La educación pública como responsabilidad ética

El Centro de Estudios del Ministerio de Educación ha informado que entre los años 2021 y 2022 se han registrado más de 50 mil estudiantes desvinculados del sistema educativo. Entre marzo y septiembre de 2022 la inasistencia escolar ha sido del 83%. En los últimos dos años, 1.432.153 estudiantes han abandonado las aulas.

Por Hervi Lara

15/12/2022

Publicado en

Chile / Columnas / Educación

0 0


Se ha generado delincuencia al interior de los establecimientos educacionales. Carabineros ha intervenido en 396 eventos registrados en los colegios emblemáticos. 108 jóvenes han sido detenidos por desórdenes, maltrato de obra a Carabineros, atentados a la autoridad, instalación de barricadas y utilización de artefactos incendiarios. En algunos liceos ha habido intentos de incendio o quemas de salas de clases y oficinas.

Según el Instituto Nacional de Estadísticas (INE), un 13,7% de jóvenes chilenos de entre 15 y 24 años no estudia ni trabaja, lo que significa un número de 750 mil jóvenes. De estos, el 75% proviene del 40% más pobre de la población. De acuerdo a la OCDE, el efecto sería la permanencia en la pobreza, la criminalidad, las adicciones, el embarazo adolescente, la prostitución y la violencia.

Se calcula que las expectativas de “vida escolar” son de 11,7 años, en un sistema escolar mal diseñado, inequitativo e ineficiente. Siete de cada diez niños que ingresan a la Enseñanza Básica demoran diez años en terminar el 8°, puesto que la pobreza afecta la nutrición y el desarrollo sicomotor desde antes de los dos años. Es así como tres de cada cuatro alumnos de poblaciones más pobres no entienden lo que leen estando en 4° año de enseñanza básica; igual proporción no alcanza la mitad de las habilidades de cálculo. En el sector subvencionado, sólo el 10% de los alumnos tiene un rendimiento satisfactorio.

Hay 140 mil profesores distribuidos en municipalidades, colegios privados subvencionados, privados pagados y corporaciones empresariales, con un promedio de 45 alumnos por profesor. Hay dificultades en las contrataciones de profesores, así como también en la formación académica, en la autonomía profesional, en sueldos insuficientes e inseguridad laboral.

Consecuencia de lo anterior es la reducción del horizonte de la cultura de la sociedad que, para los sectores dominantes se transforma en mera ideología, quedándose sin más recursos que la fuerza. Los profesores “progresistas” son perseguidos y discriminados por ser considerados “elementos subversivos”. Chile y América Latina han conocido de las encarcelaciones, torturas, relegaciones, exilios, vigilancias, ejecuciones, degollamientos, desapariciones forzadas, de miles de profesores. Las oligarquías se han esmerado en ocultar estos crímenes, además de desarrollar campañas de denostación, de tratos humillantes, de críticas infundadas, de amedrentamientos y de burlas por la situación opresiva que padece el profesorado al que se culpa de los bajos niveles escolares y culturales.

No se reconoce que los organismos internacionales al servicio de las multinacionales han destinado a la educación como la principal reproductora de la desigualdad. Por ello, han hecho abandonar la reflexión filosófica cambiándola por un modelo economicista bajo el rótulo de despolitización, “encerrando” la educación en la sala de clases, al margen de la creación de cultura y al margen de los procesos históricos. Esto es acompañado por una proliferación de cursos de especializaciones técnicas, asesorías pedagógicas descontextualizadas y de la permanente amenaza de cesantía y de tratos arbitrarios.

Son cómplices y autores materiales los expertos, los especialistas, los burócratas, los consultores, los asesores, los pseudo académicos y pseudo investigadores. Intencionadamente han destruido la educación pública, con la consecuente pérdida de sentido de la vida de las presentes y futuras generaciones. Los ámbitos mencionados han asumido la ideología neoliberal y se han subordinado a las agencias de financiamiento que propician dicha ideología. Así, se ha perdido la conciencia ética de nuestra cultura. No hay educación sin ética. La violencia, la droga, la corrupción, la deserción y el ausentismo escolar, no son los problemas de fondo, sino sólo indicadores de un problema más radical y más profundo: no hay formación de conciencia ética, que es lo que posibilita la convivencia social. Las respuestas del sistema son más cárceles, más leyes represivas, más policías y militares en las calles.

Aunque débilmente, la antigua educación pública abría cauces de integración social al transmitir valores, como la nación y el trabajo. Eran valores comunes y fuente de dignidad. Pero la globalización neoliberal ha roto el espíritu de la nación y del trabajo, porque ha globalizado sólo a las élites. Las grandes masas han quedado marginadas. Las élites del mundo entero se comunican entre sí, pero no se contactan con sus propios pueblos. Viven en los alrededores de las ciudades, en paraísos artificiales que abandonan para viajar a los paraísos turísticos o a los paraísos fiscales, que constituyen el símbolo de la ruptura de la solidaridad. Eluden los impuestos y propician un Estado débil, que sólo les garantice privilegios y que reprima el desorden y los “estallidos sociales”. No se interesan por la educación pública, ni por la salud, ni por la vivienda, ni por la previsión. No tienen idea de cómo viven sus mismos pueblos.

La educación pública era preparación para realizar un trabajo como ciudadano de una sociedad democrática. Pero la globalización neoliberal ha ido terminando con la democracia liberal y además con el trabajo asalariado, por lo que también se ha precarizado a las familias. La familia no educa porque los padres (cuando los hay) no saben qué transmitir a sus hijos. Los abandonan a sí mismos, dándoles cosas e instrucción, pero no valores. Las escuelas tampoco transmiten valores, porque son centros de preparación para el mercado. Pero todos los niños y jóvenes de clase baja saben desde el comienzo que en esa competencia son “perdedores”. La educación neoliberal, sin valores éticos, es para los que van a vencer en el mercado del trabajo. Para la mayoría es inútil ir a la escuela, porque no otorga la preparación para la vida que verdaderamente toca vivir a la mayoría. Conformarse con esa realidad fatalista es el objetivo de la despolitización, a lo que se suman las pruebas internacionales estandarizadas.

El Estado ha dejado a la educación pública en decadencia porque no le ve sentido. Los técnicos que requieren las empresas son preparados por instituciones privadas más integradas al mercado. El único conocimiento que se valora es el conocimiento en torno al mercado. Toda la información que transmiten los medios se refiere al mercado, para seleccionar y orientar la producción y así dar a los capitales mejores rendimientos. La tecnología y la ciencia benefician a los que las aprovechan económicamente, haciendo de ellas nuevas mercancías. No se transmiten valores éticos porque estos perturban el juego del mercado.

Para los jóvenes, más importantes que los mensajes de la escuela son los que difunden la televisión y las redes. Estas difunden la forma de vida de las élites. El éthos de la clase alta es el narcisismo: el individuo no se refiere a sí mismo, sino a la imagen que proyecta. De ahí la necesidad de consumir para existir. Y si no se tiene dinero para consumir, los jóvenes hacen notar su existencia a través de manifestaciones violentas.

Sólo se podrá hablar de educación “cuando se descolonice la mente del oprimido de la presencia del opresor”. Para ello es indispensable implementar la educación pública, porque es la única instancia que puede alcanzar a la gran masa de pobres, e impedir la intensificación de la degradación de las actuales generaciones populares que se encuentran en situaciones sin salida, sin refugio, sin socialización, sin dignidad. Ello implica un cambio del sistema neoliberal, tal como lo propuso la Convención Constitucional al plantear que Chile “es un Estado social y democrático de derecho” y que “la educación pública constituye el eje estratégico del Sistema Nacional de Educación”. Pero la gran masa no tiene la capacidad de darse cuenta de lo que está sucediendo y las élites dueñas del poder mienten para mantener una cultura envilecida.

Lo antes señalado puede ratificarse en la forma en que se ha descalificado a la Propuesta de la Convención Constitucional y la forma de origen del denominado Acuerdo por Chile. Las élites económicas (que deciden) y las élites políticas a su servicio, no reconocen el infierno que han creado en las afueras de sus paraísos.

Por Hervi Lara B.

Santiago de Chile, 15 de diciembre de 2022.

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones

Comparte ✌️

Comenta 💬