Manuel Lagos Mieres:

«El anarquismo está más vivo que nunca»

Revista Libertaria conversó con Manuel Lagos Mieres, anarquista e historiador que de manera sistemática ha estudiado y publicado más de una decena de libros sobre la historia del movimiento ácrata en Chile en los últimos años, contribuyendo a la comprensión del aporte cultural y político del anarquismo a nuestra propia historia.

Por Revista Libertaria

La presencia del anarquismo al interior de los movimientos sociales en el territorio dominado por el Estado chileno ha adquirido diferentes formas e intensidades desde finales del siglo XIX hasta nuestros días. Sin embargo, su estudio y comprensión se ha visto distorsionado por lecturas conservadoras o reduccionistas, que lo enmarcan solo como una reivindicación de mejoras salariales, invisibilizando su potencial transformador y revolucionario.

¿Qué es para ti el anarquismo?

-Ante todo, yo creo que un cambio en el individuo. Un cambio a partir de nuestras prácticas cotidianas, personales. Un cambio de mentalidad. Como decían los viejos anarcos, “el anarquismo no es solamente una revolución social o económica, es una revolución integral en el individuo. Es un cambio de mentalidad”. Partiendo de eso, el anarquismo para mí es ese cambio en primera instancia. Es comenzar a vivir ese anarquismo, que es una transformación permanente.

Una lucha permanente y en sociedad, porque tampoco el individuo se desarrolla sólo, sino que con otros. Entonces por ahí parte ese anarquismo. Ahora, yo entiendo que hay distintas posturas respecto de ello, pero para mí, en lo esencial es ello y trato de vivirlo conforme a ello aún con todas las trabas que tenemos.

Yo creo que el anarquismo es una práctica que se puede llevar a cabo a partir incluso de nuestra propia vida cotidiana. De modo que el anarquismo está más vivo que nunca. Desde este punto de vista, el anarquismo no es un macroproyecto político, sino que el anarquismo se vive desde abajo y primero a partir de las voluntades. De modo que el anarquismo germina en distintas formas y en distintas esferas y es un sistema bastante vivo y difuso.

Y dentro de eso difuso, vivo y en movimiento, ¿habrá ideas centrales?

-La misma palabra lo señala, el no autoritarismo. Yo creo que por ahí va la esencia. La ayuda mutua, la solidaridad. Que son elementos esenciales, identitarios del anarquismo, que perviven y se van expresando de distintas formas en la medida de la época. Yo creo que no podemos hablar de anarquismo si no hablamos de antiautoritarismo, de autodidactismo también, de autoformación, de ayuda mutua, que son elementos esenciales del anarquismo. Estos elementos siempre van a estar presentes también en nuestras relaciones y creo que son los sellos identitarios más importantes que conectan a este anarquismo actual con el anarquismo de antaño, de fines del XIX, principios del XX. Yo creo que hay sellos identitarios súper potentes y que nos mantienen unidos a pesar de las distintas épocas y de los distintos personajes que están en ello. Es un cordón umbilical súper fuerte y poderoso.

HISTORIOGRAFÍA ANARQUISTA

Cuéntanos, a partir de tus estudios e investigaciones sobre historia, ¿existe historiografía anarquista en Chile?

-Efectivamente. Como ustedes saben, llevo algunos años estudiando el anarquismo en Chile y bueno, desde fines de los 80’ y principios de los 90’, el tema del anarquismo como tal, estaba súper mal investigado, mal abordado. En esas primeras investigaciones sólo se le veía desde un punto de vista económico en el marco del movimiento obrero. Posteriormente, surgió el interés con el llamado “neo–anarquismo” o el “nuevo interés por el anarquismo”, que es el redescubrimiento del anarquismo en cierto modo. Comenzó a surgió el interés por estudiarlo de otra forma también, y bueno, varios grupos se abocaron a ello, entre ellos el Grupo de Estudios José Domingo Gómez Rojas, el Grupo de Estudios Julio Rebosio, el Archivo La Revuelta.

