Opinión

Los desafortunados dichos de Ezzati

Las opiniones del cardenal Ricardo Ezzati sobre temas de la agenda valórica suelen ser confusas e inapropiadas

Por Absalón Opazo

07/04/2018

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Las opiniones del cardenal Ricardo Ezzati sobre temas de la agenda valórica suelen ser confusas e inapropiadas. Lo último, sobre la Ley de Identidad de Género y el cambio de sexo registral de personas transgénero, declara: «No porque yo a un gato le pongo nombre de perro, comienza a ser perro».

A partir de esta declaración, puedo hacer dos lecturas: una más “ingenua”, donde entiendo su opinión de no estar de acuerdo con el asunto en cuestión. Pero una segunda mirada, más profunda, hace pensar en el uso de una analogía burda, que implícitamente tiene un contenido agresivo y peyorativo respecto a las minorías sexuales.

Por eso, partiendo de esta noticia, y de algunas declaraciones de personajes políticos desinformados e imprudentes, me parece importante aclarar algunos conceptos generales sobre lo que significa ser transgénero.

Se suele confundir lo que comprende el sexo biológico o fenotípico y la identidad de género, proveniente de una mirada reduccionista y determinista del ser. Debemos entender que lo biológico sólo atañe a la genitalidad, nada más. La identidad de género, por su lado, es una realidad mucho más compleja: implica el sentimiento persistente de una persona de ser hombre o mujer, independiente del fenotipo, entendiendo el género como una construcción personal, íntima, subjetiva, situada en la cultura, en un determinado contexto histórico. Por tanto, es básico y precario obviar la importancia de la identidad, de la propia construcción del ser, en lo que a sexualidad se refiere. Somos mucho más que genitales. La dicotomía pene/vagina no define nuestra realidad psicosexual.

La identidad sexual se comienza a configurar desde la primera infancia, estableciéndose tempranamente, aproximadamente a los 3 años, desde una perspectiva evolutiva de la psicología y desde concensos del ámbito pediátrico. Por tanto, parece razonable que un niño o niña sobre los 14 años, que es lo que se discute, pueda decidir sobre su sexo registral, como lo hace por ejemplo para decidir sobre métodos anticonceptivos o sobre el aborto en tres causales. Recordemos además que adolescentes sobre 16 años, pueden casarse con autorización de los padres.

El definirse como transgénero no es algo que se elija ni se imponga, como muchos tratan de instaurar en una especie de campaña del terror sobre una “perversa” ideología de género, que quiere confundir y entrometerse en la sexualidad de los niños a una escala social. Insisto, quiero dejarlo claro, la identidad de género no es algo que se elija, bajo ningún punto de vista es algo que se pueda inducir en los niños. Una persona transgénero nace transgénero. Y su conflicto no radica en serlo, sino que existe una sociedad entera que no los comprende, no los respeta y, más aún, los vulnera. Ahí aparece la disforia de género, pero ser transgénero no es en sí mismo patologizable. Es una sociedad adversa y hostil que los enferma, que les impide el despliegue del self, de su posibilidad del ser en el mundo.

Consideremos que comentarios así incitan a la discriminación y a la confusión, hecho que es aún más grave si sabemos que uno de los importantes riesgos que sufren estas personas es el suicidio. Existen estudios que hablan de una prevalencia de ideas suicidas de entre 38 a 83% en la población trans, mientras que un tercio de estas personas ha tenido algún intento suicida. La mayoría, ha repetido los intentos de forma reiterada.

Por otro lado, la imposición de una sociedad heteronormada con valores morales malentendidos y aplicados de forma arbitraria, provocan un gran daño en la salud mental de las personas transgénero y de sus familias. Presentan más psicopatología que la población general, incluso desde la edad escolar y la adolescencia: depresión, consumo de sustancias, trastornos de ansiedad, etc. Se han descrito casos de pequeños de 2 años que sufren de disforia de género, mientras que a los 5 años ya aproximadamente el 90% de los niños trans que la sufren, ha presentado síntomas significativos. O sea, lo que se diga masivamente en medios de comunicación, especialmente si proviene de “referentes”, no es inocuo, puede ser gravemente agresivo.

Por eso me pareció importante aclarar conceptos muy básicos, para que el debate se establezca con un mínimo de criterio y altura de miras. Ya muchos estamos agotados de comentarios desinformados y prejuiciosos acerca de temas sensibles. Finalmente, cuando se esgrime que “el tema fundamental no es simplemente la edad, es algo más profundo, más allá del nominalismo hay que ir a la realidad de las cosas”, lo único que me queda por decir es que “lo real” y “lo profundo” es que ser trans en Chile es sufrir de violencia, discriminación, abuso y transgresión de los derechos humanos.

¿No será tarde intervenir y validar a una persona trans sobre los 18 años, habiendo sufrido lo que ha sufrido en la infancia y la adolescencia? Reflexionemos.

Dr. Tomás Serón Díaz
Residente de Psiquiatría
Universidad de Chile

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