que tanto se vanagloria

Por Wari

28/11/2010

Publicado en

Actualidad / Editorial

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El medioambiente y los pueblos de esta angosta faja de tierra, pagamos las consecuencias de la política de producir energía al menor costo posible, una forma de hacer las cosas que dista mucho de los países miembros de la OCDE, donde Chile ha ingresado recientemente y de lo que tanto se vanagloria.

La mal llamada crisis energética, que consiste en la creciente demanda de energía por parte de las grandes mineras y sus proyectos en carpeta de aquí a 2020, para seguir saqueando al Fisco bajo un disfrazado Royalty, es una señal inequívoca y temprana del descalabro ambiental y social.

Hoy, Chile está cercado de termoeléctricas. Sebastián Piñera, siendo candidato, respondió a Amaro Gómez Pablos en un debate: “Yo me voy a oponer a todas las plantas termoeléctricas que atenten gravemente contra la naturaleza, las comunidades y la calidad de vida”(sic), pero las plantas de generación eléctrica con base en carbón, sus construcciones y presentaciones al sistema de evaluación de impacto ambiental, suman y siguen. El presidente ha quedado como un mentiroso.

El carbón en Chile se encuentra concentrado en tres áreas, las zonas de Arauco, de Valdivia y Magallanes. Es la forma más barata de producir energía eléctrica, más cuando las empresas son dueñas de las generadoras y los yacimientos, no obstante hay quienes piensan que el carbón tiene un costo muy alto.

Así lo hizo ver Bernardo Larraín Matte, gerente general de Colbún, quien indicó que «los precios caros de la energía en Chile responden al desarrollo que ha tenido la matriz con base en carbón y a los precios a los que llega hoy el GNL -Gas Natural Licuado-«, añadiendo que «el 64% de la nueva capacidad base que entrará al sistema eléctrico central, entre 2009 y 2011, será plantas a carbón”. Mineral que demora 50 millones de años en formarse bajo la superficie de la tierra, “y que hoy se paga en Chile, entre US$ 90 y US$110 por tonelada, versus valores de entre US$50 y US$70 por tonelada que se cancelan en Estados Unidos”, según Larraín. Claro que no se puede desconocer que detrás de los datos dados por Larraín a La Tercera, se esconden los intereses hidroeléctricos de Colbún en el sur de Chile.

Otro tema importante es la huella de carbono dejada por las termoeléctricas, que se nutren del carbón y que ponen en peligro las exportaciones chilenas. La huella de carbono tiene relación con la cantidad de dióxido de carbono (CO2) emitida durante el ciclo de vida de un producto a lo largo de la cadena de producción, a veces incluyendo también su recuperación al fin del ciclo y su eliminación.

A modo de ejemplo, el monstruoso proyecto denominado Castilla, aumentará en un 8% las emisiones anuales de CO2 en nuestro país, afectando entre otros, a las exportaciones agrícolas. Lo que conlleva a que su competitividad disminuya en un mercado mundial que valora cada día más la responsabilidad con el medio ambiente.

Ello porque el modelo neoliberal en crisis crea nuevas mercancías y fichas, como los asociados a los mercados de carbono y producción limpia. No obstante, la forma de desarrollo del capitalismo verde no ha cumplido del todo con sus promesas y en Chile es evidente: Se desviste un santo para vestir a otro.

Chile tiene mucho carbón, pero dependemos de la importación de petróleo, el que tomó el control de la matriz energética mundial hace mucho tiempo y por asalto. Hoy, el carbón repunta en la quema de combustibles fósiles, lo que hacía pensar, tiempo atrás, que un síntoma del progreso y el desarrollo eran las chimeneas y la cantidad de humo negro.

Un ejemplo son las estimaciones de la Unión Europea el 2007 que dicen que de aquí a 2030, el mineral se posicionará como la segunda fuente de energía en el mundo, produciendo un 28% de ésta y siendo superado sólo por el petróleo, con un 34%; en tanto, el gas natural será relegado al tercer lugar, con un 25% de la demanda.

Mientras tanto, las tecnologías de “vieja” data, cuyas patentes estuvieron guardadas por muchos años, capaces de generar energía eléctrica y que ocupan fuerzas de la naturaleza como el viento o el Sol, se abren espacio pareciendo ser la alternativa correcta.

Se estima que en un área de 100×100 millas (25.921 km2 o 2.592.100 ha), en la que se empleen celdas solares operando a sólo 10% de eficiencia, se podría satisfacer la demanda energética total de Estados Unidos, según el libro Addressing the CO2 dilemma, de J.N. Armor (2006).

Otro dato interesante y que hace una relación con el total de la energía solar que llega a la Tierra, que es enorme, señala que Estados Unidos reciben del Sol anualmente, alrededor de 1.500 veces su demanda de energía total.

Este tipo de energías ya ha hecho en Chile su debut a una escala más considerable, y lo ha hecho de la mano de Element Power que, con tres terrenos de 200 hectáreas cada uno en el norte de Chile, y una inversión de 288 millones de dólares, producirá 30 MW.

La misma empresa que trabaja con base a energía renovable en el sur del país, instalará el Parque Eólico Arauco, que ya cuenta con la Resolución de Calificación Ambiental (RCA) y el cual involucra una inversión de US$235 millones y 50 aerogeneradores de 2MW de potencia cada uno, con una potencia instalada de 100 MW, según publicó el diario Financiero.

La palabra está empeñada y es importante que sea recordada en un momento tan crucial como el que atravesamos en materia energética. Con la salud de las personas y el medioambiente, no se juega, Piñera.

Equipo Editorial

Fotografía: Niconectado

El Ciudadano N°91, segunda quincena noviembre 2010

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