“No lo pude creer hasta que lo vi: el desierto como vertedero de la moda del mundo.” La afirmación abre el video de la periodista argentina Agustina Grasso y aterriza una cifra que duele: cada año, entre 39.000 y 40.000 toneladas de prendas llegan al desierto de Atacama, convirtiéndolo en uno de los mayores basureros textiles del planeta. “¿Alguna vez te pusiste a pensar a dónde va la ropa que dejamos de usar? Fuimos al Desierto de Atacama, el lugar donde termina gran parte de la ropa que el mundo desecha«, afirma la comunicadora.
Y agrega: “Esto no es azaroso. Chile no tiene normativas que prohiban que otros países traigan sus residuos textiles hasta acá. Es así que 39.000 toneladas de basura de la moda llegan hasta acá, al norte de Chile. Y la mayoría es de Estados Unidos, China y Europa”. La investigación describe una ruta global: contenedores que viajan miles de kilómetros para descargar residuos en un territorio frágil, emplazado en uno de los ecosistemas más singulares del mundo.
“Nada de circular”: etiquetas, alarmas y quema
“Acá no hay nada de circular. Encontramos desde ropa nueva, con etiquetas hasta con alarmas hasta ropa que ya no podía ni usarse trapo 🤯”, explica. El registro da cuenta de montañas de prendas, parte aún con etiquetas, otras inservibles, y el impacto final: “Y después se termina quemando 🔥 y generando toxinas que contaminan los ecosistemas”, sostiene.
“Ropa nueva, usada. Ropa como naturaleza muerta de la sociedad de consumo”, acusa. El basural textil, situado cerca de Alto Hospicio (Región de Tarapacá), muestra el costado oculto de la fast fashion: sobreproducción, descarte acelerado y externalidades ambientales traspasadas al norte de Chile. “Bienvenidos y bienvenidas al lado oscuro de la moda rápida«, denuncia.
El material exhibe tres hechos críticos: el volumen sostenido de 39–40 mil toneladas/año; la presencia de ropa nueva que nunca se usó; la quema y los pasivos tóxicos que deja. El registro interpela a autoridades y empresas: sin trazabilidad, responsabilidad extendida del productor efectiva y control a las importaciones de residuos textiles, el desierto seguirá funcionando como vertedero global.