Reflexiones post sísmicas III

Completamos esta tercera entrega de textos surgidos de individuos que aportan su visión sobre los sucesos que comenzaron la madrugada del pasado 27 de febrero

Por Wari

10/03/2010

0 0


Completamos esta tercera entrega de textos surgidos de individuos que aportan su visión sobre los sucesos que comenzaron la madrugada del pasado 27 de febrero. Pueden serguir enviándonos sus impresiones a: [email protected]

«LA RECONSTRUCCIÓN NACIONAL»

En el escenario geopolítico global, una catástrofe es siempre una oportunidad, la cuál es efectiva no sólo por su magnitud, sino por la capacidad de respuesta de quienes detentan el poder para plasmar su política. Pasado unos días del sismo del sábado 27 de febrero, y medida la respuesta de los profesionales especializados en aras de minimizar la catástrofe, la Presidenta de la República llama a los ciudadanos a la “solidaridad” y la “unidad nacional”. El candidato electo por su parte, emblematiza su futuro gobierno con el nombre de “la reconstrucción nacional”, primado que reiterara la actual mandataria transversalmente con el bloque gobernante y los medios de comunicación.

El amplio espectro nacional festeja de una u otra forma la llegada de “el cambio”, que más allá de una larga campaña política o un proyecto de gobierno, se proyecta como un nuevo imaginario ciudadano. Un diario local señala en su portada refiriéndose al sello del nuevo gabinete, como “la llegada de los gerentes”, dada la estrecha vinculación de estos con las principales empresas del País. Chile claramente cambió, pero ese cambio no fue gracias al terremoto, tampoco a las elecciones presidenciales, sino, a la ambigüedad y letargo político de años de administración de la coalición gobernante, que si bien discursivamente propugnaba valores ligados a los derechos humanos, alegoría que supone una distancia ideológica con la dictadura, por otra parte profundizó la inversión privada a costa de los derechos laborales, educacionales y medioambientales, ejerciendo una fuerte represión contra el movimiento social.

Más allá de que en efecto, una vez ocurrido el sismo, las únicas redes sociales de apoyo fueron las organizaciones barriales, sindicales y formas naturales de autoorganización, quien se hizo oír fue “la ciudadanía crítica” en orden a la gerenciación de la crisis, nadie podía esperar una solución artesanal o improvisada en un estado moderno, alabado internacionalmente por su índices económicos. Todas estas señales, explican de una u otra forma, la necesidad social de materializar un nuevo proyecto, aunque en la práctica tan solo sea su continuidad encubierta.

La crisis ideológica, la destrucción paulatina de los cimientos del estado, y la impotencia de la utopía liberal de instalar un nuevo paradigma, configuran el paisaje que ha permitido resituar y hacer colectivo un lenguaje, que tanto la historia mundial como en Chile, no sólo tienen coincidentes antecedentes que marcan los hitos en el paisaje político, a su vez poseen igual nomenclatura semántica. Si observamos la historia reciente de los países post-guerra o post-catastrofes, tutelados militar y humanitariamente por los intereses económicos del imperialismo, como Bosnia, Kosovo y Afganistán, los emblemas para desmantelar el sustrato ideológico del socialismo fueron los de la solidaridad y la reconstrucción nacional.

En Chile a nadie le extraña este lenguaje, hemos dado paso del “mal menor”, al “es lo mismo”, claro síntoma de la crisis ideológico-política que se vive en el País, simbolizada por un hombre pobre, necesariamente indefenso, embarrado, sosteniendo una bandera rasgada, opuesto a la imágen de la delincuencia, a las clases peligrosas, al sujeto popular, que hace suyas las necesidades ante la desprotección social, y que claramente pone en riesgo la moral de la caridad, de esa perversa alegría de proyectar nuestro propio sentido de superioridad ayudando a otro, reconocimiento que sólo es posible introyectando en él, estrictas normas de comportamiento.

Este escenario en la historia chilena no es nuevo, Patricio Mans en su libro los “Terremotos de Chile” relata cómo en el sismo de Valparaíso el 16 de Agosto de 1906, de 8,39 en escala Richter, desató una “guerra campal entre la fuerza pública y salteadores, muchos de los cuales fueron fusilados in situ”, “hubo que defenderse con sus propios recursos de la propagación de los incendios, de los insensatos que rompían las cañerías de agua más cercanas para abastecerse”.

