Operación Sinsonte: Agustín Edwards, el verdugo comunicacional de Salvador Allende

Breve crónica de un antagonista del estado de derecho, de la vida y de la libertad en todas sus manifestaciones, que físicamente ya no está, pero cuyo siniestro recuerdo pervive como muestra del oprobio nacional hacia sus oscuras y criminales acciones.

Por Jorge Molina Araneda

Agustín Edwards ha sido calificado como el principal agente de la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) en Chile a principios de la década de 1970.

De acuerdo al Comité Church del Senado de los Estados Unidos, fue parte importante de la «Operación Sinsonte», un programa a gran escala de la CIA que comenzó en los primeros años de la Guerra Fría e intentó manipular los medios de comunicación con fines propagandísticos, como por ejemplo, para desestabilizar al gobierno constitucional de Salvador Allende en Chile.

El director de esta operación fue Frank Wisner, que en 1948 fue nombrado director de la Oficina de Proyectos Especiales, declarando que el objetivo de este programa era llevar a cabo un proyecto de inteligencia:

‘Propaganda, guerra económica; acción directa preventiva, incluyendo sabotaje, anti-sabotaje, demolición y medidas de evacuación; subversión contra Estados hostiles, incluyendo ayuda y apoyo a grupos de resistencia ilegales, además de apoyo a todas las fracciones anti-izquierdistas del país que amenazaran a los países del mundo libre’.

La operación consistía en captar periodistas y tenerlos en nómina para que informaran según los cánones impuestos por la CIA, haciendo propaganda encubierta en Estados Unidos o en terceros países, y por otro lado, esos mismos periodistas entregarían información sobre actividades de personas físicas o jurídicas a oficiales de la CIA, que la usarían para elaborar inteligencia.

De hecho, la Operación Sinsonte, en coordinación con la Operación PBSUCCESS, lograron derrocar al Presidente electo democráticamente de Guatemala, Jacobo Árbenz Guzmán, en 1954.

En primer lugar Allen Dulles, primer director civil de la CIA, impidió la llegada al país centroamericano de todo tipo de periodistas. La razón era porque Árbenz se oponía a la compañía United Fruit Company y, por otro lado, había permitido a los comunistas guatemaltecos tener mayores cuotas políticas.

Así, comenzó la desestabilización del país con actos de sabotaje y con la manipulación mediática, ya que la prensa estaba enmarcada dentro de la operación Sinsonte, llevando al país a una guerra civil sangrienta que acabó con el poder en manos de juntas militares.

La operación siguió con Cuba, los comunistas soviéticos o personajes revolucionarios como Jomeini, Sukarno o Yasser Arafat.

Asimismo, la CIA desvió un millón y medio de dólares para el diario El Mercurio con el que irían desestabilizando el gobierno de Salvador Allende mediante campañas mediáticas brutales y, al mismo tiempo, estarían financiado a los partidos políticos opositores.

Edwards fue acusado de haber participado en la promoción del Golpe de Estado en contra de Allende, estando acreditado el hecho de que El Mercurio, junto con otros medios de comunicación chilenos, recibió financiamiento de la CIA, con la anuencia de Henry Kissinger, con el objeto de desestabilizar el gobierno de la Unidad Popular.

Una investigación periodística que derivó en el libro y documental El Diario de Agustín puso de relieve la línea editorial de los medios que justificaban o invisibilizaban las violaciones a los derechos humanos cometidas durante la dictadura cívico- militar de Augusto Pinochet.

De hecho, no fue hasta mucho después de la publicación del Informe Rettig, en 1991, que El Mercurio abandonó la utilización del calificativo de ‘presuntos detenidos desaparecidos’ para referirse a las víctimas de violaciones a los derechos humanos.

En una entrevista que concedió el año 2000 -con motivo del centenario de El Mercurio de Santiago- Edwards hipócritamente se defendió de las acusaciones diciendo: «Creo, sinceramente, que siempre nos esforzamos por informar lo que ocurría. Pero existían limitaciones muy serias que ningún medio pudo superar» (Raquel Correa; El Mercurio; 4 de junio de 2000. ‘Agustín Edwards, Marca Registrada. El hombre detrás del Diario’).

