La acusación constitucional contra el ex ministro de Salud, Jaime Mañalich

"Sería mucho mejor incluir en la nueva Constitución la revocación de mandato de elección popular y los demás métodos que se emplean en la democracia directa..."

Por Absalón Opazo

14/09/2020

Publicado en

Chile / Columnas

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Por Rafael Luis Gumucio Rivas (El Viejo)

De no existir la acusación constitucional en contra de altos funcionarios, habría que inventarla, pero mucho mejor sería incluir en la nueva Constitución la revocación de mandato de elección popular y los demás métodos que se emplean en la democracia directa.

El gobierno de Sebastián Piñera hace tiempo que abandonó sus deberes de conducción del país, y cayó en el síndrome del “pato cojo” y, como en su primer gobierno, se ha entregado a un Partido pinochetista, la UDI.

Los ministros de los gabinetes de Sebastián Piñera son, en la práctica, verdaderamente mediocres, y entregados al ego de un jefe sólo quieres administrar el Estado como si fuera su propia empresa.

La UDI, que había disminuido su protagonismo y, además, tuvo que soportar la acusación constitucional contra Andrés Chadwick, se propuso recuperar el ministerio del Interior, imponiendo al más pinochetista de sus parlamentarios, Víctor Pérez Varela, que se ha convertido, dentro del gabinete, en el líder del “Rechazo” y de la línea de masas, adoptada por la derecha más radical.

En la huelga de los dueños de camiones el ministro del Interior se transformó en una “nana” protectora de los huelguistas, que ya habían logrado cortar las carreteras principales y, de esta manera, lograr el desabastecimiento de las ciudades, especialmente de las del sur del país.

En este país todo suele ser al revés: se supondría que el ministro del Interior debería garantizar el libre tránsito de los ciudadanos y proteger a los demás camioneros que se negaron a seguir los dictámenes del líder UDI, el señor Pérez, que comandaba el paro, pero en vez de cumplir con el deber constitucional de aplicar la ley, máxime cuando poseía los poderes extraordinarios de estado de catástrofe, (pandemia, cuarentena y toque de queda incluidos), el ministro, al contrario, ordenó a carabineros escoltar a los huelguistas, (sólo le faltó participar en las bacanales de los empresarios camioneros con niñas ligeras de ropas); cuando algún periodista osaba preguntar al ministro sobre cuándo iba a usar la ley de seguridad del Estado para obligar a los dueños de camiones a detener los cortes de caminos, ponía cara de santo y argumentando que ´los camioneros le habían prometido protestar en forma ordenada´.

Ante la carencia de voluntad política del actual gobierno para aplicar la ley, los parlamentarios, especialmente los democratacristianos, amenazaron con presentar una acusación constitucional, fijando un plazo perentorio al ministro Pérez para aplicar la ley. Curiosamente, llegado el día, la huelga llegó a su fin, con el consiguiente triunfalismo por parte de los huelguistas, quienes lograron una serie de privilegios económicos que poco tenían que ver con la seguridad en las autopistas.

Hasta ahora, no podemos asegurar el destino de acusación constitucional contra el ministro Pérez Varela, y todo depende de la voluntad de la familia Walker, los reyes de los vetos anticomunistas.

La acusación constitucional contra el ex ministro Mañalich, que se ha convertido en una especie de héroe de la ultraderecha, al cumplir los 90 días de plazo después de su renuncia, al final, va a ser presentada ante el Congreso.

Jaime Malalich, una especie de “Potemkim” de los dos gobiernos de Sebastián Piñera, se solazaba en engañar al Presente (¿?) y a la ciudadanía, que estaba forzada a verlo todas las mañanas por televisión abierta, (los sietes días a la semana, a causa del confinamiento), y al igual que el ministro de Catalina II, que mostraba unas aldeas “enchuladas” cada vez que la emperatriz anunciaba una visita, así también Mañalich nos quería convencer que su estrategia de dividir las comunas, (como si el virus fuera geógrafo o sociólogo), indicando cuál de ellas “merecía” la cuarentena, (incluso, se dio el caso de que al atravesar de una calle a otra en Puente Alto, por ejemplo, no se sabía cuál estaba en cuarentena o no).

Mañalich, como todo personaje autoritario, que creía hasta dominar la psicología del Covid-19, preguntándole “cuándo se convertiría en ´buena persona´”, comenzó por imponer la cuarentena en las comunas más adineradas del país, Las Condes, Vitacura, Lo Barnechea, Providencia…, dejando de lado los guetos y la zona sur de Santiago. Apenas el virus se extendió a las provincias y las comunas más pobres, ahí, por primera vez en su vida nuestro ministro epidemiólogo vino a enterarse de que en Chile existía la pobreza y el hacinamiento y, que, por consiguiente, habría que tomar medidas más drásticas.

El problema de los ministros narcisistas, (a imitación de su Presidente), es que desprecia a los demás ciudadanos, incluidos los periodistas, y no contaba que, por ejemplo, periodistas como Alejandra Matus, descubriera que en la información cotidiana de fallecidos fuera en número distinta a la enviada a la OMS. ´Potemkim´ descubierto en su trampa fue reemplazado en el cargo por Enrique Paris. A diferencia del ruso Potemkim, que tuvo que salir de la ´cama´ de Catalina II, (como cosa curiosa, fue también ocupada por Francisco Miranda), en este caso de Mañalich sólo tendrá que someterse a una acusación constitucional.

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