Covid-19: El naufragio de Chile

Por Francisco Molina Camacho, Investigador CIGIDEN / Chile ha naufragado

Por Absalón Opazo

22/06/2020

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Por Francisco Molina Camacho, Investigador CIGIDEN / Chile ha naufragado. De ser hace dos meses un ejemplo mundial con su estrategia de cuarentenas dinámicas, hoy se encuentra en los primeros lugares por nuevos contagios y fallecimientos. Este aparente éxito inicial que devino en este naufragio, se debe fundamentalmente, a tres aspectos que han sido determinantes y que nos diferencian de forma radical de otros países que han sabido sobrellevar la pandemia del Covid-19 de mejor manera.

En primer lugar, a Chile le ha faltado una narrativa. Una épica como mencionó Eduardo Engels, Director de Espacio Público. Un meta-relato inclusivo que surja del intercambio de experiencias que existen en nuestro país, es decir, el minero, el campesino, el indígena. Una narrativa que sea producto de la apertura, donde el consejo no se entienda como una crítica ni como una respuesta, sino –en palabras de Walter Benjamín– como una propuesta concerniente a la continuación de una historia, nuestra historia. Este vacío se ha llenado de datos, cifras y noticias que le han otorgado múltiples explicaciones a los hechos, sesgándolos y distanciándolos de su origen y singularidad. Ahí radica su pobreza.

En segundo lugar, Chile (en especial las autoridades) ha carecido de empatía. Somos un país solidario pero no empático. No somos capaces de reconocernos como los que realmente somos: un país con radicales asimetrías sociales, económicas, culturales, y ambientales. Bajo la burbuja –o el oasis– de que somos una sociedad resiliente, estamos mandatados a rendir lo que más podamos, incluso más de lo que somos capaces. Eso sucede con las cuarentenas. Lejos de conectar con nuestras debilidades como país, se invisibilizan y reprimen. De acuerdo a Byung-Chul Han, formamos parte de un tránsito (híbrido) entre un sistema disciplinario y uno de rendimiento. Por un lado, se criminaliza nuestro quehacer cotidiano –rotulándonos como choros o winners–, y por otro, se privatiza el dolor, la angustia y desamparo que tienen miles de familias al no tener qué comer.

En tercer lugar, Chile carece de integridad. Si bien la pandemia del Covid-19 nos ha hecho deambular en un escenario donde no hay certezas y se carece de respuestas, no ha habido claridad alguna con la información. Así, tal como le sucedió al señor K en el proceso de Franz Kafka, estamos expuestos a un proceso incierto e impreciso, e incluso inconsciente, en tanto, es conducido por personas que no toman conciencia de sus actos. Un proceso que posee dos escenarios. ¿El mejor?, un proceso burocrático que ha tenido dificultades administrativas y metodológicas. ¿El peor? un proceso en el que se falta a la verdad.

En definitiva, el naufragio de Chile no se debe a los ciudadanos y ciudadanas, sino que a sus autoridades y su falta de memoria. Al parecer se olvidan que en vez de invertir en educación (con movilizaciones desde 2006) y en una formación con ética y sentido cívico, han optado por mercantilizarla a todo efecto. Es de esperar que lleguemos a puerto y tengamos la misma suerte que el Doliente de Oscar Hahn y una voz nos diga: “¿Que no lo sabes? El mismo viento que rompió tus naves es el que hace volar a las gaviotas”.

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