Este período de la historia chilena, que comprendió entre 1906 y 1912 es conocido como “Il risorgimento” dando su espíritu plutocrático y el énfasis de la clase dirigente en el desarrollo de la técnica y la sobrestimación de la riqueza, la “Belle Epoque” chilena, caracterizada por la alianza del clero con la burguesía capitalista, el voto universal y por ende el voto analfabeto, estimulado moral y políticamente por los jesuitas y la clase alta del país.

El triunfo de la riqueza por sobre los principios y convicciones desató en este período una fiebre de especulaciones, el deseo de pequeños comerciantes de improvisar fortunas en medio de un pragmatismo político basado en honores recíprocos de personas acaudalas, transformando la política en un pasatiempo, privilegio de unos pocos que podían financiar millonarias campañas electorales.

La crisis ideológica, el pragmatismo político y la voz de los más acaudalados nuevamente se vuelve a oír, es la “descomposición social” como señala el ex general Cheyre, que hacen del campo popular sus principales objetivos, “reconstrucción nacional” en marcha que peligrosamente podría asemejarse al periodo de igual nombre acaecido en la historia de Perú, conocido como también como el “Segundo Militarismo”. Los intereses económicos en zonas ya militarizadas del sur de Chile, en el cual el empresariado hoy pronto a asumir el gobierno se ha asentado desde la dictadura, desalojando a las comunidades y atentando contra las ciudades vecinas una vez que ponen en riesgo el equilibrio medio ambiental, son indicios que factiblemente pueden ser la antesala de una normalización de la política de toques de queda, donde si la memoria no nos falla, la única justicia que impera, está supeditada al criterio que podría llegar a tener la mentalidad de un militar.

Para tapar toda sospecha, el espectáculo no se hace esperar, las imágenes del derrumbe repetidas una y otra vez, y la metáfora de un Chile que se levanta, un chile emprendedor, hacen de analogía perfecta del comportamiento de la economía capitalista, un país que sucumbe ante un desastre social o físico y se levanta gracias a la especulación empresarial, basado en el espectáculo de la solidaridad y la inversión inmobiliaria, desastre que se proyecta como el principal negocio de la reconstrucción en el Chile del Bicentenario, supeditando todo orden relativo a la protección social a la ya legitimada evasión de impuestos, haciendo creer a la ciudadanía, que son los empresarios y los militares quienes levantan la patria para salvarnos de la catástrofe.

Recordemos que la formación de las democracias modernas, tienen íntima relación con el llamado “derrumbe de los socialismos reales”, por lo que para hablar de solidaridad requerimos un meticuloso trabajo de desambiguación lingüística, la caridad en este sentido, no es más que un valor sucedáneo de la igualdad, por muy natural que pueda parecer la diversidad y la solidaridad en el lenguaje divino. Aún, el más bondadoso cristiano puede afirmar, que sólo en un plano igualitario el ejercicio de la solidaridad se hace cotidiano, ya que la moral que va en ayuda del necesitado es y ha sido siempre la moral del poder, no la de la salvación, inculcada a los desposeídos para domesticarlos, es por ello que las clases peligrosas aparecen, oportunamente aisladas o escindidas, mostrándose ambivalentes, anárquicas y patriotas.

Este derrumbe es el resultado, el subproducto de una era post ideológica, en la cuál la lucha por el sentido demanda nuevas significaciones, más allá de los afanes coyunturales y mediáticos, a fin de nutrir a las organizaciones de izquierda y al movimiento popular de un nuevo lenguaje, con la claridad y perspectiva necesaria para reconstruir con nuestras propias manos la patria de todos.

Por Rodrigo Sepúlveda
Sociólogo

EL QUE ESTÉ LIBRE DE PECADO…

Este terremoto y maremoto ha dejado al descubierto el alma de las personas y la fragilidad de la vida. Es un remezón a los valores con que vivimos: con qué materiales y su calidad construimos nuestros proyectos de vida. Y sólo son proyectos… en un segundo se nos van. “Vanidad de vanidades, todo es vanidad”…”Lo más absurdo de lo absurdo, —dice el Maestro—, lo más absurdo de lo absurdo, ¡todo es un absurdo!” (Eclesiastés 1:2).

