La Taberna: Histórico restaurante reabre sus puertas recordando a emblemáticas figuras del periodismo nacional

La carta en La Taberna es diferente cada semana y consta de un jugo, ensalada, pan y pebre, sopa, plato de fondo y postre por tan solo $6.500.

Por El Ciudadano

21/11/2023

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 Por Álvaro Bustos Barrera

Hace tiempo que no me daba una vuelta por el centro de Santiago para recorrer sus calles siempre atestadas de gente y sentir ese bullicio tan propio de las grandes ciudades. Echar una mirada a lugares dónde muchas veces anduve, ya sea en mi época universitaria o por trabajo.

Caminando por los alrededores del Palacio de La Moneda, específicamente por calle Amunátegui #31, donde por años ha funcionado la oficina corporativa del Círculo de Periodistas de Santiago y el Teatro Camilo Henríquez, hoy luego de años sin funcionar, reabre sus puertas el emblemático Restaurante La Taberna, un antiguo espacio para comer que data de 1960 y que debido al estallido social y posteriormente la Pandemia, debió bajar la cortina.   

La Taberna es de esos lugares que seguramente visitaste más de alguna vez. Esos restaurantes o picadas donde los olores a comida casera cobran fuerza en los comedores o salones y llegan a tu nariz con la nostalgia de los platos que cocinaba tu abuela o tu mamá.

Esos momentos donde fuiste testigo de conversaciones muchas veces acaloradas en mesas donde compañeros de trabajo o sencillamente amigos, comentaron el partido de fútbol del fin de semana o algún cahuín del espectáculo chilensis.

Parado frente a la numeración antes mencionada, vi a una señorita, tiza en mano, completando el menú en una pizarra cuando faltaban pocos minutos para las 13:00 horas. Ofrecí un saludo y pregunté si estaba abierto el restaurante. “Hola, adelante, ya estamos atendiendo”, me dijo con algo de nerviosismo, pero optimista en tener una buena jornada.

Ingresé al vetusto edificio y a mano izquierda bajé unas escaleras que me llevaron al salón principal. Todo luce impecable, mesas bien montadas y el personal presto para recibir a la clientela, que según supe más tarde, son mayoritariamente de algunos ministerios, oficinas y trabajadores de la emblemática Torre Entel.  

Para comenzar esta nueva experiencia, me acomodé en una mesa para dos y a pocos minutos se acercó una mujer joven, de unos 35 años de edad, la misma que me había encontrado en la entrada, quien nuevamente me saludó y ofreció algo para beber. “Tengo bebidas en lata o jugos”, mencionó y agregó -encogiéndose de hombros- que aún no cuentan con patente de alcohol, por lo que tuve que decidirme por una gaseosa.

El salón, donde por años se reunieron insignes profesionales de las comunicaciones a intercambiar idas, pensamientos políticos o debatir sobre la contingencia, es más bien pequeño, aunque muy acogedor. Cuenta con una cantidad apropiada de mesas muy bien montadas para dos, cuatro o más personas si es que así lo requiere. 

Desde los muros cuelgan fotografías de recordados periodistas como Raquel Correa, José Carrasco Tapia, Julito Martínez, Patricia Verdugo, Alberto “Gato” Gamboa, entre otros. Fieles testigos de la historia de Chile, respetados y valientes comunicadores que en tiempos difíciles no trepidaron en denunciar abusos contra la Dictadura de Augusto Pinochet. 

Ya con mi bebida en la mesa, nuevamente se acercó la mujer y le pregunté su nombre. “Nicole Araya”, me dijo, quien además es la administradora del local, destacando que cuentan con tres horarios de atención: desayuno (07:30 a 12:00), almuerzo (12:00 a 18:00) y cena (18:00 a 21:30).    

El día pedía a gritos algo más bien caliente. Los meteorólogos en los distintos matinales habían anunciado precipitaciones y una máxima de 17 grados, en pleno noviembre, por lo que no dudé en pedir de entrada un plato de consomé bien caliente. En breve llegó mi sopa junto a un platillo de pancito fresco y un pocillo de chancho en piedra. Los olores del caldo llegaron a mi nariz y tras el primer sorbo, recordé esas tardes lluviosas de invierno, sentado en la mesa del departamento de mis padres en Ñuñoa. “Una delicia”, me dije tras la última cucharada. 

Antes de finalizar se acercó Nicole y preguntó si todo estaba ok. Alcé mi pulgar derecho en signo de aprobación y acto seguido me sugirió como fondo el Pastel de Choclo. Como en un reflejo inmediato, volví a subir mi dedo en señal de “adelante” y esbozar una sonrisa.

Mientras esperaba mi segundo, observé la llegada de los comensales, en dupla y unos minutos después en grupos más grandes. A medida que se iban repartiendo por el lugar, escuché algunos comentarios como: “Acá venden comida casera a muy buen precio”, “la atención es rápida y también tienen servicio de Delivery”. Otros comentaban sobre las imágenes colgadas en los muros y el profesionalismo de cada uno de los periodistas que ahí están. 

Mi librillo con el Pastel de Choclo llegó frente a mi y sentí de inmediato el aroma a verano. La cremosidad del choclo en conjunto con un pino bien sazonado y el huevo, hicieron un almuerzo contundente, agradable y con ganas inmensas de dormir una siesta.

Para cerrar mi experiencia en este emblemático lugar del centro de Santiago, me ofrecieron un Babarua de frambuesa, postre casero que se hizo tan popular gracias a su versión original Bavarois francés.  

Ese día el menú incluía además Pollo al Jugo, a la Mostaza, Albóndiga Boloñesa, Cazuela de Ave, Pescado Frito, Pastel de Choclo y Lentejas con Huevo. Pero ojo que la carta en La Taberna es diferente cada semana y consta de un jugo, ensalada, pan y pebre, sopa, plato de fondo y postre por tan solo $6.500, uno de los más bajos del sector.

La Taberna mantiene casi intacto el mobiliario de hace más de 60 años. Es innegable que se respira tradición en este lugar, pero también su propuesta gastronómica destaca por la comida casera que viene de la mano de su chef, Nicole Araya, que le imprime cariño y sazón a cada plato. 

Mientras comienzo a ordenar mis cosas para retirarme y seguir con mis deberes, me doy tiempo para observar una vez más el salón del restaurante. Cuánta historia hay detrás de estos muros y cuántas anécdotas o sueños se fraguaron en esas mesas, me pregunté. Imagino al “Gato” Gamboa con Pepe Carrasco en una larga tertulia con un vino en la mano… 

Evaluación: Muy Bueno.

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