El grotesco suele ser un espejo deformante y cruel de la realidad

El grotesco criollo de Marcia Schvartz

El grotesco, en la Argentina de las últimas décadas, estuvo regado con sangre. La mueca que congela es amarga. Marcia Schvartz es una representante de este género, que valiéndose de la tradición, trasciendió las limitaciones del mismo.

El grotesco criollo de Marcia Schvartz

Autor: Lucio V. Pinedo

Igual que en la vidriera irrespetuosa
de los cambalaches
se ha mezclao la vida,
y herida por un sable sin remaches
ves llorar la Biblia
contra un calefón…
Enrique Santos Discépolo

A partir de la neofiguración, a comienzos de los 60, grotesco y parodia han sido instrumentos de reflexión crítica sobre la sociedad y también formas de aproximación a los nuevos lenguajes de la plástica. La conjunción es feliz en las obras de Alberto Heredia, Alfredo Benavídez Bedoya, Ana Eckell, Jorge de la Vega, Pablo Suárez, Luis Benedit, Norberto Gómez y Antonio Berni.

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Por lo general, el grotesco aparece en una época de crisis, de descomposición colectiva en la que las instituciones, las ideas y los sentimientos están en búsqueda de un orden nuevo que sustituya el anterior. Como género artístico, tiende hacia el encuentro entre el ser y el parecer, y conserva su función esencial de deformación. El ser humano en su dualidad como ser individual y como ser que aparenta ante la sociedad es la base general para la configuración de los personajes. Dialéctica de expresión y ocultamiento: la mascara (social) y el rostro (individuo) no pueden separarse.

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A Marcia Schvartz la relacionamos con el grotesco, específicamente con la tradición del grotesco criollo y esa mirada exagerada, punzante y hasta cómica, pero que esconde por detrás un gran critica y una mirada casi obscena de la realidad. Así lo aparentemente razonable se nos revela como carente de sentido, mientras se van distanciando, por la inseguridad de la existencia, los objetos que nos eran familiares.

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Griselda Gambaro escribió una vez: «El grotesco es una condición del carácter argentino». Sin embargo, la mirada de Schvartz es, sin lugar a dudas, una de las más personales en el arte argentino contemporáneo. Sus personajes desgarrados, a medio camino entre lo masculino y lo femenino, por momentos parcos, pero siempre cargados de una profunda expresividad, dejan una marca indeleble en todo aquel que mira buscando penetrar más allá de su fisonomí­a inmediata.

Sea como fuera, la filiación concreta de Schvartz con el grotesco es insoslayable y se evidencia en el oscuro entorno fí­sico y psicológico que rodea a sus personajes. Pero ella trascendió el grotesco como corriente, se adueñó de esa tradición argentina y construyó un mundo propio.

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