El magnate de los medios Agustín Edwards Eastman, considerado por muchos como el Rupert Murdoch de Chile, murió el 24 de abril de 2017 a los 89 años de edad, dejando un legado de estrecha colaboración con Henry Kissinger y la CIA para instigar y apoyar el golpe militar del 11 de septiembre de 1973.

Fue el único chileno, civil o militar, que se conoció cara a cara con el director de la CIA, Richard Helms, en septiembre de 1970, en relación con los planes para instigar un cambio de régimen contra el líder socialista Salvador Allende, quien acababa de ser elegido Presidente.

Documentos desclasificados de la CIA y la Casa Blanca publicados por el Archivo de Seguridad Nacional de la Universidad George Washington muestran de manera concluyente lo que Edwards negó repetidamente: que él y su periódico, El Mercurio, se convirtieron en parte fundamental de los planes estadounidenses para fomentar un golpe militar contra el Presidente Allende.

La cronología del complot señala lo siguiente:

-15 de septiembre de 1970: fue un día dramático en la vida del magnate de los medios chilenos, Agustín Edwards Eastman. Su día comenzó a las 8 am, con un desayuno en la oficina de Henry Kissinger, entonces asesor de seguridad nacional del Presidente Richard Nixon.

A las 9:15 am, Kissinger había arreglado que Edwards viera en secreto a Nixon en la Oficina Oval. Aunque no hay constancia documental de que se haya producido la reunión con el Presidente, más tarde ese día en el Hotel Madison en el centro de Washington DC, Edwards se convirtió en el único chileno conocido -civil o militar- en reunirse cara a cara con el director de la CIA, Richard Helms.

A las 3:25 p. m. de esa tarde, el Presidente Nixon llamó a Kissinger y Helms a la Oficina Oval y les ordenó que trataran de manera encubierta de «salvar a Chile» orquestando una toma militar. «Tengo la impresión de que el Presidente convocó esta reunión», testificó más tarde Helms ante el Senado de los EE.UU.

La extraordinaria influencia de Edwards en la política estadounidense y la intervención de la CIA en Chile no se detuvo ahí. Cuando la acción encubierta de la CIA, que incluyó el asesinato del general René Schneider, no logró bloquear la toma de posesión de Salvador Allende, el imperio mediático de Edwards se convirtió en el principal colaborador clandestino en el fomento de un Golpe de Estado militar.

El Presidente Nixon autorizó personalmente el financiamiento encubierto de la CIA para sostener a El Mercurio y que éste pudiera convertirse en un megáfono mediático de oposición, agitación y desinformación contra el gobierno de Allende.

Después del derrocamiento de Allende, la CIA reconoció explícitamente que su proyecto de propaganda mediática en Chile jugó «un papel importante en preparar el escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973», y continuó canalizando secretamente dinero al grupo Edwards pues El Mercurio podría «presentar a la Junta de la manera más positiva para el público chileno».

En toda su larga vida, Edwards negó que alguna de estas cosas sucediera. Afirmó que él y El Mercurio nunca recibieron ningún financiamiento secreto de la CIA; sobre la reunión con Helms, según su declaración jurada ante el juez chileno Mario Carroza, declaró: «Esta reunión se efectuó días después de la elección de Salvador Allende, oportunidad donde se observaron las circunstancias de haber salido un Presidente comunista en un país democrático, pero en ningún caso se esperaba en un Golpe de Estado o algo parecido».

Pero los registros anteriormente clasificados de la Casa Blanca y la CIA sobre la intervención estadounidense en Chile publicados por el Archivo de Seguridad Nacional brindan la verdad histórica que, durante su vida, Edwards nunca pudo admitir. Entre las revelaciones clave en los documentos encontramos:

-Durante su larga conversación con el director de la CIA, Helms, y uno de sus principales asesores, Kenneth Millian, Edwards no solo impulsó un Golpe de Estado preventivo respaldado por Estados Unidos para bloquear la toma de posesión del próximo Presidente de Chile, Salvador Allende, debidamente elegido; también proporcionó inteligencia detallada sobre posibles golpistas en las fuerzas armadas chilenas y discutió el ‘momento para una posible acción militar’.

Según el memorando de conversación de la CIA con Edwards, titulado Discusión de la situación política chilena, revisaron sistemáticamente la fuerza y ​​el potencial golpista de cada rama de las fuerzas armadas.