Y teníamos en común el plantear este tema de una historiografía propiamente anarquista, es decir, visibilizar en cierto modo elementos y acontecimientos de la historia que no habían sido tratados por la historiografía clásica del movimiento obrero, que es la historiografía marxista, que empezaron desde los años 50’ a visibilizar el tema de los sectores subalternos, etc., etc. En esa historia precisamente, el anarquismo no tenía cabida.

Ahora, desde fines de los 90’ a esta parte, el anarquismo ha sido visibilizado como sujeto fundamental en el movimiento obrero y social en Chile. Cosa que antes no se decía, no se sabía y se pasaba por alto. Nadie tenía idea quién era Julio Rebosio, Armando Triviño, Juan Demarchi o Juan Onofre Chamorro, no tenían idea. Hoy, el asunto ha ido mutando y desde ese punto de vista sí se puede hablar de una historiografía anarquista, que utiliza un método y fuentes que quizás pueden ser las mismas fuentes que las de otros historiadores, pero reinterpretadas de otra forma, visibilizadas de otra forma y utilizando metodologías distintas.

En mi caso, yo hago una historia desde abajo y autogestionada. No postulo a proyectos estatales, eso me da cierta cuota de independencia para plantear los temas y bueno, eso también me ha traído consecuencias como historiador. Porque perfectamente podría haberme amoldado a los parámetros institucionales y a lo mejor estaría trabajando en una institución, pero esto implicaba muchas cosas; esta historiografía implica también ejercer un quiebre en relación a los académicos anteriores, que son los mismos que están en las instituciones, universidades y cómodos en la academia. Desde este punto de vista, sí existe una historiografía anarquista, y es la que se mantiene vigente al menos de mi parte.

¿En qué la podríamos diferenciar la historiografía anarquista de la denominada historiografía social propuesta en Chile por Gabriel Salazar, Julio Pinto o María Angélica Illanes?

-Mira, yo creo que la historiografía anarquista se nutre de ciertos elementos, los reinterpreta y le da una visión crítica. Creo que siempre hay un punto neurálgico, que consiste en tratar de interpretar la historia desde una visión o desde un marco teórico anarquista. En eso se diferencia fundamentalmente.

También hay un tema de utilización de fuentes, pues muchas fuentes habían sido ignoradas por cierta historiografía social o habían sido pasadas por alto y desde este lado hemos hechos esfuerzos por rescatarlas y estudiarlas en su justa medida. Por ejemplo, el caso de uno de los periódicos más importantes del anarquismo en Chile que es La Batallatodos sus ejemplares desaparecieron de la Biblioteca Nacional, a pesar de que llegaron ahí los números, se perdieron, desaparecieron. ¿Quién los hizo desaparecer? No lo sé, pero es necesario seguir encontrando fuentes que visibilicen al anarquismo adecuadamente. Entonces hay ciertas búsquedas permanentes de fuentes escritas, fuentes orales y de otro tipo, que por ahí diferencian también el trabajo de la historiografía social académica o tradicional.

Como dijimos, las primeras investigaciones que se hicieron en Chile sobre anarquismo son de finales de los 80’ y principios de los 90’, son tesis de la Universidad de Santiago, de la Universidad Católica, etc., le daban prioridad al estudio del anarquismo en el marco del movimiento obrero, entonces, era la típica interpretación sobre salario, precios, costo de la vida y huelga, como si todos los movimientos hubiesen sido de inspiración economicista o reivindicativa. Entonces, el sujeto anarquista, como movimiento, como proyecto político y cultural perdía peso y aparecía completamente distorsionado. Se perdía la esencia del anarquismo, que decía que el anarquismo ante todo quiere un cambio de mentalidad y un cambio cultural. Se perdía precisamente esa esencia porque el anarquismo aparecía estudiado sólo como una organización para obtener mejores salarios y menos horas de trabajo. Aparecía totalmente distorsionado porque no se rescataba la esencia del anarquismo, que es su parte específica y cultural. El mundo de los ateneos obreros, las bibliotecas, las propuestas alternativas para la ocupación del tiempo libre, la construcción simbólica. Toda esa dimensión cultural específica se había perdido, entonces no se sabía para dónde, ni para qué, los ácratas hacían todo ese trabajo cultural.

