¡Viva Chile mierda!

La Enade, farándula de empresarios, economistas y lobistas, con la infaltable asistencia del Gobierno, realizó su encuentro 2010

Por Wari

05/01/2011

Publicado en

Columnas

0 0


La Enade, farándula de empresarios, economistas y lobistas, con la infaltable asistencia del Gobierno, realizó su encuentro 2010. “¡Viva Chile mierda!”, fue la consigna que los inspiró esta vez. Jorge Awad, presidente de Icare y de LAN, explicó que con ese título se quería dar cuenta de la derrota de la adversidad (sic) que significaba el crecimiento del 6% y la mayor cohesión social (resic).

Cualquier mortal que desconociera la naturaleza de tal encuentro creería que “¡Viva Chile!” se refiere a la satisfacción del 10% de la población que se beneficia con el modelo económico y que la “¡mierda!” es para el restante 90% que sufre de la precariedad laboral, de las tarjetas de crédito usureras y de la educación inservible. No es así. Se trata de una frase para exhortar a los empresarios a invertir en las favorables condiciones abiertas con el gobierno de Piñera.

El ministro de Hacienda, Felipe Larraín, deslumbró con la tesis que el país (sinónimo de todos los chilenos) se encuentra en un “círculo virtuoso” de crecimiento, de creación de empleo y baja inflación; y, en tales condiciones, las perspectivas de alcanzar el desarrollo para el 2018 se ven auspiciosas.

Ello coincide rigurosamente con afirmaciones de Piñera quien, pocos días antes provocó molestias en la Concertación al criticar el escaso crecimiento de la economía durante los cuatro años del gobierno Bachelet. Siempre la controversia es sobre cuánto se crece. Nunca sobre cuánto y cómo se reparte. Desde hace 20 años, y bajo la vigilancia anual de la Enade, el crecimiento ha sido preocupación prioritaria de gobiernos, políticos y economistas, tanto de la Alianza como de la Concertación. Sin embargo, antes de 1990, cuando la esperanza existía no sólo en el diccionario, la crítica de los economistas DC, PPD y PS al modelo instalado por el régimen de Pinochet desautorizaba el crecimiento sin una concepción global del desarrollo. Igualmente, descalificaba la creencia ingenua en el libre mercado no regulado y la pasividad del Estado en la economía. Eran otros tiempos, de optimismo y entusiasmo.

Cuando la Concertación se hizo gobierno, las visiones discrepantes se convirtieron en sorprendentes coincidencias con la obra de los economistas de Chicago y del capitán general. Se olvidó toda resistencia y lo que se dijo y escribió pensando en la mayoría se transformó en complacencia frente a la minoría triunfante. Así las cosas, no se implementa una estrategia alternativa que trascienda la preocupación por el crecimiento.

Es cierto que se habló de la equidad en los gobiernos de Aylwin y Frei e, incluso, en el programa de Lagos la consigna fue “Crecimiento con igualdad”. Simples discursos elaborados para la contingencia electoral. El hecho ineluctable es que la mala distribución del ingreso, la concentración de la riqueza y la extrema centralización del poder económico son consecuencia inevitable del énfasis exclusivo que se ha colocado en el crecimiento, con un Estado pasivo, sin autoridad para orientar el desarrollo, muy lejos del camino adoptado por los países industrializados.

La obsesión por el crecimiento ha conducido a la conformación de una estructura productiva en que prima la explotación y la exportación de recursos naturales. El mercado favorece la orientación de la inversión hacia su explotación intensiva, mientras el Estado, con su comportamiento neutral, desincentiva potenciales iniciativas en favor de la producción de bienes de transformación.

Ahora, con el precio del cobre y de los alimentos a niveles inéditos, Chile probablemente acentuará su condición de exportador de recursos naturales. Una verdadera estrategia de desarrollo debiera apuntar al objetivo de conformar una estructura productiva y exportadora diversificada, que incorpore valor agregado nacional a los bienes y servicios, potencie a los pequeños empresarios y favorezca un empleo de mayor calidad así como relaciones equilibradas entre el capital y el trabajo y entre Santiago y las regiones.

Mucho se ha hablado de esta necesidad insoslayable, pero nada se ha hecho. La voluntad política ha estado ausente para impulsar esta transformación. Habrá que olvidarse del desarrollo del país mientras el énfasis esté centrado en el crecimiento. Y los grandes empresarios seguirán gritando, “¡Viva Chile Mierda!”

Por Roberto Pizarro

Integrante de Nueva Economía

Politika, segunda quincena diciembre 2010

El Ciudadano N°93

Síguenos y suscríbete a nuestras publicaciones