Durante la discusión sobre la Armada, «Edwards describió al vicealmirante Fernando Porta, Comandante en Jefe de la Armada, que se opone a Allende, como indeciso y demasiado cauteloso», e informó que «de 11 almirantes de la Armada, ocho son anti-Allende y tres pro-Tomic, entre ellos el contraalmirante Luis Urzúa Merino, comandante de la Infantería de Marina».

Más adelante en la conversación, Edwards informó a la CIA que «después de discutir la situación postelectoral con [el General Camilo] Valenzuela y algunos de los oficiales navales clave, estaban preocupados por dos puntos básicos: 1) Si el Gobierno de Chile fuera derrocado en un acto militar de acción, ¿el nuevo gobierno entonces instalado recibiría el reconocimiento diplomático de los EE.UU.? Y 2) ¿Las Fuerzas Armadas de Chile recibirían apoyo logístico para una acción contra el gobierno?»

Edwards también le dijo a la CIA que el Presidente Eduardo Frei Montalva sería un aliado poco confiable en cualquier complot golpista. «Frei probablemente ‘se acobardaría’ en el último minuto», según Edwards, «decidiendo no actuar en poco más que una llamada telefónica».

Cuando los funcionarios de la CIA le preguntaron a Edwards a quién conocía que «todavía tenía buenos contactos con los militares», Edwards nombró a los miembros del Partido Nacional Sergio Onofre Jarpa y Francisco Bulnes. Además, dedicó un tiempo considerable a describir al «mejor hombre» que podría ayudar. Pero la identidad de ese individuo sigue siendo un secreto de la CIA.

-Después de la reunión con el director de la CIA, Edwards permaneció en Washington durante varios días para continuar compartiendo información más detallada con los funcionarios de la agencia mientras la CIA se movilizaba para implementar las órdenes del Presidente Nixon de orquestar un Golpe.

El 18 de septiembre, Helms le informó a Kissinger que «en este momento se están llevando a cabo más conversaciones y un informe más exhaustivo con el Sr. Edwards».

Henry Kissinger, según las transcripciones desclasificadas de sus llamadas telefónicas, intentó organizar una reunión ultrasecreta entre Edwards y el Presidente Nixon.

En la noche del 14 de septiembre de 1970, Kissinger llamó al asistente de Nixon, Stephen Bull, y solicitó que Edwards fuera conducido silenciosamente a la Oficina Oval antes de una reunión que Nixon había programado para la mañana siguiente con el vicepresidente del partido Unión Demócrata Cristiana Alemana, Gerhard. Schroeder.

«¿Edwards necesita más de 15 minutos?» preguntó Bull. «Absolutamente no», respondió Kissinger. «Lo programaremos de 9:15 a 10:00», dijo Bull. «En ese período de 45 minutos irá Edwards al principio y luego traeremos a Schroeder». Kissinger pidió que la reunión de Schroeder comenzara a las 9:45.

Para mantener en secreto la reunión de Nixon-Edwards, Kissinger instruyó a Bull: «No dejes que [Edwards y Schroeder] se encuentren. Saca a Edwards. El programa diario de Nixon lo muestra reuniéndose con Kissinger de 9:37 am a 9:49 am, una ventana de doce minutos que potencialmente incluía a Edwards, justo antes de que el Presidente y Kissinger comenzaran una reunión de 30 minutos con Schroeder. No hay otros registros de la Casa Blanca que registren que se llevó a cabo esta sesión; Edwards testificó ante el ministro Carroza: no tengo recuerdos de haberme entrevistado con Nixon».

-El Presidente Nixon autorizó personalmente más de US$1 millón en septiembre de 1971 «para mantener el periódico [El Mercurio] funcionando». (La financiación inicial ascendió a la considerable suma de 67 millones de escudos).

Documentos de la CIA y la Casa Blanca muestran que el grupo de medios Edwards recibió casi US$2 millones en fondos encubiertos de la CIA entre el otoño de 1971 y mayo de 1972. El dinero se utilizó para pagar a El Mercurio sus facturas y deudas y cubrir los déficits operativos mensuales para ayudar a las fuerzas de oposición.

