Mauricio Sepúlveda, psicólogo: “La controversia de la marihuana se dirime políticamente”

El apoyo de las sociedades de psiquiatría y medicina chilenas al argumento del Senda de que el peligro del cannabis es su consumo, vistió de cientificidad la negativa a despenalizar la marihuana. Un psicólogo con experiencia de campo con pasta base y con estrategias de reducción de daño que no colocan como fin la abstinencia, destaca la pobreza de argumentos de las sociedades científicas y que en realidad estos discursos están más orientados a promover el miedo.

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En la actual discusión sobre la despenalización del cannabis, han resonado con fuerza los argumentos dados por el director del Senda, Mariano Montenegro, los que han concitado el respaldo de varias instancias corporativas del estamento médico.

Así, el argumento de centrar el problema de la marihuana en el consumo y no en el tráfico, tesis de Montenegro, quien además sostiene que el cannabis produce locura, contó con el respaldo del presidente del Colegio Médico, Enrique París; junto con el de la Sociedad de Neurología, Psiquiatría y Neurocirugía, Sonepsyn; la Sociedad Chilena de Pediatría; la Sociedad de Psiquiatría y Neurología de la Infancia y la Adolescencia; la Sociedad de Anestesiología de Chile, y de Jorge Las Heras, de la Academia de Medicina.

En una declaración firmada por los presidentes de tales instituciones, se comenta a partir del último estudio del Senda sobre consumo de drogas que acusa un aumento del consumo de cannabis y una baja en la percepción del riesgo, que “los datos de este estudio vuelven a confirmar que el principal problema con la marihuana en Chile es el consumo”.

En la misiva abogan porque el gobierno persista en el tratamiento de usuarios de drogas y en la prevención de su consumo. También oponen los parlamentarios que “abogan por la protección de la salud”, frente a los que prefieren “libertad de consumo”.

Conversamos con Mauricio Sepúlveda Galeas, psicólogo, magíster en Antropología de la Medicina y doctor en Antropología por la Universidad de Rovira i Virgili de Tarragona, España.

Sepúlveda fue pionero en los estudios sobre drogas en Chile con una etnografía del consumo de pasta base en la periferia de Santiago. Entre sus publicaciones destacan Genealogía del problema drogas en Chile pos-dictatorial: Discursos y prácticas de gobierno en torno al riesgo (2014). Hoy es profesor asistente del Departamento de Psicología de la Universidad de Chile e investigador postdoctoral. También participa del Programa Psicología Social de la Memoria, de la misma casa de estudios.

Ha realizado labores de investigación y docencia en la Universidad Autónoma de México y la Universidad Nacional de México. Sus temas de estudio son las culturas juveniles, drogas, riesgo, cuerpo y subjetividad. Hoy está abocado al tema del riesgo como dispositivo de gobierno y memorias de la violencia política en Chile.

¿Qué perspectivas le ves al proyecto de despenalización del cannabis?

– La despenalización llega en un momento de confusión y contradicciones del gobierno. Por simpatizar con una demanda social vinculada con el tema cannábico, los diputados están tratando de sintonizar con la ciudadanía. La pregunta es hasta qué punto están dispuestos a que se haga efectivo el proyecto tal como fue presentado. Consideremos que entra en conflicto abierto con la dirección del Senda, representante oficial del tema.

Mariano Montenegro, director del Senda, argumenta que la marihuana provoca locura y el principal problema es el consumo y no el tráfico.

– Creo que la posición más debilitada en este debate es la que defiende el director del Senda. Sin embargo, eso no garantiza como ira a acabar el proyecto, porque como sabemos en Chile las iniciativas legales terminan sustancialmente transformadas tras su paso por el legislativo.

Montenegro argumenta que su posición es «sobre bases científicas».

– Los argumentos del Senda rayan en lo extemporáneo, están por fuera del debate actual. Eso más bien refleja posiciones corporativas que tiene otro tipo de entrelazamientos. En este tipo de discusiones es muy difícil aislar las cuestiones dogmáticas, ideológicas, científicas y los intereses de corporaciones puntuales. Es una discusión donde la controversia no es una cuestión de argumentos técnico científicos. Para todas las personas que asisten a este debate, van a notar que el debate no tiene que ver con un asunto estrictamente científico. El conflicto se dirime políticamente.

¿Quieres decir que la discusión va más allá del campo medicinal?

– El debate del uso medicinal del cannabis se plantea dentro de un debate biopolítico. Tiene que ver con un enfoque que va más allá del modelo médico hegemónico de perfil clínico. Hay ciertos elementos que hacen pensar que el debate está situado en el campo medicinal, hay algunos que amplían ese tipo de debate.

EL INTERÉS DE LA INDUSTRIA TERAPÉUTICA

El Senda ha concitado el respaldo de las comunidades terapéuticas en su discurso contra el cannabis.

– Creo que es difícil poner datos sobre la mesa y se amerita una investigación en profundidad para ver los movimientos estratégicos, la racionalidad que mueven a este tipo de corporaciones en insistir en argumentos extemporáneos, que rayan en la ignorancia. No sé en qué parte del mundo alguien se atrevería a riesgo de perder prestigio de afirmar que el cannabis conduce a la locura. Es un argumento muy curioso.