Y miramos con asombro, con rabia y vergüenza a los que saqueaban, robando cosas que no eran de primera necesidad… ni de segunda, ni de tercera; mientras una madre con su hija en brazos esperaban en la entrada del supermercado acaso le daban algo de alimentos.

Y miramos con asombro, con rabia y vergüenza a los saqueadores “arrepentidos” devolviendo lo que robaron.

Pero, el Señor Jesucristo nos diría…”el que esté libre de pecado que arroje la primera piedra”. Hacemos un juicio sobre lo que estamos viviendo muy livianamente, y como siempre, pareciera que nos es más fácil ver la paja en el ojo ajeno que la viga en el nuestro.

Nuestra ceguera espiritual nos impide ver el saqueo silencioso, el que no muestran los medios de comunicación, el que es inherente al ser humano que no lleva los principios de Dios en su corazón nacido de nuevo.

Sin más…¿no es saqueo? El de las empresas constructoras, y de quienes las componen, que usan menos materiales de construcción o de peor calidad con tal de ahorrarse dinero y ganar más. En vez de hacer un muro de 30 cm lo hacen de 15 y así venden más espacio.

¿No es saqueo construir mejor para los ricos y peor para los pobres?

¿No es saqueo el de los que se roban los materiales de construcción de las empresas constructoras?

¿Y no es saqueo… el del que tiene que supervisar o dar la aprobación a la calidad con la que se construye?

¿Y no es saqueo… mejor salud para los ricos y peor para los pobres?

¿Y no es saqueo… mejor educación para los ricos y peor para los pobres?

¿Acaso, no saqueamos cuando hacemos mal nuestro trabajo, el que sea, y no lo hacemos con excelencia?

¿Y cuando juzgamos a nuestro hermano con dureza y no con la misericordia con la que Dios nos perdona?

¿Y los que nos decimos cristianos y no tenemos a Dios proclamado rey soberano de nuestras vidas? ¿Y nos guardamos las buenas nuevas de salvación en nuestra comodidad y conformidad, y no clamamos ¡Venga tu reino!

Y… cuidado… es muy fácil ser solidario, desde la holgura de nuestro refrigerador… o comprar una marca en un supermercado o megatienda… y desentendernos del prójimo.

Pero sólo Dios puede cambiar esta sociedad egoísta, exitista y consumista, amadora se sí misma y del dinero.

Clamemos a una ¡Venga tu reino y su justicia!

Mauricio Invernizzi Rojas

Médico-Psiquiatra

TEMPORADA SÍSMICA DE CHILE

El mercado, esa panacea social que en Chile viene jugando un papel de primer orden en la solución de los más disímiles problemas y complejidades que aporta la modernidad, ha hecho su aporte y su contribución ante las dificultades que la naturaleza le ha impuesto a miles de consumidores.

Después de los castigos que la naturaleza ha inflingido a Chile, especialmente a los consumidores más necesitados, ha tomado a través de ese selecto grupo de operadores y dueños de las Instituciones de venta de artículos de primera necesidad, rápidas y eficientes medidas para responder a esas necesidades inmediatas de las personas.

Inmediatamente ocurridos los lamentables hechos que produjeron la pérdida de tantos bienes materiales, (incluidos por cierto mano de obra y fuerza de trabajo). El mercado decía… necesitaba de algunas horas para reacomodar los precios de aquellos productos que pasaban, de la noche a la mañana, de ser productos de segunda o tercera necesidad a ser de primer orden. Volver a etiqueter, a catalogar, es una labor que dura no sólo horas sino días.

La chusma consumista siempre inconciente no fue capaz de esperar el tiempo que las grandes cadenas necesitaban para reabrir sus puertas, siempre con planes de pago a crédito y con las ofertas necesarias para la ocasión. Y grupos de “Lumpen”,, de personas al margen de la ley y del orden comenzaron a asaltar tiendas y cadenas de supermercados. Exponiendo al sistema a la anarquía.

Después de tantos años de trabajo sostenido para lograr hacer de Chile un país de confianza para la inversión externa e interna, estos individuos, al margen de la ley y del orden, penetraron en las tiendas, profiriendo gritos y amenazas y sustrayendo una parte importante de productos. Muchas de estas mercaderías eran productos no perecibles, que estaban prestos a salir al mercado en justa competencia entre las cadenas comercializadoras que tan brillantemente se han desempeñado en las ultimas décadas y que han colocado el buen nombre de Chile en el mercado internacional.