«El Mercurio ayuda a animar a las fuerzas de la oposición», afirma un memorándum a Henry Kissinger, y proporciona una cobertura mediática positiva a los candidatos anti-Allende en las elecciones al Congreso de marzo de 1973. Además, los registros de la CIA revelan que Edwards Group recibió fondos secretos de la corporación ITT en incrementos de US$100.000 a través de una cuenta bancaria suiza.

-El Mercurio y los otros medios propiedad de Edwards no solo promovieron la agitación y la inestabilidad en Chile, sino que conspiraron con las Fuerzas Armadas para establecer las condiciones para una toma militar exitosa.

En mayo de 1973, la Estación de la CIA en Santiago identificó a la cadena de diarios El Mercurio entre los sectores «más militantes de la oposición», que «se han fijado como objetivo la creación de conflictos y enfrentamientos que desemboquen en una especie de guerra militar».

El cable secreto de la CIA continuó: «Cada [parte militante] a su manera está tratando de coordinar sus esfuerzos con los miembros de las Fuerzas Armadas que conocen y que comparten este objetivo».

-La CIA acreditó su «proyecto de propaganda» en el que El Mercurio y Edwards fueron los actores clave, por haber «desempeñado un papel importante en la preparación del escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973».

Según un informe secreto de la CIA posterior al 11 de septiembre, «antes del golpe, los medios de comunicación del proyecto mantuvieron un aluvión constante de críticas antigubernamentales, explotando todos los posibles puntos de fricción entre el gobierno y la oposición democrática, y enfatizando los problemas y conflictos que se estaban desarrollando entre el gobierno y las fuerzas armadas».

Después del Golpe, El Mercurio continuó recibiendo fondos encubiertos de la CIA hasta junio de 1974. La CIA determinó que los fondos eran necesarios para ayudar al periódico a consolidar su poder con el régimen de Pinochet.

«Desde el Golpe, estos medios de comunicación han apoyado al nuevo gobierno militar. Han tratado de presentar a la Junta bajo la luz más positiva para el público chileno», según una solicitud de la CIA para continuar con los fondos encubiertos para El Mercurio: «El proyecto es esencial para permitir que la Estación [CIA] ayude a moldear la opinión pública chilena en apoyo del nuevo gobierno…».

Todos estos registros estadounidenses desclasificados de la CIA y la Casa Blanca fueron presentados al ministro Carroza para su investigación sobre el papel de Edwards en la colaboración encubierta con una potencia extranjera contra las instituciones democráticas de nuestro país.

Por su deceso, no hubo veredicto legal en su caso, pero los documentos seguirán proporcionando el juicio de la historia.

Los 10 principales documentos desclasificados

01-CIA-Memorándum-de-Conversación-Discusión-de / Documento 01

CIA, Memorándum de Conversación, «Discusión de la Situación Política Chilena», 18 de septiembre de 1970. (Se presentan dos versiones – ver descripción abajo)

Esta reunión tuvo lugar el 15 de septiembre. El resumen se transmitió a Henry Kissinger el 18 de septiembre. Las dos versiones presentadas se publicaron en fechas diferentes con textos diferentes suprimidos. La primera versión, fuertemente censurada, es el documento completo de 10 páginas descubierto por Peter Kornbluh y publicado por primera vez en el sitio web chileno, CIPER/Chile. La segunda versión consta solo de las primeras cuatro páginas, pero se ha revelado más texto.

02-CIA-Memorándum-de-Conversación-Discusión-de / Documento 02

CIA, Memorándum de Conversación, «Discusión de la Situación Política Chilena», (versión transcrita), 18 de septiembre de 1970

Esta versión del documento apareció en la serie Relaciones Exteriores de los Estados Unidos del Departamento de Estado de los Estados Unidos. Tenga en cuenta que la fecha del documento se cambió, por error, al 14 de septiembre. La reunión de Edwards/Helms tuvo lugar en el Hotel Madison el 15 de septiembre. Los censores de la CIA redactaron el nombre de Edwards en la mayor parte del documento para proteger su contribución de inteligencia, pero lo dejó sin censura en varias partes.

Documento 03

Kissinger, transcripción de una llamada telefónica a Stephen Bull, 14 de septiembre de 1970.

Kissinger organiza una breve reunión secreta entre Edwards y el presidente. Esta es la única referencia conocida a esta reunión secreta; nunca se ha determinado de manera concluyente que Edwards y Nixon realmente se conocieron.

