Pequeñas campesinas sufren las consecuencias de los estragos del calentamiento global

Mujeres responsables de la agricultura en Bolivia están enfrentando los efectos del cambio climático

En las zonas rurales de Antiplano andino, tener una vida sostenible es cada vez más difícil para los pequeños agricultores.

Más cerca del sol, a una altitud de 3.300 metros, En el valle boliviano de Cochabamba se encuentra el pueblo de Tiraque, las mujeres bolivianas fuertes se adaptan al cambio climático que ha afectado el rendimiento de sus cultivos. Allí, las familias viven de lo que pueden cultivar, tal y como lo han hecho durante generaciones. Tradicionalmente ha consistido en el cultivo de patata. Sin embargo, los cambios en el hábitat obligan a adaptarse y pensar más allá.

Las consecuencias del cambio climático no se distribuyen de forma equitativa. La población pobre se ve más expuesta que la rica. Asimismo, las mujeres son más vulnerables, ya que son las responsables de la producción y preparación de alimentos. Esto es especialmente visible en las zonas rurales, donde la obtención de un nivel de vida sostenible depende directamente de la producción agrícola.

Teresa Hosse, representante de la Plataforma Boliviana contra el Cambio Climático, explica que la composición única de tierras altas (Altiplano), valles y Amazonas hacen que el país sea particularmente frágil a las consecuencias del calentamiento global, según refiere un trabajo de la Deutsche Welle.

En especial, las mujeres son las más afectadas por el cambio climático. «Los hombres emigran a las ciudades por otros trabajos, mientras que las mujeres nos quedamos con la doble carga de cuidar a nuestros hijos, los campos y el ganado”, cuenta Hosse.

Juanita Terrazas, de 23 años, recuerda la época en la que hacía «tanto frío que sólo crecían patatas”. Carga un recipiente de plástico con herbicidas ecológicos en la espalda, con el cual rocía las coliflores que ha estado cultivando durante los últimos tres años.

«El sol se está acercando, así que hace mucho más calor que antes, y eso trae nuevas plagas a nuestros campos”, dice en referencia a las pequeñas arañas rojas y pulgones que causan estragos. Las mujeres de Tiraque son muy conscientes de cómo está cambiando el clima. La temperatura media está aumentando, la estación de lluvias se ha acortado de cuatro a dos meses, las comunidades están sufriendo sequías, y el clima es menos predecible, lo que trae consigo más fenómenos extremos como inundaciones y granizadas.

Las explicaciones para estos patrones climáticos cambiantes son muy diversas. Según una mujer, la Pachamama, o Madre Tierra, se ha cansado de producir. Otra cree que el sol, que atraviesa el agujero de la capa de ozono, es tan fuerte que evapora la lluvia antes de que pueda golpear la tierra. Otras mujeres responsabilizan a los automóviles, al asfalto y a las fábricas a las afueras de Bolivia.

Como ya no es posible producir la misma cantidad y calidad de patatas que antes, las campesinas necesitan trabajar en otros cultivos como el de cebollas y frijoles. Afortunadamente, todavía hay agua disponible en los pozos de las montañas con canales de irrigación, que fueron cavados a mano, o ensamblados a partir de tuberías de plástico, que conducen a sus campos.

El Instituto Boliviano para el Empoderamiento de las Comunidades Campesinas (INCCA) está enseñando a las comunidades rurales a utilizar fertilizantes ecológicos para ayudar en la lucha contra el cambio climático y asegurar un rendimiento sostenible.

La ganadería es también una característica de la vida en el valle de Cochabamba. Las vacas proporcionan leche, las gallinas ponen huevos y las ovejas son mantenidas por su lana. Ocasionalmente se sacrifica un animal para que la familia tenga carne para comer o vender. Las mujeres son, una vez más, las que cuidan de los animales, y también es su papel sacrificarlos y venderlos.

Bajo el mandato del presidente boliviano Evo Morales, se han tomado varias medidas para lograr una mayor igualdad de género, entre ellas la aprobación de una ley en 2005 que exige que al menos haya un 50 por ciento de representación femenina en los gobiernos locales.

Puede que sea un proceso difícil, pero Juanita, que recuerda los campos de patatas de años anteriores, dice que la vida en la comunidad ha evolucionado. «Nos estamos volviendo más independientes y estamos en un proceso de empoderamiento. El cambio climático nos hace más fuertes”, concluye.

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