Chae Yu, cineasta surcoreana: “El cine y la memoria son lo mismo; ambos siempre están manipulados”

El Ciudadano Fotos y texto por Diego Lazo (Revista La Lengua) La directora surcoreana presentó su película The Goblin Play (El juego del Duende) en la 32 versión del Festival Internacional de Cine de Valdivia

Chae Yu, cineasta surcoreana: “El cine y la memoria son lo mismo; ambos siempre están manipulados”

Autor: El Ciudadano

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Fotos y texto por Diego Lazo (Revista La Lengua)

La directora surcoreana presentó su película The Goblin Play (El juego del Duende) en la 32 versión del Festival Internacional de Cine de Valdivia. En conversación con revista La Lengua, Chae Yu reflexiona sobre el deseo, la memoria, la distancia y los fantasmas que habitan entre lo dicho y lo hecho. 

En un Valdivia primaveral, la cineasta surcoreana Chae Yu aterrizó en el Festival Internacional de Cine con The Goblin Play, una película que explora la obsesión, el deseo, la ausencia, la memoria y otros fantasmas del ser humano. En el hall del Cine Club de la Universidad Austral, la directora cuenta que esta es su primera vez visitando nuestro país. 


 ¿Qué nos puedes contar sobre The Goblin Play?
The Goblin Play trata sobre ese anhelo, deseo y obsesión que uno puede tener hacia alguien. Pero también es una historia sobre los fantasmas de ese sujeto: las memorias, los ecos, los lugares. En el fondo, se trata de la imposibilidad de alcanzar al otro, ya sea entre un actor y una directora o entre el propio duende y su objeto de deseo. Todo el film está atravesado por esa tensión.

También pienso que la película habla del propio proceso de filmar, de las emociones y dinámicas que emergen durante el rodaje, de las falsas esperanzas y expectativas que acompañan la creación y la vida misma.

¿Qué representa el duende del título?
El duende es la búsqueda del destino. Anda deambulando, persigue, atormenta. Uno intenta deshacerse de él, pero no sabe si realmente logra hacerlo. Tal vez quedan los restos, la resonancia. Y esas emociones siguen allí.

En tu obra la memoria parece ocupar un lugar central. ¿Cómo se aborda en tus películas esa sensación de recordar?
La memoria es un concepto enorme y muy precioso para mí. Antes solía decir que mis películas trataban sobre la memoria, hasta que entendí que prácticamente todas las películas lo hacen. Cualquier historia contada o recontada es una forma de memoria. Lo que me interesa es ese anhelo por algo que ya se fue, por algo que ya no está.

Mencionaste que “el cine es memoria y la memoria está manipulada”, ¿A qué te referías con eso?
Sí. El cine es memoria, y la memoria es cine. Ambas siempre están manipuladas. No existe la corrección ni la pureza en la memoria: en el momento en que recuerdas algo, ya lo estás alterando. Y el cine funciona igual. Editar, encuadrar, elegir qué mostrar… todo eso es manipular. Escogemos qué rama del árbol queremos filmar, qué fragmento preservar.

En The Goblin Play vas alternando entre el uso del formato digital y el celuloide (formato análogo) ¿Qué te motiva a usar ambos?
Filmar en analógico, para mí, es salir a buscar algo. En digital, en cambio, solo capturo lo que quiero. Aunque parezca contradictorio, lo análogo me da más libertad porque me ofrece menos opciones. Cuando trabajo con digital tengo infinitas posibilidades, y eso me abruma.

En 16 mm o con una Bolex, estoy sola. Yo decido todo. La cámara se convierte en mi mano y en mis ojos. Me dejo llevar y encuentro momentos hermosos. En digital puedo hacer lo mismo, pero no me produce la misma satisfacción. Aun así, no creo que el cine análogo sea superior: lo digital también tiene una belleza inmensa, aunque más controlada, más limpia.

¿Procesas tú misma tus películas?
Los efectos de superposición o parpadeo los proceso a mano. Se nota que son más sucios. El material en blanco y negro lo envío a un laboratorio, pero cuando partí experimentaba en el cuarto oscuro. Trabajar con químicos me resulta natural; es un espacio muy mío.

Chile tiene una forma de hablar donde lo importante está entre las palabras, en los silencios, como en tus películas, creo.
Es muy interesante. Alguien ya me había dicho que el español chileno es distinto.


Tenemos un director, Raúl Ruiz, cuyas películas hablan mucho de eso.
¡Claro! Me había olvidado que Raúl Ruiz es de Chile…Estoy procesando.

Además de esos silencios que dicen mucho, somos un país con una memoria fracturada por su historia política. ¿Cómo crees que los y las cineastas chilenas deberíamos abordar eso?
No conozco todo el contexto, así que hablo con cuidado. Pero creo que lo que mencionas sobre los silencios y los espacios entre los hechos es fundamental. Esos vacíos, las pausas entre los grandes acontecimientos y las emociones del pueblo, son donde realmente ocurre algo.

En Corea también hemos pasado por períodos terribles, con leyes marciales, violencia, ira pública… Después viene el silencio, luego otra vez la rabia, luego la calma. Lo importante es qué hacemos en esos intervalos, cómo recordamos. Tal vez estamos preparando algo nuevo, ojalá más esperanzador.

En The Goblin Play también habito esos espacios: el filme trata del tacto, pero no solo físico. Para mí, el tacto es el acto de aproximarse, de acortar la distancia. Ese movimiento, ese vacío entre dos cuerpos o entre dos momentos, es donde está el verdadero contacto. Y creo que lo mismo ocurre con la historia: debemos ser conscientes de esos huecos, de esas pausas que deja el dolor.

Tiene mucho sentido para nosotros. En 2019 tuvimos un gran movimiento social, casi una revolución. Y después todo se desvaneció.
Sí. Y todos recordamos ese tipo de momentos de manera distinta.


Entrevista realizada en el Cine Club de la Universidad Austral de Chile. 


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