04-Consejo-Nacional-de-Seguridad-Memorándum-a / Documento 04

Consejo de Seguridad Nacional, Memorándum a Kissinger, «Reunión del Comité 40, 9 de septiembre de 1971-Chile».

Este documento describe una reunión del Comité 40, el organismo interinstitucional responsable de aprobar las operaciones encubiertas de la CIA. Incluye discusión de US$1 millón en fondos encubiertos para El Mercurio.

05-CIA-Memorándum-para-el-Registro-Autorización / Documento 05

CIA, Memorándum for the Record, «Autorización para apoyo a ‘El Mercurio'», 30 de septiembre de 1971.

Según este memorándum, el director de la CIA, Helms, notificó a la división de operaciones que Kissinger había informado de la aprobación de Nixon de US$700.000 para El Mercurio, pero que la cantidad podría superar el millón de dólares «siempre que estuviera justificado para mantener el periódico».

06-CIA-Memorando-de-Theodore-G-Shackley- / Documento 06

CIA, Memorándum de Theodore G. Shackley al Director de Inteligencia Central, «Solicitud de Fondos Adicionales para El Mercurio», 10 de abril de 1972.

Theodore Shackley, jefe de operaciones de la División del Hemisferio Occidental de la CIA, busca casi US$1 millón en apoyo adicional para El Mercurio, citando la posibilidad de «varias formas de hostigamiento del gobierno [chileno], incluido el ataque físico». El embajador Nathaniel Davis y el subsecretario de Estado Charles Meyer respaldan la propuesta.

07-NSC-Memorando-para-Henry-Kissinger-40 / Documento 07

NSC, Memorándum para Henry Kissinger, «Reunión del Comité 40-Chile», 11 de abril de 1972.

Este memorándum describe una nueva propuesta de la CIA para continuar financiando a El Mercurio. Se eliminan los detalles, pero se aclara el «corazón del argumento». Se dice que la CIA y el Departamento de Estado favorecen la idea, y el documento señala que el periódico es «importante» y una «espina en el costado de Allende».

08-CIA-Resumen-El-Mercurio-28-febrero-1973 / Documento 08

CIA, Resumen, «El Mercurio», 28 de febrero de 1973.

Aquí, la CIA brinda un resumen de las discusiones previas del gobierno de EE. UU. sobre el apoyo a El Mercurio, comenzando con la recomendación de septiembre de 1971 de proporcionar respaldo financiero al periódico.

09-CIA-Cable-Informe-sobre-El-Mercurio-y-otros / Documento 09

CIA, Cable, Informe sobre El Mercurio y otros grupos «militantes» fomentando un golpe de Estado, 2 de mayo de 1973.

La Estación de la CIA en Santiago identifica a «la cadena de diarios El Mercurio entre los sectores más militantes de la oposición» que «se han fijado como objetivo la creación de conflictos y enfrentamientos que lleven a algún tipo de intervención militar». «Ninguno tiene una idea clara de cómo sucederá esto o qué forma tomará», continuó el cable secreto de la CIA. «Cada uno a su manera está tratando de coordinar sus esfuerzos con los miembros de las Fuerzas Armadas que conocen y que comparten este objetivo».

10-CIA-Memorándum-a-Subdirector-Asociado / Documento 10

CIA, Memorando al Director Adjunto Asociado de Operaciones, «Proyecto [eliminado] Solicitud de Enmienda No. 1 para el año fiscal 1974», sin fecha (aproximadamente fines de noviembre de 1973).

Esta solicitud de continuar con el respaldo financiero para El Mercurio promociona el éxito del «proyecto de propaganda de la Estación de Santiago» en «preparar el escenario para el golpe militar del 11 de septiembre de 1973». El memorando señala que las actividades del proyecto han tenido que reducirse drásticamente desde entonces; no obstante, describe el trabajo como «esencial para permitir que la Estación ayude a moldear la opinión pública chilena en apoyo del nuevo gobierno».

Esta fue la breve crónica de un verdugo y antagonista del estado de derecho, de la vida y de la libertad en todas sus manifestaciones, que físicamente ya no está, pero cuyo siniestro recuerdo pervive como muestra del oprobio nacional hacia sus oscuras y criminales acciones.

Jorge Molina Araneda

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