Habría que preguntarse por qué recurrir a ese tipo de argumento. Uno de los elementos que habría que pensar es cuál es la resonancia que este tipo de discursos cree encontrar en la promoción del miedo. Estos discursos ‘médico terroristas’ son efectivamente dispositivos de producción de miedo en la sociedad para producir un vínculo tutelar respecto de los ciudadanos. Creo que la promoción de miedo, que el cannabis lleva a la locura, que lleva a la enfermedad, que patologiza, que las personas perderán las capacidades cognitivas, es tratar de un modo bastante conservador, de promover un retorno a estas lógicas paternales, de construcción de poder vertical, centradas en una supuesta autoridad científica.

En la discusión sobre las drogas pareciera que el estamento terapéutico aún quiere mantener el monopolio discursivo.

– Esos discursos también dan cuenta de un poco de la ansiedad y una percepción de debilidad que se perciben en estos gremios científicos frente a los avances de otros actores importantes en el campo. El tema de las drogas es un campo en disputa y este tipo de posiciones discursivas de argumentos están intentando reconfigurar un tipo de fuerza al interior de este campo. Creo que más que grupos científicos son grupos de interés y de acción política que recurren a una cuestión muy clásica en este país, cosa que también recurre el empresariado invocando un mundo terrorífico para mantener las posiciones más conservadoras en esta sociedad.

Esto lleva también a preguntarse sobre los intereses de mantener la patologización de las drogas para una industria de comunidades terapéuticas.

– Aparte del campo simbólico y como se configuran las relaciones de poder, hay una cuestión material muy concreta. Creo que no hemos investigado en profundidad las implicancias económicas y la gestión de los programas de tratamiento y cuales son los rendimientos económicos para los prestadores de este servicio. Dada las características de funcionamiento de nuestros servicios seria interesante indagar en esa caja negra, no hemos visto las implicancias de ese tramado burocrático y las implicancias económicas para los profesionales que participan en ese tipo de gestión.

LA GESTIÓN DE OTRAS DROGAS

Entre los años 2002 y 2011, Sepúlveda ejerció como director de proyectos de GRUP Igia (Barcelona), organismo dedicado a la investigación y asesoría en el ámbito de las drogodependencia desde una perspectiva de la reducción de riesgos y daños en Europa y América Latina. La experiencia en estas prácticas en la gestión del consumo de drogas le da una solidez tanto basada en una sólida teoría de respeto a los derechos de los usuarios y experiencia directa con ellos.

La evidencia del fracaso de la prohibición también ocurre con otras drogas, como la cocaína, el LSD y hasta la pasta base. ¿Qué régimen podemos proponer para gestionar el uso de dichas sustancias?

– Creo que cada sustancia requiere ser pensada de modo singular, no sólo por las características farmacológicas, que sí hay que tener en consideración, pero también tenemos que adicionar que cada una de estas sustancias carga una historia, relaciones particulares, modos de uso, entramados de significación y apropiaciones distintas. Al mismo tiempo, se puede hacer también un análisis transversal en torno de ellas.

¿Algo como una discusión en particular para cada sustancia?

– Para discutir qué hacer con cada una de las sustancias habría que ver los daños asociados a cada una de ellas. Pero también hay otros elementos que median en esos daños como pueden ser las persecuciones policiales, los estigmas asociados y culturales que pesan sobre esas prácticas de consumo o la geolocalización de su producción.

Se suma también el hecho de que están prohibidas.

– Cuando pensamos en los daños, en todas estas sustancias bajo régimen de control, uno de los grandes problemas tiene que ver con el control estricto sobre esas sustancias. Así, por distintas vías tenemos que la prohibición de todas las sustancias ha tenido un impacto significativo en los daños asociados a ellas.

O sea ¿no hay una fórmula que englobe la gestión de todas las drogas hoy declaradas ilícitas?

– No soy convencido de una misma fórmula para todas las sustancias. Insisto en que dadas sus características, cada droga tiene formas de ser pensada de manera diferente. Creo que sustancias como la cocaína, tuvieron un expendio diferente al clandestino que hoy tenemos. Hay que mirar la historia de las sustancias y de las regulaciones.

La despenalización de las drogas en Chile se daría en un contexto de un mercado neoliberal…

– No estoy a favor del modelo de un mercado libre que va a regular en sí mismo todas las problemáticas sanitarias asociadas a los consumos, ideario dentro del modelo neoliberal. Insisto en que hay que tener un análisis de cada una de las drogas, sus comportamientos históricos y entramados culturales, velar los daños asociados a sus prácticas, sus preparaciones. Antes de pensar una consigna de legalización para todos tenemos que sentarnos a pensar cada una de estas sustancias.

¿Tenemos la experiencia y el conocimiento suficiente para producir esos cambios?

– Es necesario objetivar una serie de cosas que aún ignoramos, ignoramos como se comportan muchos elementos. Por ejemplo, recientemente se hizo un estudio sobre los daños sociales y sanitarios relacionados con el consumo de pasta base. Hasta hace 3 años no teníamos estos datos.

La regulación también está obligada a pensar el consumo de pasta base.

– Es una pregunta necesaria. O sea ¿sería posible tener salas para el consumo de sustancias fumadas en situaciones controladas? Probablemente sí. Sería mucho más ventajoso en reducción de daño que seguir condenando a sus usuarios a su consumo en la intemperie de la ciudad. Por eso pienso que sería más cauto y en vez de extender de manera mecánica los modelos, hay que pensar modelos gestión situando las sustancias en su particularidad y producto de la discusión pensar modelos de gestión para esas sustancias.

¿Qué elemento consideras importante en esta discusión?

– Estos modelos tiene también pisos éticos y políticos, uno de ellos es el respeto de los derechos de los usuarios. Hay que tener un marco ético y político para encarar ese paso.

Mauricio Becerra R.

@kalidoscop

El Ciudadano

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