Se viene inmediatamente a la cabeza la discusión entre Proudhon y Marx, en la que Marx dice que la contradicción principal es capital-trabajo, y Proudhon sostiene que esa sólo es una de las contracciones, pero agrega otra igualmente importante entre libertad-autoridad.

-Claro, es ampliar la mirada. Aparece también el tema de los valores, que es todo un submundo que no se había estudiado ni rescatado en su esencia; entonces el anarquismo parecía súper mal entendido, porque parecía una copia del movimiento reivindicativo, y era mucho más que eso. Por eso descubrir todo ese submundo de prácticas culturales fue súper enriquecedor.

Por otra parte, lo que se sabía de anarquismo en Chile en esa época era muy poco. Uno iba a la Biblioteca Nacional y no se encontraba casi nada, algunos libros de Bakunin, otras ediciones de Barcelona Sempere, algunas ediciones de Sempere, y eran muy pocos los textos que había. El lugar que tenía más textos de anarquismo, curiosamente, era la Universidad Católica, en su Campus Oriente. Ahí había muchos textos, de hecho, yo iba para allá, me hacía el hueón y entraba para poder leer. Y claro, faltaba eso, ese trabajo de poner en su real dimensión al anarquismo. Creo que a estas alturas ya ha sido profundizado, no en su totalidad, pero sí en buena parte. Hoy en día ya no está esa visión reducida del anarquismo.

ANARQUISMO EN CHILE

Pensemos ahora en la historia del anarquismo en Chile. ¿Cuáles crees que serían los periodos importantes para poder entender la historia del anarquismo en nuestro territorio?

-Lo primero que debemos entender es al anarquismo inserto en el marco de la sociabilidad obrera de la época. Porque el anarquismo empieza con sus primeras expresiones dentro del mutualismo, y muchos anarquistas, de hecho, nunca dejaron de ser mutualistas paralelamente a ser anarquistas. Yo creo que la primera etapa que debemos entender ahí es la génesis, “la Alborada de la Idea” como dice Sergio Grez, que fue el primer periodo cuando Magno Espinoza, Escobar y Carvallo, Luis Olea, se internaron en el mundo de las sociedades mutuales, y empezaron a sembrar “la Idea” y nuevos valores, nueva cultura, recalcando que ahora la emancipación no era solamente la regeneración del pueblo, sino que también su emancipación.

Después las primeras huelgas. Si uno analiza el primer ciclo huelguístico de 1901-1907, se encuentra con que los ácratas participan activamente y son protagonistas de muchas de esas huelgas. Versus Recabarren, esto lo he recalcado a raíz de una investigación que estoy haciendo sobre Luis Emilio Recabarren, que no participó activamente de ninguna de esas huelgas, aunque el mito lo encumbra como si hubiese participado efectivamente en todas esas huelgas, y hubiese sido uno de los baluartes, protagonista o dirigente de esas huelgas, en circunstancias de que no estuvo en ninguna. No estuvo en 1903 en Valparaíso, no estuvo en 1905 en Santiago, no estuvo en 1906 en Antofagasta, no estuvo en 1907 en Santa María de Iquique. En ninguna huelga del primer ciclo huelguístico estuvo Recabarren, los protagonistas de esas huelgas fueron los ácratas. Lamentablemente la distorsión de la historiografía marxista invisibilizó a los reales protagonistas de esas huelgas, de aquellos movimientos. Este es un periodo que habría que resaltar, porque fue el periodo de expansión y de ratificación de los ácratas, como presencia, como movimiento o como el proyecto político cultural dentro del movimiento obrero.

Después, el año 20’, que fue un periodo de gran agitación social y de proliferación y masificación de la cultura ácrata. Hasta ese momento, el anarquismo se había forjado en los salones obreros, por lo que se empieza a masificarse en las calles. Emergen grupos, no solo en los lugares céntricos de Santiago, sino también en el barrio, en la periferia misma: Recoleta, Independencia, en Franklin, hasta llegar a La Legua, entonces empiezan a germinar y a masificarse esa idea anarquista. Yo recalco el año 20’ como símbolo, porque fue uno de los años en que proliferó un mayor número de grupos de afinidad, de acción cultural anarquista de distintas formas: grupos de conferencias, grupos de ediciones, bibliotecas populares, centros de estudios sociales, etc. Yo creo que esa es una etapa muy importante.

Posteriormente, los años 30’ fue una etapa de crecimiento, pero no en el marco del movimiento obrero sino como movimiento específico anarquista. En los años 30’ hubo tal proliferación de iniciativas culturales anarquistas, que podría plantearse como un crecimiento hacia adentro del movimiento. Y eso nunca se recalca, de hecho uno de los pocos estudios del anarquismo en los años 30’ dice exactamente lo contrario, señala que no tuvieron tanta presencia en el movimiento obrero, entonces existía cada vez menos y no era así, era todo lo contrario, había toda una germinación de iniciativas de ese calibre.

Recalco también los años 50’, periodo sobre el que me ha tocado hablar varias veces con el zapatero Hugo Cárter. Hemos tenido gratas charlas sobre la huelga del 55’ y varias otras huelgas que fueron protagonizadas por anarquistas. Es curioso, porque las etapas de mayor autonomía del movimiento obrero son justamente los periodos con más frutos de las luchas sociales. Versus las etapas más políticas o representativas del movimiento obrero, que han tenido resultados espeluznantes.

Después viene la década del 60’, del 70’, donde sabemos que el anarquismo empieza a decaer. ¿Cuál es tu interpretación al respecto?

-Una decaída indudablemente. Yo, sin ser estudioso de esa época, creo que se relaciona con la emergencia de distintos proyectos políticos. Hay un contexto general, en el cual emergen revoluciones en Latinoamérica, como la Revolución Cubana, o la influencia de Francia del 68’, en donde van surgiendo nuevas formas políticas que logran captar a la juventud de esa época. En cambio, el anarquismo se va recluyendo y se va convirtiendo en un proyecto que, siempre está vigente, pero que es practicado sólo por grupos específicos.

¿Envejece el anarquismo en ese periodo?

-Yo creo que sí. Por ahí va, porque no tiene la capacidad de anexar a esa juventud inquieta de los años 60’, de fines de los 50’. No tienen la capacidad para llegar a ellos; entonces yo creo que ese fue uno de los grandes errores del anarquismo de esa época.

Tú te especializas en los inicios del siglo XX. ¿Cuál crees que serían los principales aportes del anarquismo a los movimientos sociales en ese periodo?

-El anarquismo contribuyó a un cambio en el individuo, porque antes de la influencia del anarquismo, los mutualistas pensaban que la educación y las formas de mejorar la vida provenían del Estado, de las iniciativas del Estado, no de la iniciativa propia. Uno de los grandes aportes del anarquismo fue dar a conocer un proyecto que podía ser autónomo en distintas formas, validar la autogestión, el autodidactismo, la autoformación. El individuo era capaz, efectivamente, de ser un creador y protagonista de su propia historia. Este fue el gran aporte del anarquismo, en distintos ámbitos, no solamente en el ámbito cultural, en el ámbito económico, etc. El trabajador, que no era solamente el trabajador, era también la trabajadora, podían por ellos mismos formar un propio proyecto en distintos ámbitos.

RITUALES DE MOVILIZACIÓN

Pensando en tu último libro Bajo el Sol de la Anarquía, ¿a qué te refieres con rituales de movilización o ritos del anarquismo local?

-Con los rituales de movilización me refiero a la construcción simbólico–ritualista que generaba el movimiento obrero, y que el anarquismo de algún modo fue productor de estas prácticas. Con rituales de movilización me refiero a las movilizaciones que iban más allá del tema económico, por ejemplo, las marchas, las conmemoraciones, las romerías fúnebres. Me refiero a las movilizaciones que generaba, por ejemplo, un funeral, el deceso de un caído. Me refiero a distintas expresiones culturales, como un paseo campestre, una conferencia pública. Todos esos rituales diversos se inscriben en estos rituales de movilización, que insisto, no es sólo la movilización económica por el salario, sino también por valores distintos.

¿Qué símbolos encontraste como grandes referentes de ese momento?

-El tema de los símbolos es complejo. El tema de los símbolos ácratas se conforma a partir de la influencia de distintas vertientes, como la masonería, la revolución francesa, elementos del cristianismo primitivo, elementos de la cultura grecorromana, etc. Reinterpretados y transformados para el proyecto ácrata, para validarlo e identificarlo; por ejemplo, me tocó estudiar el símbolo de la Unión Elaboradores de Madera, y uno ve el símbolo y tiene toda la influencia de la masonería con el compás y la regla. O en el caso de otro símbolo, el sol, símbolo del despertar que también lo utilizan otras culturas políticas.

Hay diversidad de símbolos, pero el más importante, sin duda, es la bandera roja. La bandera roja que también es utilizada por los socialistas, es decir, es un símbolo en común. Ahora, ¿cuál es la esencia de la bandera roja en público? Es una bandera de revolución, de protesta, de disconformidad y de violencia. A diferencia de la utilización que hacían los socialistas, que querían convertirse en interlocutores válidos entre el movimiento obrero y el Estado, de forma pacífica y por la vía de las instituciones, con los anarquistas adquiere una connotación de confrontación.

¿Y qué pasa con la bandera negra? Recuerdo la movilización en Freirina en 2012, que fue una de las primeras movilizaciones ambientalistas que se desarrolló en el territorio chileno y en donde se vieron banderas negras hechas con bolsas de basura. O, luego, lo que ocurrió para el Estallido Social de 2019, que se utilizó la bandera de Chile, pero en negro, es decir, estamos hablando de la expresión de una sensibilidad social en esos símbolos. ¿Por qué luego se asocia el color negro al anarquismo?

-Exactamente. La bandera y el color negro se van sumando como luto. Al principio las banderas eran rojas. Los primeros anarquistas, como en todas partes del mundo, partieron con el trapo rojo. Al trapo rojo, después, en base a la experiencia del movimiento, al luto, la muerte provocada por el Estado, se fue integrando un crespón negro. Después surgirá derechamente la bandera rojinegra. Pero si uno analiza los estandartes de las sociedades y grupos de esa época, eran todos rojos.

¿Qué interpretación le das a la reaparición del anarquismo a finales del siglo XX?

-Un periodo que también nos tocó vivir. La caída del socialismo real evidentemente fue un factor de peso, pero también el deterioro de la democracia. La decepción frente a ese proyecto que, en realidad, muy pocos creían. Y la necesidad de vitalizar algo. Quiénes somos nosotros, para dónde vamos, qué queremos y qué proyecto político nos puede ofrecer aquello. Y ahí surgió el anarquismo como respuesta a una necesidad.

Nosotros mismos empezamos a estudiar porque no calzábamos en ningún proyecto político. Esta hueá no me interesa, esto tampoco, es una mentira. Entonces, surgió como una necesidad de estudiar algo y el anarquismo en esa época daba una alternativa. Una alternativa de que nosotros también podíamos ser protagonistas de nuestra historia y por nuestros propios medios. Sin necesidad de militar, sin necesidad de participar en un partido político amarillo, sin necesidad de ninguna de esas cosas. Nosotros, por nuestra propia capacidad y nuestra autoeducación y autoformación, podíamos hacerlo. Es un proyecto que está vigente y que ha logrado identificar a muchos jóvenes. En cambio, ahora estamos en un momento difícil, como que no se logra concretar cosas duraderas, todo es efímero, eso me preocupa.

¿Lo efímero sería la característica predominante?

-Yo creo que sí. Hay decepción de mucha gente, hay también una distorsión del anarquismo, de visibilizar sólo la parte violenta, lo insurreccional, la parte poco constructiva. Entonces, muchas de las personas que de algún modo nos motivamos con el anarquismo no vemos muchas posibilidades de salida en esto. O sea, la acción directa siempre debe estar, es necesaria, pero no es todo. Visibilizar sólo esa parte se ha convertido en una traba para que otras personas se sumen y ha generado que mucha gente se desmotive. Esto se ha convertido en un factor en contra a estas alturas. Existe mucha desmotivación para hacer cosas, hacer talleres, hacer una escuela o formar una biblioteca, falta motivación y gente dispuesta a ello.

¿Habría un agotamiento de las prácticas culturales del siglo XX?

-Sí, hay un agotamiento. Hay cierto agotamiento que también va creando el sistema mismo, los medios, el bombardeo de las redes sociales, la mala utilización de la tecnología. Se va generando una falta de reunión, falta de sociabilidad, falta de asociación. Curiosamente la falta de asociación también deriva del uso de redes sociales, donde uno cree que está en mancomunidad a través de la tecnología, pero no se junta. Entonces te va generando atomización. Todos estos factores repercuten y creo que habría que estudiarlos minuciosamente para tener una conclusión seria al respecto.

Yo creo que el anarquismo no debe perder su esencia asociativa. Es como a fines del XIX, cuando los anarquistas decían: “nosotros no tenemos nada y nos asociamos para”. Pero nos reunimos, nos apoyamos mutuamente, formamos una cofradía, acá está la herejía. Pero, a partir de nuestras propias necesidades y nuestras propias búsquedas. Yo creo que esa es la esencia que no se debería perder.

Para cerrar, ¿Qué textos nos recomiendas para comprender la historia del anarquismo en Chile?

-Yo creo que las mejores investigaciones surgieron cuando el anarquismo comenzó a ser estudiado en su real dimensión, es decir, desde un punto de vista cultural y específico. Hay varias investigaciones interesantes, como mi tesis, Viva la Anarquía, que es un trabajo extenso que espero algún día poder publicar. También hay un libro de historia del anarquismo, de Víctor MuñozSin Dios ni Patrones, que es un libro interesante porque aborda el extenso periodo del anarquismo hasta los 90’ y se basa en varias fuentes interesantes. También los textos de Óscar OrtizCrónicas de la Subversión Olvidada, que son interesantes porque en principio visibilizó el tema del anarquismo.

Hoy en día han surgido diversidad de tesis de pregrado y postgrado, etc., que se han enfocado al tema del teatro anarquista, las alternativas para la ocupación del tiempo libre, el tema de las escuelas libertarias, escuelas racionalistas, etc. Hay mayor diversidad de textos sobre el anarquismo hoy en día, que permiten estudiarlo en su real dimensión, es decir, no sólo inserto en el marco del movimiento obrero, sino que, en su capacidad específica, que es cultural y es el cambio de mentalidad. Yo creo que los subversivos del año 20’ fueron encarcelados precisamente porque pregonaban ese cambio, y lo practicaban en su vida cotidiana. Yo creo que por ahí parte el tema, estudiarlo desde ahí.

Perfecto, muchas gracias Manuel.

-Vale, gracias a ustedes. Muchas gracias.

Por Revista Libertaria

Entrevista publicada originalmente en agosto de 2023 en Revista Libertaria.

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