¿Quién le teme al Sida?

La campaña “Quién tiene Sida”, suma su violencia e inutilidad a lo develado por la campaña del Sernam: “Maricón es quien le pega a las Mujeres”

Por seba

16/12/2010

Publicado en

Columnas

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La campaña “Quién tiene Sida”, suma su violencia e inutilidad a lo develado por la campaña del Sernam: “Maricón es quien le pega a las Mujeres”. En esta campaña, el Gobierno nuevamente confunde agresividad mediática con ignorancia y violencia simbólica.

La campaña que -esta vez- proviene del Ministerio de Salud, arremete contra las mujeres al establecer una relación entre el hecho de que el Sida es una enfermedad que no se manifiesta físicamente con una mujer lista para la seducción. También insulta a las personas que viven con VIH, diciéndoles que es divertido morirse de viejo y no de Sida, volviendo sobre la relación Sida – Muerte, superada en las últimas campañas gracias a la incidencia de la sociedad civil.

Ni el examen para el VIH, ni el miedo a la muerte, ni siquiera promover el uso del condón, así livianamente, aseguran el cambio de comportamiento necesario para gestionar el riesgo a adquirir VIH y accionar mecanismos de prevención. El condón debe usarse en todas las relaciones sexuales penetrativas y su uso debe ser sostenido en el tiempo, solo así cumple su función. Es por eso que la campaña constituye un grave retroceso en la lucha contra el Sida en Chile, borrando violentamente todo lo realizado por la sociedad civil para incidir en las políticas de prevención.

Sabemos que el elemento crítico de la epidemia en Chile lo determina la ausencia de educación sexual, la falta de una política pública que considere lo inherente a placeres, displaceres, errores y gozos vinculado a lo sexual. También sabemos que el ámbito de las sexualidades es complejo. Que permanece allí una violencia simbólica que enuncia que las mujeres que exigen los condones son putas, que los homosexuales ya no los usan, que los y las jóvenes no logran ni comprarlos.

Si pudiéramos acceder a la realidad del VIH/Sida sin caricaturas ni prejuicios, sabríamos de condones rotos, de relaciones anales por miedo al rechazo social de un embarazo precoz, de abortos clandestinos, del temor de un joven gay a decirle a su pareja que use condón, de desigualdades en el poder de elegir, de prácticas sexuales diversas: en parejas, en grupos, en multitudes, donde el riesgo frente al VIH no logra vislumbrarse como problema, sino hasta que se tiene un resultado positivo.

También sabríamos que gran parte de las mujeres que hoy viven con VIH, cumplieron con todas las expectativas que el mandato heteropatriarcal les exigía: se casaron, tuvieron una pareja sexual y generalmente fueron fieles, hasta que las notificaron. Sabríamos que muchas de ellas, fueron esterilizadas sin su consentimiento, a causa de la ignorancia de agentes de salud que debían proteger y no castigar. Sabríamos que esta campaña las insulta, porque a pesar de que hicieron todo lo que se esperaba de ellas, viven con VIH y hoy se las muestra como objetos de seducción del que un “otro” debe protegerse.

El Sida no se detiene con una campaña agresiva y represiva que refleja la perversa relación entre Estado, ignorancia y la rígida doble moral religiosa y sus poderes fácticos. ¿Cuánta campaña violenta y errática tendremos que soportar antes de que se nos trate como ciudadanos y ciudadanas con capacidad de decisión?, ¿quién le teme al Sida?,  ¿a qué le teme esta campaña?

Sabemos que el Sida se detiene con entrega de información temprana y certera, con acceso a información significativa para la creación de políticas públicas efectivas. El Sida se detiene con políticas antidiscriminatorias, con educación sexual laica, impulsando derechos ciudadanos y sin lugar a dudas, fortaleciendo el trabajo compartido entre la sociedad civil y Estado.

Por Julia Rojas

Feminista

Observatorio Género y Equidad

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