Enseñanzas de la doble crisis

Por Claudio Llanos R

Por Absalón Opazo

06/06/2020

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Por Claudio Llanos R. – Instituto de Historia, Pontificia Universidad Católica de Valparaíso / Las crisis tienen entre una de sus características el poner en evidencia lo que está caduco de una sociedad, y al mismo tiempo revela aquellos elementos nuevos, lo que encierra soluciones. No se trata de positivo o negativo, los caminos están abiertos, las alternativas pueden ser de progreso o regresión, llevarnos a mejoras sociales y políticas o conducirnos rápida o lentamente al despeñadero, en otras palabras nos ponen frente a la bifurcación entre lo civilizado y lo bárbaro.

Históricamente esos caminos se han transitado en diversos momentos y la actual situación nos tiene nuevamente en la ruta. Es importante identificar qué se requiere para tomar la curva hacia mejores relaciones sociales, mejores condiciones de trabajo, vivienda y bienestar. Pensemos en algunas de las enseñanzas que nos está dejando la doble crisis, la sanitaria y la del régimen económico y social en que vivimos. 

La economía es un asunto humano, una creación social que como tal debe ser subordinada a las necesidades actuales y futuras. En ese sentido, son insostenibles los recortes a la salud pública, la educación y los servicios sociales. Políticas de ajuste que desde los años 1970 se han transformado en la gran bandera del “crecimiento económico” y de excelentes “PIB per cápita”, hoy chocan con la interrogante de crecimiento económico ¿para qué?

Esto es particularmente importante en las sociedades subdesarrolladas o con desarrollos marginales, donde se han desplegado crecientes índices de empleo informal, concentración de la riqueza y desprotección social. En Chile, pasamos -en unas cuantas semanas- de la sociedad de los miles de dólares per cápita, a la de millones de personas que esperan una caja con alimentos: la “sociedad del hambre” que ha apuntado Ana Cárdenas. Nuevas políticas laborales, redistributivas y de bienestar social son urgentes.

La desigualdad en el habitar los espacios, la escasez de espacio cotidiano y la pobreza de servicios adecuados en muchas poblaciones, se ha revelado nuevamente. En Chile, a miles les resulta imposible el distanciamiento físico, viviendo en pocos metros cuadrados, con ausencia o pobreza de servicios de salud, seguridad y culturales. Una nueva política habitacional es necesaria.

El neoliberalismo y sus limitaciones de acción al Estado no rinde más. Lo que la actual emergencia sanitaria producto de la pandemia ha hecho, es revelar -una vez más- la incapacidad práctica y teórica del neoliberalismo para mejorar y asegurar las condiciones de bienestar social. La desregulación económica, el individualismo económico, la preponderancia del mercado y la democracia limitada, promovidas por los neoliberales, han generado un escenario de creciente concentración de la riqueza, injusticias y malestar social. Se requiere dar centralidad a las esferas de lo social y humano, sobre la económica. 

Chile, país que hasta hace poco era presentado como exitoso, de miles de dólares per cápita, de bajo desempleo y crecimiento, hoy tiene a miles de personas golpeadas por el desempleo, la pobreza y una creciente y preocupante marginalidad. En ese sentido se requiere dar una nueva mirada a nuestros datos, a los silencios o trampas que pueden presentar para la mejor comprensión de nuestras realidades. Y así como los neoliberales, sus teóricos y sus políticos, no dudaron en liquidar el keynesianismo, al estado de bienestar capitalista y a todo lo que oliera a social, es hora de que su modelo y sistema enfrente la misma sacudida. No supera la exigencia de la historia. Una nueva relación del Estado con la sociedad se hace evidente.

La historia da chances de transformación, son las posibilidades de lo humano, de nuestras capacidades o torpezas. Quizá estamos en medio del camino, en la extensa bifurcación de civilización y barbarie. Una ruta que no resiste fantasías chauvinistas de “excepcionalismos” nacionales, pues es un asunto sistémico. Wallerstein lo apuntaba hace unos años: “La historia no está del lado de nadie. Todos podemos equivocarnos en cómo debemos actuar. Desde que el resultado es inherente y no esencialmente impredecible, tenemos un 50-50 de chances de tener el tipo de sistema mundial que prefiramos. Pero 50-50 es mucho, no es poco” (Immanuel Wallerstein  «Structural Crisis, or why capitalists may no longer find capitalism rewarding». I. Wallerstein et. al. Does Capitalism have a future? Oxford University Press, 2013, p.35).

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