Nuevamente nuestras sensibilidades se volcaron a ese segmento del estado garante de la ley y del orden, que son nuestras gloriosas y beneméritas FFAA. El gobierno ha caído nuevamente en esa pandemia que es el populismo y la sensiblería, al lanzar a las tropas a las calles a su debido momento, acrecentado de ese modo las pérdidas materiales del mercado, que en suma son pérdidas para todos los que participan de él, o sea las grandes cadenas suministradoras, las comercializadoras y el público en general.

Las imágenes nos hacían retrotraernos a tiempos de ese experimento populista de inicios de los 70 que nos dejó tantas pérdidas y malos recuerdos.

Algunos elementos del populacho han devuelto artículos mostrando la magnitud del total usurpado a fuerza de amenazas y de la usurpación de la propiedad privada. Constituyen una suma de millones de dólares. Esta devolución se hizo gracias a que el gobierno reaccionó presionando a esos sectores y su disposición de usar toda la fuerza de la ley contra esos desmanes.

El flamante nuevo mandatario chileno Sebastián Piñera tiene que destinar sus cuatro años de gestión a recuperar lo perdido y se deberá comprender las medidas de austeridad que este nuevo gobierno deberá implementar. Que hoy por hoy cualquier chileno bien nacido y patriota sabe que la clave verdadera para el crecimiento económico no pasa por el salario real sino por el endeudamiento. Y en eso el mercado tiene la experiencia, los profesionales capacitados, las marcas y los medios de comunicación y el capital para lograrlo.

Gustavo Masciocchi León

EL MIEDO ACOMPAÑA NUESTRAS VIDAS

El miedo es una sensación de angustia que es parte de nuestra existencia y afecta negativamente a nuestras vidas y a pesar de ser un proceso individual, se transforma en un fenómeno colectivo según sean las circunstancias y tiene sus grados de intensidad como la temperatura al cuerpo o el  calor del  sol al  medio ambiente y otras formas de gradación que puede llegar a extremos vitales atentando con nuestra existencia.

El miedo puede transmitirse de una persona a otra y también puede transformarse en una  sicosis colectiva y  convertirse en una tragedia con nefastas consecuencias.

Tenemos miedo a la muerte a pesar que es un hecho natural en la vida, pero, la juventud no la concibe como tal en su agenda diaria y realiza actos cuestionables,  no tienen miedo a nada y no excluyen las acciones   extremas que de por sí encierran un peligro inminente como se ha podido detectar en trágicos accidentes automovilísticos o de otra índole con consecuencias impredecibles que han sumido en el dolor a numerosas familias.

La adrenalina involucrada en estos actos, nutre las mentes de los implicados, por lo tanto,  sólo se actúa, sin imaginar las consecuencias.

Otras veces el miedo se lleva por dentro y no se expresa en el rostro, como sucede cuando se aborda un avión para iniciar un largo viaje programado con mucha antelación y mientras el avión rompe  las nubes turbulentas, la preocupación está a flor de piel y el corazón palpita más aceleradamente que lo habitual.

Se siente miedo  cuando se viaja en  barco   y en la noche se ve solamente la estela que deja el barco al romper las turbulentas aguas y en esos momentos pasan por nuestra mente las más escabrosas escenas de terror.

Existe miedo al  calentamiento global de la Tierra cuyos efectos ya estamos presenciando y experimentando a la vez, corroborando los estudios científicos que concluyen más allá de las hipótesis, que el  desastre ecológico se nos avecina raudamente y los más damnificados serán las futuras generaciones porque ya no gozarán de las bellezas naturales de las que hoy podemos disfrutar.

Se experimenta  miedo cuando los temblores y terremotos asolan a un país  por el pánico que producen en la población afectada y como consecuencia traumática se siente miedo a la soledad, a la muerte como un hecho natural y los efectos sicológicos que produce el miedo.

Se produce una sensación de orfandad como sucede con los continuos asaltos a las viviendas con violencia a las personas, pese a los resguardos que se puedan tomar  haciendo que el miedo se convierta en una enfermedad sicosomática y eso sí que es preocupante como la tragedia sísmica que sacudió con extrema dureza a gran parte del país y cuyos efectos sicosomáticos mostrarán sus efectos por el resto de nuestras vidas.

Hugo Pérez White

Textos subidos por:

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones