Paternar, tarea continua

Hace años que recorro mi país y América, trabajando con padres

Por Wari

24/08/2009

Publicado en

Actualidad / Columnas

0 0


Hace años que recorro mi país y América, trabajando con padres.

Hombres que se han hecho padres con dolor -muchos- sólo desde el deseo de perpetuidad y filiación; otros, con la idea cultural que sólo un hijo completa nuestro itinerario hacia hacernos hombres de verdad, entrado en la adultez.

Algunos como yo, en compañía fecunda de otros y otras, hemos decidido paternar, es decir, criar creando con nuestros hijos e hijas vínculos nutrientes de amor y confianza mutua, no sólo pensando en que sean felices ellos, sino completando nuestra oportunidad de ser mas íntegros como personas nosotros.

Paternar es en un principio, saberse co-creador en responsabilidad, hacer sabiendo; registrando que no hemos sido educados en ese hacer, pues es vivido culturalmente como exclusivamente femenino.

Llamo responsabilidad a la capacidad sólo adulta y madura de ponderar las consecuencias de mis actos, ni buenos ni malos, actos al fin.

Toda acción es emoción, es decir mis actos con-tienen una emoción que los valida y sostiene.

Solemos hacer lo que queremos, aunque suene muy feo decirlo públicamente.

Todo hacer implica conocer, y en esa acción siempre hay otro/a que re-conocer, aceptándolo en legítima co-existencia; nunca hacemos solos, aunque parecería que los hombres estamos empecinados en no darlo a luz.

La necesidad de ir mostrando mientras crecemos, que hacerse hombre implica autosuficiencia, fortaleza e inteligencia, condiciona muchas de nuestras conductas que no se ciñen a ese dispositivo de control y sanción.

Allá vamos, como centro del mundo, sumando insatisfacciones por ello.

Paternar es dejar de lado privilegios, para que el otro u otra nos dé sentido y significado conjunto; no viene de la mano de lo biológico…

Nuestras compañeras, según la cultura, se completan como mujeres en su maternidad, les otorga otro status social; sin embargo, desde constituirse en cuerpo junto a nuestros hijos e hijas, los van registrando segundo a segundo en esa realidad casi imperceptible de desarrollo y evolución mutua. Nosotros los conocemos después, adoptándolos en nuestro convivir, que en la mayoría de los casos no es corporal (los hombres tenemos “organismo” -digo hace muchos años-, pues sin apropiación conciente de esa realidad no hay cuerpo significante).

Ese «niño, eso no se toca», no es gratuito ni pasa rápido; suele instalarse en lo natural, pero es fruto de un preciso mecanismo cognitivo, casi de relojería.

También ellas son dolidas, poniendo en juego su capacidad de ser madre; malas mujeres habemus… «malas madres»; es altamente riesgoso socialmente ese espacio; «malos padres», palabras que abundan hoy.

Vivimos la complejidad del mundo moderno, un mundo de riesgos continuos; pandemias, catástrofes climáticas, profunda vulnerabilidad de los cuidados.

Paternar es cuidar, en el sentido más amplio de la palabra; no es controlar, sino dar sustento material e inmaterial, para que el otro, la otra, crezca, evolucione, confronte, y separe; sin cuidados hoy no hay futuros.

No hay fórmula, sólo algunos indicios, algunas marcas en nuestra realidad diaria; tomar decisiones sin pasar de largo, estando en tiempos y espacios compartidos. También hace años que escucho como caballito de Troya: «es un tema de calidad del tiempo y no de cantidad», justificando lo poco doméstico de los hombres.

Paternar hoy es calidad y cantidad de tiempos y espacios; si vamos por un futuro más equitativo y digno, no hay ninguna posibilidad de suspender los relojes y las áreas; en esas coordenadas se construyen nuestras presencias.

Paternar, tarea continua… Es hora de proponértela.

por Hugo Huberman

Educador y Facilitador de Género, Paternidades y Familias

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones