Para quién trabaja Stefan Kramer?

El Ciudadano Kramer sube al columpio a la misma gente que odiamos

Por Ángela Barraza

02/12/2013

Publicado en

Artes / Cine / Portada

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El Ciudadano Kramer sube al columpio a la misma gente que odiamos. Hace nata con repetir esa sorna social que conversamos en los carretes y se pasa por el aro a los políticos más fachos y los deja en evidencia precisamente por malos. Entonces Stefan se vuelve una «vos de los sin voz» al proponernos una lectura graciosa de aquellos energúmenos políticos que nos tienen llorando o gritando en las calles.

Hablar acerca de la última película de Kramer debería ser, necesariamente, hablar del maquillaje y de las interpretaciones porque es lo que siempre se habla de las pelis, pero yo no quiero hablar de eso, porque para eso están los periodistas estúpidos del duopolio. Tampoco me voy a enfrascar en decirles que los personajes funcionan, porque evidentemente funcionan, y eso lo sabemos de antemano porque conocemos el trabajo de Stefan Kramer y reiteradamente es perfecto. Por eso es que yo quiero hablar de lo que está detrás del maquillaje, es decir, del contexto.

El periodismo hace muchos años que sirve como propaganda, y eso lo sabemos y lo dijo Lenin harto mejor que yo, por lo tanto no quiero empezar declamando cosas que prefiero dar por resueltas. Entonces la película de Kramer la entiendo como una propaganda política que, si bien no será entendida así, lo es muy claramente desde el principio hasta el final, porque atenta contra la lógica televisiva del mentiroso y deja en evidencia a los políticos chilenos que han desarrollado un montaje descarado en los últimos años frente a nuestros ojos y por televisión, entonces, hagamos caso a los personajes y miremos a fondo la situación caricaturezca del Chile de los últimos años.
Explico: Fui a ver la película El Ciudadano Kramer y me encantó. Sin embargo, entiendo que todo aquello que me gustó será precisamente lo que a los demás críticos de cine les parecerá irrelevante o, lisa y llanamente, invisible.
El Ciudadano Kramer sube al columpio a la misma gente que odiamos. Hace nata con repetir esa sorna social que conversamos en los carretes y se pasa por el aro a los políticos más fachos y los deja en evidencia precisamente por malos. Entonces Stefan se vuelve una «vos de los sin voz» al proponernos una lectura graciosa de aquellos energúmenos políticos que nos tienen llorando o gritando en las calles. No quiero contar la peli, pero les adelanto que Hinzpeter es un robot maléfico; Carlos Larraín es un hilandero de atrocidades que juega a gobernar en conjunto con Camilo Escalona; mientras un maravilloso Iván Fuentes sale a escena a entregar el discurso simple y directo (a lo Roxana Miranda) que te pone los pelos en punta a la vez que te hace reír por lo sensato y precario, pero que termina siendo el hilo conductor de la historia. Por otra parte Marco Enríquez Ominami es un traidor amoroso que se las rebusca para ser el candidato único de una supuesta elección en la que sale ganando por barza.
La gracia de la película es que pone en evidencia lo que pensamos, nos habla a la cara. Saca a colación el resentimiento que tenemos todos por la clase política y lo vuelve un chiste. Todo esto detrás de actuaciones y caracterizaciones que dan risa por lo buenas y que hacen olvidar el maquillaje que está mediante y que, al final, dejan en evidencia esa maraña de egos pelotudos de la farándula política de Chile.
Antes de escribir esta columna me di la paja de ver un par de comentarios en la tele. Me pasé por Alfombra Roja y vi a ese pelotudo mayúsculo de Manu González que no supo más que decir que el guión está malo cuando en realidad el guión funciona al 100% precisamente porque no es gracioso para los estúpidos como él. Pero claro, para un gilipoyas como Manu y para todos los lameculos del poder la película debe ser fome porque no está todo el tiempo haciendo guiños boludos al stablishemt y a la galería, sino precisamente, porque está instalando discursos silenciosos que un imbécil difícilmente podría entender sin un diccionario de idiotez en la mano. Por eso es que me alegro del guión y de la película,  lo aplaudo, porque ocultan como en el poker aquella mano que, para los más estúpidos es impensable y dejan sobre la mesa las ganas de reírnos de los políticos y de los poderosos de turno con la impunidad que deja el ser más listos, más vivos.
Por eso es que me pregunto ¿Para quién traba Stefan Kramer? Porque a veces da la impresión de que es un blanqueador de imagen de los poderosos, sin embargo, me atrevo a decir que, al igual que los grandes comediantes, sigue en la lucha de decir lo que no podemos decir y así es que se sube al carro de la victoria invisible y nos brinda un espacio de resistencia al poner a bailar como monos a los políticos más torcidos y macabros de Chile. Y con ellos también a los periodistas del gobierno (Paulsen, Del Río, la figura ridícula y empalagosa de Amaro Gómez Pablos) y delicadamente nos otorga un respiro chistoso para seguir pensando que es posible perderle el miedo a los figurines fachistas que nos empapelan los ojos con televisión y miedo. Sobre todo y pensando que hay escenas escabrosas, dolorosas y horribles, como las que ocurren con Iván Fuentes, o con MEO o con los arrogantes de la farándula. Por eso hay que tenerlo en cuenta al Kramer.
Yo, les prometo, que hasta antes de ver la película me imaginaba a Kramer como un bufón del rey que sirve, específicamente, como propaganda del rey. Sin embargo, ahora me la juego por pensar que detrás de tanto maquillaje hay un discurso que nos dice que lo atroz de la televisión y de la vida no es más que un circo pobre.
No pienso ahondar más en la película porque prefiero pensar que, igual como Stan Lee nos metió a los segregados y a las minorías en los ojos a punta de personajes que resultaron ser necesarios, Stefan nos está dando la pauta para jugar y burlarnos de esos macabros vendepatria que aparecen cada día en los noticieros y en las revistas. Y me quedo con las ganas de que la gente vea la película y saque sus propias conclusiones, a pesar de que pensarán de que un actor que hace mímicas del poder es una herramienta del poder.
Si quieren que les diga una opinión Snob les digo que la peli es recomendable y Dos Dedos Para Arriba! Es un elemento de nuestra contingencia y es también un foco de lucha. Quizá todo esto será amordazado y ninguneado por la televisión abierta, y será minimizado por la tontera oficial. Seguramente a los políticos les parecerá una joda, pero confío en que habremos unos pocos que podremos leer la mofa y la consigna que hay detrás de toda comedia.
Les recomiendo la peli, se viene un 2014 con movilizaciones y con gente que aprendió a cantar en la calle precisamente sonriendo y sin miedo, entonces, El Ciudadano Kramer, es uno más en la protesta, uno más en la multitud diciendo que detrás del maquillaje hay gente hablando en serio y sin temor porque este país está lleno de imbéciles caracterizados de alguien más, pero ahora el maquillaje no importa y lo que vale es el discurso que hay un poquito más allá.
por Arturo LedeZma
Vía FISURA
fotos: gentileza de FOX

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