Los mejores jugadores están en la banca (arte, poder, láminas repetidas)

"Es mucho más difícil manipular a una población que sabe leer imágenes, que tiene letra, poema, ficción, matices. El solo hecho de afinar los sentidos es un acto de resistencia muy profunda y subestimada..."

Por Absalón Opazo

01/06/2023

Publicado en

Chile / Columnas

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Por Germán Carrasco

El rol del arte es hablarle con verdades al poder y a los sin poder.

El arte o el poema o las nuevas deben contar algo que no sepamos, algo divertido y misterioso.

Ese algo que no sabemos a veces no está en la superficie del lenguaje, la que no logran ver los espíritus literales y que, por el momento al menos, tampoco algún dispositivo tecnológico. Es un dialecto, y un dialecto siempre será más esquivo a la inteligencia artificial.

Hagamos un ejercicio y recordemos todos los filisteos (en el sentido que da Hanna Arendt a esa palabra). Recordaremos frases como “Yo uso el Rae, esa es la última palabra” aunque siempre haya sido más divertido trabajar con el diccionario María Moliner. De hecho, ya habla mucho de un país que no se utilice la palabra filisteo. O sea, poner en circulación el uso de una palabra puede influir mucho. El uso de ciertas palabras enciende las alarmas cuando hablamos con alguien.

Es posible que la IA llegue primero que los redactores más obtusos a ciertos lugares si se la alimenta bien. Si se alimenta con las palabras de la gauchesca en Leónidas Lamborghini, por ejemplo. Pero ¿qué pasa con todas las frases populares, canciones y juegos de palabras del Finnegan’s Wake? Ya es más difícil.

¿Y qué hay del tono de un autor, lo entrecortado de la métrica de la Mistral de Tala, su atonalidad? O cómo traducir la lógica y la gracia del habla de Cantinflas. La van a ver dura los redactores más obtusos y didácticos, los sentencia tópica- desarrollo-conclusión. Esos redactores y traductores tienen los días contados. Merecido se lo tienen. Por fomes.

Recuerdo uno de esos redactores-Icarito, redactores lógica-de-paco-evangélico. Yo le ofrecí reseñar las fotografías de Philip Larkin, que son muy similares a sus poemas: completamente frías, secas, iguales a lo que escribía el viejo, estoicas, aterrizadas en una tristeza dura y resignada. Sus fotos y poemas aterrizaban con violencia todo intento de vuelo.

Pero este jefe de redacción quería que hablara de la “grandeza y altura” de Larkin. Lo que hacía el británico era completamente opuesto a la “grandeza y altura”, pero al director de la revista no había manera de hacerlo entender. Finalmente deformó la nota hasta que no se entendía nada.

El narrador Oscar Barrientos trabajó con la misma persona. La narrativa de Barrientos no es realista. En uno de sus cuentos más hermosos, hay una criatura tipo Abelardo de Plaza Sésamo, Guru Guru, asexuado, sabio y melancólico que se hace amigo de un niño en una estancia croata em la Patagonia. El director de la revista le dijo que no existían tales personajes. El narrador no tuvo paciencia y se llevó su libro a otra editorial, en donde ha tenido el éxito que se merece. El libro fue traducido al croata, alemán e inglés. La absolutamente recomendable Paganas Patagonias.

Llamaremos poema a ese discurso cargado de intención, filoso como un bisturí para operar en el inconsciente y operar en lugares muy pequeños de nuestro cuerpo.

Hablar con verdades al poder o a los sin poder es un poema, y se realiza en voz baja, es el rumor popular que provoca pánico en la clase política. Se hace, obviamente, en voz baja, en el susurro de quienes decidieron salirse del sistema luego de intentar mil veces; es también el susurro de los enamorados que se protegen del mundo con el cubrecamas.

El énfasis y lo totalizante son lo opuesto al poema, a este discurso necesario, delicado y filoso como un bisturí.

El arte, en los tiempos de cualquier vacaflaquismo debe hacerse bicho, insecto, critter. Hay que volver al goce del mimeógrafo y lo más barato que se pueda imprimir, dejar el diseñismo y lo caro porque no hay plata ni tiempo. Lo más importante es intransitivo, no tiene un objetivo. El amor no tiene un objetivo o una ganancia.

Se equivoca la gran Violeta, no se saca nada con querer a alguien: hay que arrojarse sabiendo que se puede ir a pérdida. El estallido de Oct-19 no tenía objetivos políticos, era una pura performance, la única performance no pajera y fuera de la galería; el amor no tiene objetivos, no se saca la calculadora cuando uno se enamora. Y el poema ( la ficción, el arte, la cinematografía) no tiene objetivos. Al momento de hacerlos no se piensa en los resultados. Posteriormente se puede plantear un objetivo, pero eso se hace habiendo concebido previamente el poema como algo intransitivo, sin objeto.

El poder no escucha y su objetivo es la explotación y depredación; el poder es fantasmal, inasible. El poder es también poema, por eso la épica, el alarde y la palabra total y moralizante no sirven para abordar el poder, porque para rozar el poder (que es viral) hay que afilar un bisturí o un escalpelo a niveles casi microscópicos y cortar cables muy específicos y muy pequeños para sabotear con eficacia.

O quizás simplemente el sólo hecho de afilar esos instrumentos quirúrgicos es un acto de resistencia, ya que el poder no quiere bisturíes afilados ni sensibilidades adiestradas. No quiere poema. Quiere mantenernos en la tosquedad porque así es más fácil la explotación y depredación de los recursos, vender cualquier cosa, que nos comamos cualquier mierda.

La tarea de la meditación y del poema es afinar los sentidos hasta ver caer cada partícula de polvo o distinguir la realidad en su plenitud y su presente, lo sentimos a veces luego de la lectura, el pensamiento, la creación y la meditación, cuando afilamos durante días un bisturí para operar. El escalpelo y el bisturí son los instrumentos del poema.

El muezzin islámico se escucha en toda la ciudad, convierte a toda la ciudad en un templo. Hay algo hermoso en eso. Lo cierto es que lo que hoy se escucha en toda la ciudad son los subproductos de la salsa que los hermanos centroamericanos ponen a toda hora y a todo volumen. Quizás preferiría el muezzin del islam o algo similar.

Por su parte, hay un silencio palurdo y boquiabierto en quienes tienen alma de militantes y aún van a escuchar la palabra del líder empresarial, del pastor, del poeta único y nacional, del experto en marketing. Tenía sentido en la época de Neruda y de Rokha, hoy no.

Quizás por eso siempre preferí la dictadura de la sala de cine. Ciertas cinematografías pueden ser un remanso. Y anulan gran parte de las interferencias con las que el factor humano interrumpe la intimidad de la relación audiencia-obra que deberían anularse, fundirse, ser una sola cosa.

Las interferencias del factor humano: el habla en voz alta, el esnobismo, los nervios, la ocupación de espacio extra, todas las agresiones prosémicas o proxémicas del resto de la audiencia. La sala de cine es más apta para ciertas sensibilidades y la misma tecnología nos da cierta independencia y soledad. Evitar la agresión. Suena misántropo, pero a veces andamos misántropos, un punto a favor de los vilipendiados hikikomoris.

Mi hermana trabaja en una empresa pequeña, me llamaba la atención que el pasillo hacia su oficina estuviera lleno de santos y vírgenes porque es la encargada de pagar los sueldos. Siempre tiene que ser una mujer la encargada de pagar y dialogar con los trabajadores. Si lo hiciera un hombre, terminaría todo en palabrotas y agresiones.

El poema requiere del sentido de la medida, de la voz baja, de lo femenino. El país requiere eso. En cuanto al poder, son necesarios el marketing digital y los expertos en comunicaciones aunque no comunicaron lo que había en la mesa en la última elección con eficacia al ciudadano medio. Quizás pensaron que todo se resuelve a nivel digital, pero hasta en eso la derecha, libre de las trabas de la corrección política, se mueve mejor.

Un medio de prensa implica significa coordinar energías y tener capacidad trabajo en equipo pero eso es reemplazado por el culto a las figuras. Figuritas que están como costras en el poder desde la Concertación. Y por otro lado, los mismos de siempre al lado de la caja registradora metiendo los dedos.

Yo pensé ingenuamente que iba a haber un cambio de sangre, una renovación de rostros y no con actores de telenovela, gente de la televisión en agregadurías y en nada menos que en la cabeza del consejo de cultura (en paro los barsas, me parece impresionante).

Y esperaba -ingenuo- ver a Juan Carreño, Constanza Michelson, Pablo Chil-E, Chinoy, a las narradoras y poetas, a alguien de la música clásica o del deporte, a los impresionantes raperos y una larga lista de varios que nos quedamos con ganas de jugar.

Leámoslos y escuchémoslos nosotros entonces, por nuestra cuenta. ¿Conocen a la pensadora Alejandra Castillo? ¿Por qué no está jugando en este partido tan crucial? Se trataba de jugar distinto. Pero ahí quedaron todos, como jugadores en la banca precalentando eternamente, comiéndonos nuestra energía. Mala cosa.

En tanto, el Ministerio de cultura se encuentra en paro. En cultura, son los únicos con sueldo fijo, contrato, no saben tocar una flauta dulce y no han escrito ni “pico” en el baño, pero ahí están, de paro en los momentos difíciles del país, para agregar problemas. En tanto, sopranos, raperos, poetas se mueren de hambre, literalmente se mueren de hambre y muchos no tiene donde vivir.

Los expertos en marketing y comunicación tienen una labor clara, un objetivo. Ganar votos y conquistar una audiencia constantemente bombardeada y manipulada para el consumo y el miedo. Hay en todos los sectores políticos. Ganan millones y están instalados en el poder, pero no serían necesarios si hubiera una población que tiene lectura propia y no compra todo lo que imponen los medios.

Es mucho más difícil manipular a una población que sabe leer imágenes, que tiene letra, poema, ficción, matices. El solo hecho de afinar los sentidos es un acto de resistencia muy profunda y subestimada.

La afinación de escalpelos y bisturíes es el peligro más grande para el poder, la conciencia del lenguaje. Bisturíes y escalpelos son las herramientas. Y toda herramienta es un arma si se la empuña adecuadamente, empezando por la más importante: el lenguaje.

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